SANTIAGO.- A Ivette Valenzuela (13) lo que más le gusta retratar son "las caras de los niños". Imágenes que, en un persistente blanco y negro, están presentes en gran parte de las miles de fotografías que, desde que tenía 8 años, se ha dedicado a capturar en la toma de Peñalolén, donde vivió hasta hace dos, y en el campamento de erradicados donde actualmente reside junto a su padre.
Lo suyo no es un pasatiempo. Cuenta que le atrae capturar "la pobreza de la gente, el entorno donde yo vivo". Aunque habla poco, es clara al decir que sus retratos "son fotos de denuncia, para poder mostrar donde yo estoy viviendo". "Lo tomo en serio. Mis fotos no son de cualquier cosa", aclara y no las piensa dejar.
Y ahora le va a ser más fácil, puesto que hoy los trabajadores del Sernam le obsequiaron su primera cámara profesional y la ministra, Laura Albornoz, recibió a la menor para reconocer su talento. "Estoy emocionada", manifiesta Ivette, "tenía una cámara que me compró mi papá, pero era de las antiguas, no de las digitales". Las fotógrafas María Gracia Subercaseaux, Francisca Riera y Ximena Navarro se sumaron al reconocimiento y se comprometieron a asesorarla en su trabajo.
"Tiene sólo 13 años e inmortalizó la toma. Ahora están viendo la posibilidad de que exponga en La Moneda", dice con orgullo su padre, Marcelo Valenzuela, quien se ha hecho cargo de la menor desde que tenía un año y tomó la decisión de irse con ella de la casa debido al rechazo de su madre.
Ivette -quien vivió once años sola junto a su padre en la toma de Peñalolén- comenzó a tomar fotografías en 2003, cuando tenía ocho años. En ese tiempo llegaron a instalarse al campamento cuatro estudiantes extranjeros que durante un año realizaron un documental. A la niña le llamaron la atención las cámaras fotográficas digitales que tenían y un día les pidió que le enseñaran.
"Una tía (estudiante) me prestó su cámara y yo le dije si me podía enseñar. Y me dio una clase como de cinco minutos y aprendí y de ahí no me ha faltado una cámara", relata Ivette. "Ellos llegaron en un momento súper crucial para el campamento, había mucho conflicto. Le prestaron sus cámaras a Ivette y le dieron la confianza para que sacara fotos y retratara la toma", recuerda su padre.
Cuenta que la niña comenzó a retratar "a sus amigos, a su entorno". "Muchos especialistas en fotografía dicen que son muy buenas las fotos de la Ivette", acota con satisfacción. Ese año capturó cerca de cinco mil fotografías, las que almacenó en su "tarro", un computador antiguo que poseían.
Pero al cabo de ese tiempo, los estudiantes se fueron y con ellos se llevaron las cámaras. Entonces Marcelo debió conseguir recursos para comprarle otra. "Tuve que gestionar para comprarle una cámara, porque a ella le interesaba continuar con la fotografía, que le llamaba bastante la atención".
Y valió la pena la perseverancia. Este año la menor realizó su primera exposición en la Municipalidad de Peñalolén y hace unos días viajó a Osorno a presentar su trabajo.