SANTIAGO.- Son las 11.50 horas de la mañana y Hernán Astorga Oyarzo observa cómo una retroexcavadora saca poco a poco los dos metros de barro dejado por el alud que llenó la mitad de la casa de su madre, en el kilómetro 6 del camino a Farellones, a comienzos de septiembre pasado.
Está atento a lo que pueda encontrar bajo la capa de barro que por encima está seca, pero por debajo se mantiene con agua. Mientras la pala saca el barro, logra recuperar un par de motores, una llanta de vehículo, mangueras y tarros de pintura que va sacando con la ayuda de dos familiares.
Ha pasado más de un mes desde la tragedia y el panorama ha cambiado radicalmente desde ese día, pero los estragos continúan.
Piedras de más de dos metros que bajaron desde la montaña y el barro seco se aprecian aún al interior de las casas que resultaron más afectadas por el alud.
"Este mes ha sido medio trágico porque la máquina para sacar la tierra no había llegado, pero ya está acá. Yo perdí cerca de cuatro millones de pesos, porque perdí un auto y parte de una casa", señala Astorga mientras observa el trabajo de la retroexcavadora.
La máquina, enviada por la Municipalidad de Lo Barnechea, había empezado su trabajo dos horas antes. En días previos había sacado el barro y los escombros que habían quedado en el único camino que conecta los centros invernales capitalinos con la ciudad.
El escurrimiento de tierra ocurrió pasadas las 14 horas del domingo 6 de septiembre y no sólo se llevó el auto y parte de la casa de Astorga. Además se llevó dos casas completas afectó a otras dos y terminó con la vida de Fernanda Corvalán (41) y su hija Daniela Aspillaga de sólo un año, cuyo cuerpo aún no ha sido encontrado.
"Hemos recorrido cuatro veces el sector, desde donde ocurrió la tragedia hasta Casa Piedra, donde encontramos el cuerpo de Fernanda. El lugar donde ocurrió el alud lo denominamos 'punto cero'. De ahí hemos recorrido hasta el puente General Velásquez y hasta Lampa. Todos los accesos del río Mapocho", sostiene el mayor Eduardo Ramos, jefe de la 53ª Comisaría de Lo Barnechea y encargado de las labores de búsqueda del cuerpo de la pequeña Daniela.
Ramos agrega que en un primer momento llegaron a trabajar hasta 70 carabineros del GOPE, Fuerzas Especiales, Aeropolicial y de su comisaría, los que buscaron con la ayuda de perros entrenados.
Hoy hay nueve especialistas del GOPE que se encuentran rastreando nuevamente la zona.
"Se ha hecho un trabajo minucioso. Se ha recorrido varias veces los puntos donde podría haber quedado. El sábado (mañana) vamos a hacer una nueva búsqueda, porque hay muchas alternativas y los perros tienen la capacidad de buscar a grandes distancias.
Vamos a buscar hasta que los especialistas lo digan, que no se puede buscar más, que se hizo todo y que hay que tener esperanzas de que aparezca en forma natural", agrega el jefe policial, que le pidió ayuda a los vecinos que viven cerca del río para que avisen de inmediato si ven el cadáver de la pequeña, y que se hizo muy amigo de Fernando Aspillaga, padre de Daniela y esposo de Fernanda.
"Más que como carabinero lo he tomado como padre. Desde que ocurrió esto he asumido un compromiso de ayudar a otro padre y tratar de darle una tranquilidad espiritual a Fernando, porque veo a mis hijos y me pongo en su lugar y veo cómo debe estar sufriendo", agrega.
Las otras víctimas
Mercedes Oyarzo se salvó por poco ese día. El primer piso de su casa quedó sumergido en más de dos metros de barro y escombros, que destruyeron las paredes del lugar, al que no ha podido regresar por miedo a que se derrumbe. Hoy vive en una casa vecina que cuida su ex marido.
"La municipalidad nos ayudó durante 15 días con comida frazadas, colchonetas y frazadas. Además, hemos tenido ayuda de la Cruz Roja y de los vecinos. Los que están trabajando (sus hijos) han comprado cosas", comenta afuera de la vivienda en la que reside hoy, y en la que asegura no podrá seguir viviendo por mucho tiempo porque le están pidiendo que pague arriendo.
Esa casa –que pertenece a un ingeniero que vive en EE.UU.-, también sufrió severos daños en su parte posterior. El alud pasó por el costado.
Allí también se están quedando David Astorga Oyarce, hijo de Mercedes y hermano de Hernán, con sus dos hijos y su mujer, ya que su casa es una de las que resultó destruida. A ellos se suma Soledad, otro miembro de la familia, cuyo hogar resultó afectado en un 50 por ciento.
"Yo no he recuperado nada, salvo un televisor. Mi casa está inhabitable. Hay que empezar a desarmar y tratar de salvar lo que sirva. Ahora si hubiera alguna persona caritativa que me pudiera ayudar con una mediagua sería bueno, porque el municipio no nos da porque el terreno no es nuestro", sostiene la mujer, que asegura que, pase lo que pase, volverá al lugar.
Frente a la vivienda en que se están quedando Mercedes y su familia, viven los Aldunate Montégu, cuyo dormitorio matrimonial hoy exhibe una piedra de unos dos metros de diámetro.
"Tenemos que contratar a personal para que partan esta piedra y poder sacarla. Mi casa quedó cubierta con un metro de barro, que entró a mi habitación y al living. Ese día habíamos salido 20 minutos antes de que cayeran las piedras y el barro", señala Ana María Montégu, mientras observa el dormitorio cuyas ventanas están tapadas con placas de madera.
En sus paredes aún se puede ver la marca que dejó el barro que fue sacado por sus hijos, amigos de éstos y algunos carabineros. Mientras que su piscina está llena de barro seco y compacto, igual que el que quedó en su antejardín.
"Hoy estamos durmiendo en el comedor, como si fuera un camping, pero al segundo piso. La municipalidad me ayudó cortando un árbol que estaba que se caía sobre la casa y despejaron un poco con las máquinas el camino y las piedras de afuera", sostiene.
Ana María espera a que se retire el barro y los escombros que hoy se ven en su casa para iniciar la restauración de sus muebles, varios de ellos herencia familiar.
Dio la cara
Tres días después del hecho, Cristián Sauvageot, la persona que los vecinos culpan de haber construido un dique en sus terrenos que habría provocado el alud, fue hasta las casas de sus vecinos.
"Vino para acá y nos dijo que si se determinaba que era culpable iba a pagar todo, pero aún no pasa nada. Ojalá que se aclare todo pronto", afirma con desesperanza Ana María.