PARÍS.- El gran desarrollo cerebral que es la marca distintiva del ser humano entre las especies que pueblan la Tierra se relacionaría con la obligación de cooperar con sus congéneres para sobrevivir, de acuerdo a una reciente teoría evolutiva expuesta en un estudio que se publica este miércoles.
El cerebro del Homo sapiens puede ser visto como el de un gigante en comparación con el de sus predecesores homínidos. También es un órgano particularmente exigente en cuanto a energía y causó modificaciones anatómicas extensas en las mujeres para permitir el nacimiento de niños con una circunferencia cerebral cada vez más grande.
Los científicos aún no se ponen de acuerdo sobre las presiones evolutivas que favorecieron este desarrollo.
Según investigadores irlandeses y escoceses, la respuesta podría ser muy simple: para sobrevivir, el ser humano debió cooperar con sus semejantes, lo que exigió un cerebro suficientemente grande como para navegar en la complejidad de las relaciones sociales.
Dilemas de cooperación
Para efectuar su estudio, publicado por la prestigiosa revista "Proceedings" de la Royal Society, los autores realizaron un modelo informático que reproducía el cerebro humano, en el que la red de neuronas era capaz de evolucionar para responder a una serie de desafíos sociales.
Luego, sometieron este cerebro virtual a dos escenarios. En el primero, dos delincuentes fueron detenidos por la policía y cada uno podía decidir si denunciaba o no a su cómplice.
En el segundo, ambos individuos, atrapados en un coche sepultado por la nieve, deben evaluar la situación para determinar si unen sus fuerzas para escapar o si dejan simplemente actuar al otro.
En ambos casos, uno de los individuo se supone que puede obtener más beneficios siendo egoísta. El caso es que cuanto más evoluciona su cerebro, el individuo estaba más dispuesto a cooperar, según descubrieron los investigadores.
"Con frecuencia cooperamos dentro de grandes grupos de individuos que no se conocen y ello exige capacidades cognitivas para determinar quién está haciendo qué y para ajustar nuestro comportamiento en función de ello", dijo Lucas McNally, del Trinity College de Dublín, uno de los investigadores.
La cooperación no es del todo desinteresada y a menudo es el resultado de un cálculo para evaluar los beneficios, sobre todo la esperanza de una devolución de favores, apunta el científico.
"Si usted coopera y yo hago trampa, la próxima vez usted podría decir: 'él hizo trampa la otra vez, por lo que dejo de cooperar con él'. Debemos cooperar para poder seguir beneficiándonos de la cooperación", resume.
De acuerdo a este enfoque, el trabajo en equipo y la potencia cerebral se estimulan el uno al otro.
"El paso a sociedades más cooperativas, más complejas, puede llevar a la evolución de un cerebro más grande. Y con la aparición de niveles de inteligencia más elevados constatamos que la cooperación va mucho más allá", estima.
No obstante, hay límites físicos para la cooperación, relativiza Robin Dunbar, antropólogo especializado en la evolución en la Universidad de Oxford. "El tamaño actual de nuestro cerebro limita el tamaño de la comunidad con la que podemos interactuar, aquella a la cual sentimos que pertenecemos", indicó.