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Digo sí

09 de Enero de 2004 | 19:01 | Amanda Kiran
No me preguntes por qué.

Porque tomamos esta decisión, y así por sí sola llega.

A minutos de ella, te cuestionas, te distraes, te precipitas a pensar que estás haciendo. Finges, te alegras, te asustas, te la crees, te preguntas, te reprimes, te desenchufas...

Nada de eso importa al final, porque estás a mil, con quinientos detalles que no quieres que falten, pese a lo simple y sencillo que sueñas con que sea todo.

Estás impredecible, inconscientemente estás desaparecida de tu personalidad normal.

Se te pierde todo, se te olvida todo, te acuerdas de todo, a goteo, y cuando debes volver a recordarlo, ya es tarde. Lo olvidamos, para siempre.

Es entonces cuando te puedes equivocar definitivamente, puedes dejar a alguien fuera, alguien que quieres mucho, y que no te acuerdas.

A algún pariente lejano, que debería saber y que nunca –finalmente- sabe.

Alguien que no ves hace tiempo, pero aún así es parte tuya, de tu vida. En fin, son cientos de detalles, de milésimas de segundos acarreados por un tractor gigante que los va repartiendo por el espacio, sin saber donde se fueron.

Sin recordarlos luego.

Y además está toda la otra magia, la de la ilusión, la del construir, la del proyectar, la del inventar espacios y tiempos en conjunto, con aquella situación, de la cual no preguntas ni te la cuestionas.

Y entonces, paseas, te abrazas, te imaginas, te ves en treinta y hasta en sesenta. Te ríes.

Sí, rodeada de los mismos amigos, de la misma familia, de la misma calidez, sólo que mejor, más crecida, más complementada, más perfecta.
Porque soñar en grande es lo que hay que hacer en todos estos momentos.

Finalmente, en los lugares claves, en los espacios únicos, en las caminatas por la vida, te topas con el pasado, con el presente soñado de hace años, con ese pasado, que creías nunca podrías superar. Y lo tomas, como natural, como reto, como demasiada historia y fuera de tus jurisdicciones, para darle paso fiel a tus sentimientos naturales de hoy, y los sentimientos naturales de los demás (ellos mismos).

Entonces hemos evolucionado, hemos dejado satisfechas nuestras mejores etapas y además hemos encontrado la piedra final, que se transforma en arena contigo, para fundirse en un tiempo denominado vida, denominado luz, denominado amor.

Lo encontramos, eso es cierto, y requiere de muchas etapas y aun así te asusta, pero cuando algo no te asusta, es que no lo quieres de verdad, eso me dijo una sabia amiga una vez.

Así que aquí estamos embarcándonos en algo nuevo que requiere de dos, para hacer crecer y tal vez (¿por qué no?) mejorar este mundo.

Pasando el otro día por ese kiosco amigo, me detuve a ver portadas de revistas. Las portadas antiguas y nuevas de los años. Vivi Kreutzberger, Francisca Merino, Jennifer Aniston, Karen Dogeinweiler, Courtney Cox, Angélica Castro… Todas, igualitas a mí, todas mujeres, todas soñadoras, todas nerviosas, finalmente dieron el sí.

Pero lo mío es igualmente real, es sin cámaras, es sin ningún flash, nadie me conoce ni nadie va a saber de este cambio.

Sólo la persona que decidió acompañarme -con la ayuda de Dios- el resto de mi vida. Esa me conoce y me va a poner en la portada de su vida para siempre.

De eso estoy orgullosa hoy. Por eso no me preguntes, sólo escucha...

-Sí.

Amanda Kiran
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