-No es fatídico... es mas bien obsoleto. No. Más que obsoleto, ya no está de moda.
-No se hace. No se usa.
¡Ah, lo voy a hacer igual! Aquí mando yo… es nuestra fiesta del día de los enamorados.
-Pero ¿Globos? Para qué.
No sé, para divertirnos, para poder reventarlos, para crear onda de cumpleaños, si el organizador soy yo.
-Sí, pero la Vale cumple 30 años, además de ser el día de los enamorados.
-Mas que globos, querrá velas, y flores de funeral.
-¡Bah! Si está mas linda que nunca.
Ese era Roberto, su contrincante era, Sofía su cuñada.
Uno alegaba por los globos, otro alegaba que la edad, que importa, era una pelea al fin.
Él se había esmerado por comprarle globos de millones de colores diferentes a su novia Valentina.
Un color por cada año, treinta colores diferentes para 90 globos.
Sofía alegaba, por que consideraba que era demasiado color, para una tonta fiesta.
(Celos de hermana chica para mi gusto)
-Pero Roberto-proseguía ella- ¿Dónde los vamos a llevar?
Va a ser un verdadero cacho.
La Sofía, negativona como ella sola, encontraba que todo era un problema.
Yo me reía de verlos en su discusión.
Roberto, ya cansado de soplar y pelear, se llevó, 60 de los 90 globos a su auto.
Y encerrado en un mar de colores se dispuso a manejar hacia el lugar de la fiesta.
Quería ir adelantando, llevar los globos primero, por que para ser un sábado y 14 de febrero, se le estaba haciendo tarde.
Esta fiesta fue una ocurrencia de ambos. Una fiesta en la cual celebrarían su amor.
Bien siútico el motivo, casi tanto como “nuestro Iván y la Kenita” pero sin tanto bombo ni platillos. Sin tanto dorado, y con hartos menos contactos y millones de por medio.
La única exigencia para la fiesta era que había que entrar, un hombre al lado de una mujer. Todos emparejados.
Entonces partió Roberto.
La Vale estaba buscando las tortas, y no sé que mas.
Se fue el, con el automóvil lleno de globos. La puerta apenas cerraba y su cara prácticamente tenía la forma de uno verde.
Su sonrisa brillaba entre todos estos colores, hasta que lo vi doblar la esquina.
Jamás pensé que sería la última vez en esa noche.
-Fue entonces, cuando siguió su historia-
A mitad de camino se dio cuenta que la luz de la bencina estaba avisando que era un pavo. Recordándole una vez más, que se le había olvidado llenar su estanque.
Llegó apenas a la bomba, el olor lo ayudó a entrar en ella...
Le puso, cinco lucas, y luego de pagar, empezó a retroceder.
Con la puesta de sol en contra, y los globos llenando su espacio, no veía bien.
Hasta que sintió un topón. Fuerte topón. Medio abollón.
Fue entonces que decidió retroceder más, pero no pudo.
Se bajó, más bien se tuvo que bajar, sin poder avanzar... y fue ahí donde entró en pánico.
Al final de su retroceso, estaba una cuca, y un carabinero dentro de ella, que estaba obstaculizado y furioso de no poder salir.
Roberto, se quiso morir, vio su sentencia, y tras esa imagen comenzaron sus miles de explicaciones.
Nadie le creyó, que no tenía ni un grado de alcohol en la sangre.
Nadie le creyó que los globos eran una sorpresa para su novia.
Nadie le creyó, que habían organizado una fiesta del día de los enamorados.
Nadie le creyó nada.
Sólo, y en silencio se lo llevaron a la comisaría.
La Fiesta, fue un éxito.
Lo malo fue que finalmente la Sofía (insoportablemente) tenía la razón.
Todos lo pasamos bien, menos la Vale y Roberto.
Es que es así, los anfitriones, no siempre lo pasan bien, y menos si están tras las rejas.
Feliz día de los enamorados.
Amanda Kiran