
Estos últimos días tuve tantas emociones...
Como aficionada al deporte que soy, casi lloré con la final de Roland Garros. Que siútica… pero es la pura verdad.
Hace tiempo no veía una final tan sufrida, irremediablemente irreverente y llena de situaciones límites que no dejaban ver nunca el final, hasta su verdadero fin. Dos compatriotas luchando por ellos y ayudando a enorgullecer más aún a un país que es semillero de estrellas deportivas.
Luego, el mismo día, Chile, que jugando como nunca, nos dejó ese sabor de triunfo con un empate. Demostrando que los campeones del mundo son alcanzables y derrotando los mitos de que somos pésimos para la pelota. Lo malo de todo esto es que finalmente se nota que cuando les va mal, es por que la mente los traiciona.
Estadio repleto, compañeros afónicos, luces encendidas, pocas peleas y más abrazos, por un deporte que une al país de la manera menos exótica y más única. Pero todo esto no sirvió para distraerme de lo que debo contar.
Porque hace más de diez años atrás, con un frío insoportable, me junté con la Chabela, la Colorina, y la Vero en el recreo de las diez de la mañana.
-Hace demasiado frío, dijo la colorina.
-Demasiado, repliqué yo.
-¿Hacemos algo al respecto? Comentó la Chabela…
-Escapemos para la casa, dijo la Vero
Y sin pensarlo mucho más, di una idea: “Yo conozco una puerta por donde podemos escaparnos”.
Mi colegio era una verdadera fortaleza. Era “prácticamente” imposible escapar, pero uno siempre se las arregla para quebrantar las reglas.
Y así fue como luego de ese recreo, y juntando a otras cuatro amigas más, nos escapamos a la casa de la Colorina, que estaba sola. La idea era escaparnos juntas, si no, no tenía gracia el riesgo.
Sin pensarlo mucho, no entramos a clases, corrimos a la “puerta famosa” y salimos, como Pedro sale de su casa. Agarramos un taxi, cómplice de nuestra fechoría, y nos llevó al cerro, donde vivía mi amiga.
En el camino se puso a nevar. Que regalo del cielo. Millones de regalos del cielo. Tal y como me pasó el miércoles pasado en la precordillera, donde trabajo algunos días de la semana. Imagínense que suerte la mía, justo subir el día que nieva.
La Dehesa parecía verdaderamente otro país. Tal cual como pareció ese día hace tantos años atrás.
Y volviendo al pasado… Un día inolvidable fue ese que nos fugamos, lleno de juegos junto a la chimenea (que aún se podía utilizar). Al lado de los gigantescos ventanales, que nos dejaban disfrutar de este tremendo panorama lleno de vida, que para otros continentes es cotidiano.
A la mañana siguiente pasó lo inevitable. A Kiran y Parra las andaban buscando para un aviso del departamento de deportes.
¿Mala suerte? Pésima suerte. Nunca vuelven a pasar lista después del primer recreo. Al menos hasta ese día no lo hacían. Pero empezaron a buscar y no aparecieron Kiran ni Parra ni Arce ni Valderrama ni Martorell ni muchas otras que no estaban donde debían.
No estaban en la hora de almuerzo ni en el recreo de las 12:15 ni en la salida. Ni nunca ese día frío.
Estábamos teniendo un día de cimarra, el único en mi vida. El único en el cual, para más remate, fui obviamente descubierta. El castigo, para las ocho, fue de 20 horas de “detention” -palabra que significa castigo, los sábados muy temprano en la mañana-. Para nosotros era tanto, que significó sábados, domingos y festivos.
Peligró mi capitanía del equipo. Peligraron los estados “condicionales” de mis compañeras en el colegio: quedaron con un pie afuera y otro dentro. Peligró hasta nuestra fiesta de graduación.
¿Pero saben qué? Valió demasiado la pena.
Así que hoy, bajo estas plumas blancas que no dejan de caer sobre mi cabeza, me siento feliz y nostálgica por la belleza perfecta de la naturaleza y por mis recuerdos, igualmente perfectos.
Un saludo a aquellas compañeras que fueron y son parte de esta historia. Un saludo apretado por cada historia independiente que cada una cumple hoy. Con o sin nieve en su propio mundo perfecto. Porque esta nieve en verdad es eterna.
Amanda Kiran
PD: Sé que a raíz de esta nevazón y fuertes lluvias, mucha gente tiene problemas de abrigo y frío. No me olvido, y por favor no nos olvidemos que ayudar es completamente necesario.