
Las rodillas. Parte elemental de nuestro cuerpo. Parte única que deja articular tus piernas, correr, bailar, moverse, más simple que todo eso… caminar.
Las rodillas sufren todos los desgastes de nuestro cuerpo. Son unas verdaderas trabajadoras constantes. Hasta cuando dormimos ellas se mueven. Son fundamentales.
En ellas siempre existen lesiones. Sobre todo en las de los deportistas.
Hay diferentes lesiones y las más conocidas son: meniscos, esguince del ligamento lateral interno, lesiones del ligamento cruzado anterior, luxación de la rótula, entre otras. En estos casos, el mejor momento para valorar la rodilla es inmediatamente después de la lesión. Antes de transcurrida una hora desde la lesión, puede existir ya un espasmo muscular protector. Pasada 24 horas, puede incluso existir un grado tal de derrame que impida una exploración satisfactoria.
En la evaluación de las lesiones de rodilla, se debe comparar el lado afectado con el sano. Y si existe un derrame, será necesario realizar radiografías para descartar fracturas.
Parezco doctora, si sé, pero es para ejemplificar mejor esta historia.
A mi amiga no sólo le hicieron mil exámenes, sino que resonancias magnéticas, intervenciones quirúrgicas, etc.
La hicieron comprar una y cien mil rodilleras, y le dieron veinte y un mil diagnósticos. El último y peor fue el que le determinó que no podría hacer más deporte. Ni con rodillera, ni con nada. No podría correr, ni hacer movimientos bruscos.
Todas estas frases para una ex seleccionada nacional, sonaban como un bombo enorme y doloroso. La verdad, la tiraron al suelo, pero no le ganaron.
Encargó una tremenda rodillera supersónica a Estados Unidos, y se propuso a punta de pesas y ejercicios desarrollar más sus músculos y poder reencontrarse con la cancha. Con los partidos y con nosotras, sus compañeras de equipo.
Luego de varios años de esfuerzos, lo logró. Partió jugando en un equipo de segunda división, más malo, y terminó jugando nuevamente con nosotras, como titular. Lamentablemente su lesión no la dejaba tranquila, y cada cierto tiempo se lesionaba nuevamente y eso la dejaba sin jugar, por algunos meses.
Ninguno de estos tropiezos la detuvo. Ningún tropiezo nunca la ha detenido.
La verdad es una súper luchadora, una tremenda esposa y una madre incondicional. Para mí, es un caso único, realmente único. Y la admiro.
Pero llegó el momento de viajar. Su marido logró una ansiada beca en Harvard. Entonces, a USA los boletos. La perderíamos por 3 años. No sabíamos que gracias a esta pérdida la recuperaríamos doblemente recargada, como “Matrix”.
Partieron hace casi dos años ya, y están viviendo una vida universitaria y trabajólica por allá. Pero lo insólito viene ahora. En un fin de semana cualquiera, tuvo un nuevo problema en su rodilla. Se hizo un chequeo por allá, y lo que tenía, y había tenido siempre, era nada menos que el ligamento cruzado cortado.
Sólo con una operación, una adecuada recuperación y una buena quinesioterapia, tendría su rodilla y su vida deportiva de vuelta. Totalmente de vuelta.
El correo electrónico que recibimos brillaba por sí solo… Se atropellaba contando -en palabras- que volvería a jugar normalmente, que estaría en la cancha de nuevo con nosotras. Que quedaba un año de beca y volvería en gloria y majestad.
Ninguna palabra de su mail denotaba pena, rencor o resentimiento por estos muchos años. Años perdidos, cuidando y sufriendo de una lesión inexistente.
Ninguna palabra de queja o de pena. Todo brillaba y sólo se notaba un futuro demasiado prometedor, al lado de nosotras, de su equipo y haciendo lo que más extraña hacer allá. Su pasión, su deporte.
Ya se operó y tranquilamente espera su rehabilitación. Nada ni nadie la apura.
Quién la va a apurar, si nosotras -igual que su pasión- seguimos intactos aquí, esperándola. Quien sabe si esperándola para levantar, ojalá, una nueva copa juntas.
Amanda Kiran