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Cine mudo

02 de Julio de 2004 | 18:29 | Amanda Kiran
Siempre, desde pequeña, que me gustaba ver cine mudo. Encontraba increíble la capacidad de las personas, para moverse, comentar, conversar y comunicar sin sonido.

Era una sordera completa, pero gesticulada de forma diferente. Más histriónicos, para dejarte entender. Verdaderos artistas de los movimientos.

Chaplin, por ejemplo (qué mejor ejemplo!). Él te contaba todo, sin uno tener ni siquiera que leer las letras blancas que contaban la historia. Sólo bastaba él.

Mi hermano mayor me mostraba siempre estas películas, las coleccionaba y se reía cien veces de lo mismo. Las veía, las volvía a ver, las seguía viendo…

Ahí entraba yo, me llamaba cada cierto rato y me mostraba partes para que riera junto a él. Al principio me parecían una lata, pero después me fueron gustando más.

Las cosas que hacían, el estado físico que tenían, los movimientos, todo era realmente despampanante, y entonces le fui agarrando el gusto a observar sin escuchar.

Es así como mi vida ha seguido su curso normal. No es que ande gesticulando como loca sin hablar, pero sí me gusta observar a las personas sin escucharlas, cuando puedo.

Recuerdo que me quedaba observando de lejos, generalmente desde el jardín, a mi familia los domingos antes de almorzar. Me gustaba ver el desarrollo de los movimientos, imaginar de lo que estaban hablando. Ver como cada uno se movía, y luego intentar adivinar cual era el tema de aquel día.

Siempre llegaba un poco más tarde porque los domingos generalmente tenía partidos, o alguna actividad deportiva. Entonces nadie se daba cuenta que me quedaba unos diez minutos más observando, a lo lejos.

No siempre le apuntaba al tema en cuestión. Sólo cuando reconocía caras de enojo, o gestos muy duros, sabía que el tema era –de seguro- político.

En eso nunca se pusieron de acuerdo, al menos mientras vivimos todos juntos. El tema es que esta extraña forma de ver el mundo se transformó un poco en mi hobby.

Todavía recuerdo una mañana. Fui a dejar a mi sobrina al colegio, y me quedé esperándola en el auto mientras calentaban para su partido de vóleibol. Llevaba cámara de fotos y todo.

Estaba dentro del auto, tomándome un café, cuando de pronto veo por el retrovisor una pareja. Discutían, estaban gesticulando mucho con las manos, los brazos, hablaban acaloradamente poniéndose de acuerdo en algo…

Ella tenía unos 21 años, y él, unos 23. Eso calculé. Los observaba detenidamente. Sin subtítulos ni nada, me armé la tremenda película.

Él estaba celoso, ella era demasiado bonita, y la miraban todos. El la había visto conversando con otro, y se enojó. Ella le daba explicaciones, y se agarraba la cara, intentando explicarle todo, pero a él los celos lo tenían ciego y furioso. Todo estaba por derrumbarse, y ella se alejó.

Él le gritaba para que ella no se fuera. Ella volvía y le hablaba algo más. A veces el retrovisor se me hacía corto para ver toda la película. Finalmente, quise bajarme del auto… Ver qué pasaba. Oír el romántico desenlace.

Al bajarme, ella determinadamente se alejó. Y el la dejó ir. Me acerqué, no aguanté, sapa, demasiado vergonzosamente sapa.

Y le dije “no la dejes ir sin darle un beso, por favor”.

-¿Qué?, me respondió él. ¿Me hablas a mí?
-Sí a ti… Dale, anda y abrázala por favor -repliqué.
-¿Por qué voy a abrazar a mi hermana chica que más encima se lleva el auto y me deja a pata?
-Uhhhhhhh.

Toda mi teoría se fue a la cresta. Haciendo el loco, una vez más. Sólo por sapa. Demasiado sapa.

Además de mucha imaginación, un poco romántica, y totalmente gil.

Me dio tanta vergüenza. Me sentí mal. Me sentí muy mal.

- Ah, perdona le dije, y me fui…

En eso escucho mi nombre a lo lejos.

-¡Amanda! Ven apúrate, va a empezar mi partido.

Era mi sobrina, gritándome para que volviera al mundo del sonido y los movimientos. Recaí, rápido, de vuelta a la realidad. Me senté al lado de la cancha. Me puse a sacar fotos. Pero seguí pensando.

¿Y el beso?


Amanda Kiran