
Estaba ya lista para el zaping, acostada en mi cama.
Era un miércoles cualquiera, cercano a las once de la noche. Estaba cansada, y feliz por el sólo hecho de hallarme sobre mi cama. Sonó el timbre, a esa hora, me pareció extraño, ya era tarde.
Esas sorpresas no me suelen pasar. Cuando suena el timbre, generalmente sé quien es, y a qué viene.
Fui a abrir, y vi a la Lorena.
Lorena es una compañera de equipo, varios años menor que yo. Llegó –por la facha- directo del entrenamiento. Estaba cansada, con una cara de pena horrible, y entera mojada.
Hacía frío. Le presté cosas secas, le preparé un té y nos fuimos al living a conversar. Su cara podía tener dos respuestas. Pena de amor o pena deportiva.
No existe otra expresión para esos dos malestares.
Y por la tenida, me parecía que su malestar más se apegaba a la segunda.
Era su primer proceso selectivo. Entrenaban para una gira a Estados Unidos. Todas las mujeres Sub 21 años. Ella está en los 20.
Nunca se había decidido a darle tanto tiempo a su pasión, ya que sus parientes (demasiado aprensivos) y su actitud pasiva ante eso, la alejaban demasiado de su meta: entrenar mucho, para quedar y usar la camiseta roja.
La nómina es un cuento aparte. Casi siempre la dan luego de un arduo entrenamiento, y de un agotador y estresante partido. Uno cree que jugándose el partido del año puede hacer cambiar la visión de un entrenador, que seguramente lleva su lista bastante definitiva ese día.
Las cartas (ese día) ya están echadas.
Fue en eso que me relató todo lo sucedido.
-Amanda (empezó con el típico discurso que dan los entrenadores antes de cortar cabezas).
-Que todas servíamos. Que había que tomar esta decisión, pero que no era el fin, sino el principio. Bla, bla, bla. Tú sabes -me replicó con ojos llorosos.
Entonces recordé. En esos momentos, nadie está atento a ese maldito discurso. Lo único que sueñas es que el momento pase pronto y que suene tu apellido antes de que se acabe la lista.
Es tanto así que las caras de circunstancia, de cada compañera de equipo, son irremediablemente ridículas.
Cada sonrisa es nerviosa y todas, por segundos, competimos con total egoísmo.
Y no es malo decirlo, es la realidad de un trabajo en equipo, que se transforma por momentos en algo completamente unilateral y ególatra. Hasta las jugadoras que están más seguras quieren oír rápido sus apellidos, o tener la suerte de sonar primero que todas.
A mí, personalmente, jamás me ha pasado eso.
-Entonces -siguió la Lore- empezó el dolor estomacal, y partieron corriendo los nombres. Arce, Becker, Banciella, Zamora, López, Rubio, Parra, Valenzuela, Casassus... Y así hasta la número 16. Nunca llegó el mío. Nunca.
Y se largó a llorar. Sobre mis hombros, apretando fuerte, con un poco de rabia.
En esas circunstancias, uno cree que la decisión es injusta, siempre. Pero en verdad, hay que seguir adelante. Hay que seguir.
"Lore -le dije- sólo te puedo decir que he estado en al menos diez de esos momentos en mi vida. Tal vez más. He tenido suerte, por el sólo hecho de gozar haber estado en esos momentos. Ya poder ser parte de un grupo que pelea por algo, es un orgullo.
"Y tu nivel de competencia y entrega hace que todo mejore, y que nuestra selección sea aún de mejor nivel. Pero entiendo que todas estas palabras te suenan huecas y pésimas en este momento. Por lo mismo, te voy a decir otra cosa más.
"De todos esos procesos, al igual que tú, en el primero no apareció mi nombre, y eso me hizo más fuerte y mejor, y ya nadie más me dejó sentir ese malestar otra vez.
"Nadie más. Cambié mi personalidad y, sobre todo, mi autoestima y seguridad. Entonces entrené cada vez mejor y mejor, y mi nombre ha seguido apareciendo en cada proceso en el cual he participado.
"La competencia se ha puesto mucho mejor, y ha sido cada vez más difícil escucharlo. Pero no puedes dejar de pelear ahora, antes que escuches el tuyo en algún proceso. Te digo que no hay recompensa mejor que entremedio de muchos apellidos digan:
Kiran.
"La risa, en ese momento, es inevitable. Algo tan simple, como oír tu apellido, es la recompensa final a toda una lucha. Sinceramente siento, que hoy, te han hecho un gran favor".
Se fue esa noche un poco menos triste. No sé si entendió todo lo que le dije, pero yo no pude dormir bien esa noche. Tuve sueños constantemente, y en todos aparecía
Kiran.
Amanda Kiran