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Las luces de navidad

18 de Diciembre de 2004 | 15:15 | Amanda Kiran
Llevo ya varios años haciendo lo mismo. Haciendo mi deporte favorito, disfrutando en las canchas, pasándolo bien... Pero esa semana tuve una pésima semana. Estaba cansada. Me agarró final de año. Me sentía jugando mal y reaccionando mal.

Mal período para tu estado anímico. Y la culpa la dejé en los hombros de mi actividad. Qué mal. Mal de mi parte. Pero no importaba. Esa mañana, a regañadientes (pero interiormente feliz), me levanté a jugar.

Teníamos un importante partido, la final del año. Y yo debía estar presente. Así que me levanté, como todas las mañanas, preparé mi bolso, me duché, me puse mi polera regalona (y cabalera) y me dispuse a salir. La Andrea me pasaría a buscar a las 9:30.

Eran las 9:25. Llamé al ascensor, que se demoró bastante en llegar.
Y me subí con mi bolso, mi palo, mi actitud deportiva, mi destino.

En mi edificio hay 25 pisos, yo estoy en el séptimo. Si promediamos, estoy lejos del más alto, y bastante más cercana al primero. Porcentaje mío, dentro de un ascensor, bastante bajo.

Me subí, y ya venía una pareja mayor desde el piso 19 -como me comentaron después-. Porcentaje de esa pareja dentro de un ascensor durante el mes, bastante alta en comparación a mí. Así que nuestro porcentaje para cualquier eventualidad era neutral.

Yo ya estaba sobre la hora. En cuanto me subí, sentí un clima extraño en el ascensor. Pero la puerta se cerró detrás de mí, y ya no tenía opción.
Al ir bajando, sentimos una intermitencia en la luz, en el piso cinco, y ya para cuando llegábamos al piso tres, se atascó. Completamente.

Yo hace un par de meses había ayudado a un maestro que se había atascado en ese mismo ascensor, así que sabía los procedimientos. La verdad, no eran nada rápidos.

Entonces, con el grito de la señora que nos acompañaba en el ascensor, me di cuenta que no era una pesadilla, y que estábamos atascados en el piso 3.
A esas alturas, la Andrea debía estar afuera esperándome. Y yo dentro de aquel idiota ascensor.

Después de 15 minutos adentro, a oscuras y esperando la actividad de los conserjes, llegó mi amiga.

- Amanda, ¿qué te pasa? -gritó hacia arriba-
- Andrea, me quedé atascada en el ascensor, vas a tener que irte sin mí.
- ¿Pero cómo voy a hacer eso?
- Yéndote. No te puedes quedar. Seríamos dos menos.
- ¿Estás 100% segura?
- Sí, ándate. En cuanto salga, me voy en micro, o en bicicleta, ahí veo.
- Está bien. ¿Y qué aviso?
- Avisa lo que me pasó, por favor.

Ya el mal rato del final de año, del cansancio, del mal genio habían pasado. Sólo quería estar dentro de la cancha. Pero que haya que estar encerrada en cuatro paredes... Con dos vejestorios impredecibles. Sin ventanas. Sin salida. Para apreciar algo tan bello, como la facilidad para hacer un deporte en equipo.

Tal vez, viéndolo de esta forma, uno de los dones más bellos que me han tocado vivir en mi vida. Así que así fue. Así me di cuenta que gozar es mas fácil que regañar.

Finalmente, la empresa a cargo del servicio técnico del ascensor culpó a las luces de Navidad por la falla del elevador. El edificio estaba demasiado recargado y eso generó una falla eléctrica en los cables del ascensor.

Se demoraron cuatro horas en sacarnos. Cuatro horas ahí dentro. Con esta pareja, que no paraban de fatalizar con el estúpido incidente. "No saldremos nunca"... "Nadie podrá sacarnos"... "Me falta el aire"... "¿Cuánto rato llevamos?"... etc.

Finalmente, se abrió la puerta. Como por obra de magia. Tras los gritos de los conserjes de arriba abajo entre ellos, los gritos de las personas de la compañía de servicio técnico y los gritos de un par de bomberos que llegaron al rescate. Todos actuando rápido, pero lento, histéricos pero tranquilos, eficientes, pero torpes.

Yo salí para cuando mi final ya había terminado. Llamé y la celebración sería en la noche. Ganaron 2-1. Ganamos, porque fui parte del equipo durante todo el año. Pero me perdí la final. Y pido mis disculpas por eso. Tetracampeonas 2004.

No es poco, y estoy orgullosa de aquello. Así que aunque no estuve ahí, por exceso de luces en mi alma... ¡¡¡Mis felicitaciones!!!

Y vamos por el quinto año.

Amanda Kiran
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