
Y llegó la Navidad. Una más... Otra más.
Para mí sigue siendo esa época en que los días se te hacen demasiado cortos para todo lo que quisieras hacer.
Preparar a mano tus propios regalos, escribir millones de tarjetas a toda le gente que ha tenido importancia en tu año y en tu vida. Preparar y organizar la mayor cantidad de reuniones con la gente que quieres, para así -en grupo- desearles una Feliz Navidad a todos los que más puedas.
Y así, de esa forma, estás agotado, acostándote tarde toda la semana, viendo la gente correr a tu alrededor, pero gozando, finalmente.
Esta semana tuvo muchas de esas despedidas.
Con compañeras de colegio, de mi equipo, del trabajo, familiares y primos, amigas que la vida me ha regalado…
Pero a mitad de semana me pasó algo. Algo inusual. Fui a ver cómo alguien muy especial para mí recibía un premio que da el Círculo de Periodistas Deportivos de Chile al más destacado de cada disciplina.
Es un premio que realmente me habría gustado obtener, alguna vez. Es un premio que enmarca, de bella manera, lo que tú haces y cómo lo haces. Es un súper premio y mi felicidad por ella era absoluta, ese día.
Se subió al escenario junto a varios otros deportistas. Todo el abecedario en deportes, de hecho.
Ella fue la primera en subir, en el segundo grupo, y las lágrimas de emoción y alegría aparecieron de inmediato.
Pero, para más regalo, también se subieron a recibir su premio Massú y la mamá de González… Y como para rematar de alegría en esta semana navideña, premiaron a Marcelo Ríos por su trayectoria y de despedida también.
Ríos subió al escenario a despedirse, y yo estaba ahí, presente.
Él, cerca de mi amiga premiada, cerca del público y como yo era parte del público, estaba también cerca de mí.
Estuve en ese mismo teatro cuando ganó el Mejor de los Mejores ‘98 y ahora estaba ahí despidiéndolo cuando decidía dejar las canchas.
Entonces, subió y empezó a hablar unas pocas palabras, y luego dice: "Y para todos los presentes, quiero regalarles entradas a mi partido en la noche".
Así, sin tener idea, Marcelo nos estaba regalando entradas para su despedida. Tremendo regalo de Navidad.
Ahí estuve, para completar mi semana. Estuve en la despedida del Chino, en la semana de Navidad, con entradas regaladas por él.
Aunque no se veía nada de bien, la pantalla gigante ayudaba bastante para sentir la expresión de su alegría, la emoción de su contrincante, la pena de sus padres y el enojo del público, por no poder ver más de cerca las últimas jugadas de su gran ídolo.
Por arte de magia y del destino estuve ahí.
Porque esta semana, Dios me ha premiado por todos lados, y me ha regalado solo buenos momentos.
Porque hoy en la noche hay que pensar en lo que realmente celebramos, seamos creyentes o no. Porque es una instancia maravillosa para estar en familia y respirar en paz un momento único, para cerrar nuestro año de la mejor forma posible.
Desde el fondo de mí, que no sé cuán largo es, les deseo a todos una hermosa nochebuena y una feliz Navidad.
Gracias a todos por acompañarme otro añito más.
Amanda Kiran