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Velas de esperanza

31 de Diciembre de 2004 | 13:45 | Amanda Kiran
¿Qué pasaría si un día despiertas confundido? ¿Empapado?

No reconoces ni tus manos ni tus pies.

Tu cabeza da vueltas y no sabes por qué no ves las cortinas de tu pieza o por qué no ves la ventana que deja entrar la luz de tu país, o por qué no escuchas una voz que hable el idioma que conociste al nacer.

Y piensas que es un sueño, o tal vez una pesadilla. Eso esperas que sea.

Luego no recuerdas nada. Nada de nada. No sabes qué haces, cómo te llamas, de dónde eres. Empiezas a entrar en pánico porque no reconoces ni por un segundo nada de lo que te rodea.

Es que estabas -no sabes hace cuántos minutos- en un estado de totalidad plena, y luego todo se desarregla y cambia. Para mal. Pero lo terrible es que no recuerdas el por qué.

Y estás mojado, estás asustado, solo, sin ayuda, sin entender, en la mitad del mar. Solo, esperando algo que no sabes tampoco qué es.

Que confusión más desesperanzadora.

La vida es bastante así.

Cada segundo que pasa hay que vivirlo tanto porque el siguiente puede ser catastrófico.

Y no es la idea vivir asustado, esperando una catástrofe, pero sí vivir pensando un poco en el de al lado. Un poco en ser mejor. Un poco en ser feliz. Así, simple.

Mi vida ha sido y es tan feliz, que asusta.

Pienso, a ratos, cuándo vendrá lo malo. Cuándo vendrá la prueba. Qué me depara el destino a mí, a los míos, a mi familia.

Porque de todo un poco hay. Debe ser así, y claro que asusta. Por eso rezamos día a día, para que este año nuevo venga con novedades lindas.

Que la Francisca aparezca. Aunque esté entera mojada, sin recordar mucho, triste, pero bien. Que los familiares de las personas fallecidas puedan encontrar paz en la despedida.
Que la calma y la salud ronde por toda el Asia, para que no sigan las enfermedades y contagios luego de la tragedia.

Que esto le sirva al mundo para unirse de alguna forma. Es que somos un todo, un gran equipo, separados, por aguas, por caminos, por kilómetros, por idiomas, por bondades. Pero a la larga, la misma cosa y nos necesitamos.

Este final de año ha tenido bastantes penas y tragedias. El tsunami, el incendio en Argentina, la muerte de un joven en Valparaíso. Después de un año bastante tranquilo, se asomó la desolación y la pena en magnitud impactante.

Quiero pensar que el año nuevo va a traer buenos frutos de estas penas. Que el 2005 va a dar fuerzas a los seres humanos que más lo necesiten, en estos momentos de pena profunda. Y que por cada abrazo recordemos lo afortunados que somos en poder recibir otro año, en familia, en paz y felicidad.

Mientras escribo esta última columna del 2004, escucho como cerca leen algunas de las tradiciones que se aconsejan para hacer en el cambio de año. La idea es prender seis velas de seis colores, en un lugar donde no haya peligro de incendio y donde puedan extinguirse solas a lo largo de la noche, hasta el cambio de año.

Las seis velas tienen un color diferente que significa -claramente- algo diferente.

La vela roja es pasión. La verde es salud. La azul es paz. La amarilla es abundancia. La naranja es inteligencia. La blanca es claridad. Todas, cosas que necesitamos cada año para vivir mejor.

Así, con esta tradición, despido el año y agradezco la compañía. Si a alguno se le ocurre un color diferente de vela, se puede. Si quieren agregar una vela rosada -de amor- u otra calipso -de ingenio- por mí está bien.

Las tradiciones las hacemos nosotros mismos, las podemos variar y seguro mejorar.

Así como la vida que llevamos. Y que vamos pintando día a día. Para mejorarla día a día. Muy feliz año nuevo y un abrazo fuerte.


Amanda Kiran
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