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Mentira al desnudo

15 de Julio de 2005 | 19:26 | Amanda Kiran
Estaba adelantada para un entrenamiento, temprano en la mañana. Recuerdo que estaba ya cansada, y decidí pasar por una bomba de bencina a tomarme un yogurt. Pasé a una estación de servicio en Las Condes, camino al club donde entrenábamos ese día. Necesitaba energía esa mañana y esa semana, que ya casi terminaba.

Era un viernes. Me senté mirando hacia fuera en el ventanal del lugar. Como en un bar de mala muerte, esperando que pasara la hora. Y en eso llegó un ejecutivo. Me pareció del tipo abogado, por el maletín y el celular. Unos treinta y ocho o nueve años. Pidió un café y se puso cerca mío a tomarlo. No justo pegado a mí, pero sí lo suficiente cerca para escucharlo hablar por su celular.

Eran las ocho y media de la mañana.

-No compadre, si ya estoy en eso, encima de eso.
-Sí, relájate, en serio -proseguía con el fono bien pegado a la oreja.
-Imagínate que no me voy a preocupar. Si ya me pagaste por adelantado ese trabajo.
-En este momento estoy en el centro, en mi oficina, viendo lo tuyo.
-Entro a una reunión y en cuanto salga te llamo y te digo como va.

Mientras yo oía esto, me pasaban varias ideas por la cabeza. Estaba claro que miles de frases se me vinieron a la mente. De amigos, entrevistadores, conocidos, vendedores, políticos, entrenadores, compañeros de clases.

-Amanda, te ves regia para la noche. ("Amiga" que le gusta el mismo tipo que a ti).
-Te llamo la otra semana y te digo sí o no. (Entrevistador para un trabajo, el cual no volviste a ver ni escuchar en tu vida).
-Te quedas afuera –sólo- para que descanses Amanda. (Entrenador en un partido clave, donde nunca entraste y por ende nunca te cansaste).
-Llévatelo, es el único. Acá nos preocupamos de que lo nuestro sea exclusivo. (Vendedora tratando de meterte ese chaleco que en la noche lucían al menos dos personas más).
-No te va a doler nada, nada. (Enfermera que te pone la benzetacil en pleno poto para que te baje la fiebre y la amigdalitis. Una semana sin sentarte).
-No estudié nada para la prueba, y me fue pésimo. (Compañero mateo apestoso que siempre dice lo mismo, y jamás baja del 6.0).
-En mi gobierno se bajará totalmente la tasa de cesantía. (Político que quiere llegar a ser presidente, y luego).
-Mi amor, tengo mucho trabajo, voy a llegar tarde. (Marido que ves en el happy hour, con tres compañeros de pega más.)

Y así, millones de frases. De muchos tipos de personas. De empleados, compañeros de pega, nanas, amigotes, parientes, etc. Nunca tus padres. Al menos para mí. Nunca una mentira de tus padres.

Es difícil saber por qué no vamos y decimos lo cierto. La verdad de una. Por qué caemos en la mentira. Si de niño es una de las cosas que primero te enseñan. A no mentir. Creo que para todos sería más fácil, y nuestra realidad sería más vivible. Más fácil.

Nunca sabremos por qué no jugamos ese día. O por qué en esa fiesta nadie te sacó a bailar, cosa que logró bajar tu autoestima notablemente. O por qué nunca quedaste en aquella pega, experiencia que tal vez serviría para mejorar para la siguiente.

Creemos que hacemos un favor al mentir. Yo creo todo lo contrario. Es un flaco favor, que sólo ayuda a hacer más fácil el momento al que miente. Aquel abogado ni se arrugó en mentir a mi lado. No le importó quedar como un falso y mentiroso ser humano. Tal vez –lo más probable- es que nunca lo vuelva a ver. Pero como él, hay millones y esta columna va dedicada a ellos, a los miles de mentirosos, que día a día empeoran este mundo.

Yo claro que he mentido, y más de alguna vez. Pero al menos me avergüenzo de ello. Y con la gente que tengo a mí alrededor, he aprendido que mentir no sirve de nada. Trato de no hacerlo. Ya de adulto, realmente hay mejores y más fáciles formas de resolver los problemas. Por eso, si alguna vez le mentí a alguien, mil perdones hoy aquí. Y a los mentirosos del día a día, alejémoslos o encarémoslos, pero no le hagamos la tarea tan fácil. Ojalá los destapemos a todos. Y queden al desnudo.

Mentirosos al desnudo. Buen título.


Amanda Kiran