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Diecisiete

25 de Noviembre de 2005 | 19:14 | Amanda Kiran
Estaba cerrada. Completamente.

Si estaba cerrada era porque no se podía entrar. No sé por qué teníamos que abrirla, si no era nuestra pieza y además no estaba abierta.

Cerrado: no puedes –o no debes- entrar. Abierto: puedes entrar. Así de fácil.

En esa época me dejé llevar por ella y claro, era una mala influencia. La veía mayor, con mucha personalidad y llevaba mucho tiempo en la selección. Yo, en cambio, era nueva. No estaba dentro aún y me parecía casi único que le gustara mi compañía. Estaba conociendo ese mundo, y fui una presa fácil para alguien que tenía todo en personalidad.

Así que abrí la puerta y entré con ella. Era la pieza que compartían nuestro entrenador y el preparador físico. Sabía que no tenía que estar ahí. Y realmente estaba asustada. Pero me quedé.

Me asustaba más que ella se diera cuenta que tenía susto, a que nos encontraran ahí. Me preocupaba lo que pudiera pensar de mí. Así que me mostré sonriente y calmada, pese a que por dentro quería salir corriendo a reunirme con las demás.

Ella buscaba una lista. No cualquier lista, sino que la nómina para la siguiente gira, que era crucial en nuestras jóvenes carreras deportivas. Yo no sabía lo que ella buscaba. Sólo me pidió compañía…

Buscó, levantó, husmeó, hasta que la encontró. Debajo de varios papeles. Un papel medio rayado que decía Buenos Aires. Eran 17 nombres. En eso no se fijó. Sólo vio un listado de nombres y buscó el de ella.

(Lo más malo de todo esto estaba en que su nombre era seguro. Pero ella quería saber los nombres de las que no estaban en ese listado, para ser la primera en darles aquella terrible noticia).

A veces creo que gozaba un poco con la tristeza ajena.

Recordó todos los nombres del listado y los llevó en su cabeza. En ese escenario estaba yo, asustada cuidando la puerta, como una ayudante de gangster. Y le digo:

-Ya vamos, viene alguien.
-Sí vamos, ya terminé.
-¿Y que hacías?
-Ah, veía la nómina para Buenos Aires. A propósito. Tú estás.
-Sonreí.

Entre la preocupación y la rabia de lo que estábamos haciendo, sonreí. Me alegré al oír la noticia.

Intenté retarla con un discurso patético, que no me compró. Ella sabía que mi sonrisa era constante luego de sus palabras. Y que al fin y al cabo, su entrada a aquella pieza había sido un calmante para mis nervios.

Nos fuimos. La nómina la daban esa noche en la misma pieza de hotel de donde veníamos saliendo. Fuimos al comedor y comimos junto con el resto del grupo. Luego a esperar, reunidas con otras compañeras que estaban conversando nerviosas.

Ella logró su objetivo, y dejó llorando a varias. Unas cuantas más se sorprendieron. Yo presente, pero ausente y callada.

Llegó la hora. Empezó el discurso, ahora del entrenador. El por qué. Las razones y problemas de tomar la decisión, etc., etc., etc. Finalmente llegó el momento de los nombres.
Y empezó la lectura: Ahumada, Soler, Santa Cruz, Fernández, González… Y Kiran no aparecía… Barrientos, Varas, Stuart, Carmona… Y Kiran no llegaba…Y así hasta la número dieciséis. Mi apellido nunca se leyó, y quedé fuera de aquella nómina.

Lo merecía. Estaba claro. Ella no se fijó que mi apellido era el último, la número diecisiete. El apellido en duda. Duda que finalmente se concretó en un no.

No lo podía creer. Aunque ahora siento que en el fondo de mi corazón, lo tenía claro. Fue la última vez que me junté con ella. La última vez que hice algo que no tenía ganas de hacer. Y la última vez que no me nombraron en una nómina.

Y ha sido una de las cosas que más me ha servido en la vida. No quedar.


Amanda Kiran
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