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Fisicoculturistas

13 de Enero de 2006 | 12:32 | Amanda Kiran
Ya he hablado un par de veces de los cambios de casa. Lo traumáticos que son. Tan llenos de estrés, tan molestos. Los cambios de casa me disgustan.

Sí, me gusta llegar a una casa nueva. Vida nueva... cambios de movimiento... de luz... de piezas, de formas.

Cuando ya está todo instalado, es divertido. El antes de esa parte es lo que molesta. He visto parejas a punto del divorcio por esta razón. Malos ratos, peleas, desacuerdos, malos entendidos. Pero esta vez, fue peor que eso.

Contratamos a estos hombrecitos por teléfono. Nos dejaron un papel en el parabrisa del auto y nos pareció afortunado que justamente nos ofrecieran "flete". Fue como caído del cielo. Así que llamamos. Don Luis era el nombre del encargado. Tenía un camión, donde nos cabría todo. Según el.

Todo lo nuestro. Todo. Nuestros muebles, línea blanca, electrodomésticos, todo. Nuestra casa completa. Así que era perfecto.

Obtuve el salvoconducto días antes. También estuvimos varios días embalando. Ayudó en gran parte mi madre, que es un as en lo de "embalar". Todo muy ordenado, con nombres de cada cosa que se embalaba, separado por seccione, protegido para que nada se quebrara. Perfección.

Llegó el día. Todo dispuesto. Llegó el camión y cuatro hombres con él, a las 8:00 de la mañana. En forma muy profesional fueron cargando todo. Ordenado. Metódicamente. Con –casi- elegancia.

Cuatro físico culturistas que aprovechaban su trabajo para alimentar sus músculos día a día. Parecían deportistas de élite. Así los ví yo.

Fue una mañana muy productiva. En un par de horas, nuestra casa completa dentro de un camión. Le dimos la dirección de donde nos cambiaríamos, les pasamos el salvoconducto y nos dijeron que seguirían nuestro auto, para no perderse.

Estaba saliendo todo tan perfecto y ordenado, sin siquiera un mal rato en nuestra película. Llegamos a la nueva casa. Y esperamos al camión -bajando algunas cosas que llevábamos con nosotros- para ir aprovechando el tiempo.
El camión no aparecía. Pasó media hora y nos preocupamos. "Deben estar perdidos", pensamos.

Llamamos al celular y nos contestó don Luis. "Ya vamos llegando", nos dijo, entre risas. Que gusto trabajar con gente que quiere tanto su trabajo, pensé.
Y seguimos bajando lo poco que faltaba.

Pasó otra media hora y el camión aún no llegaba. Volví a llamar, pero ya nadie contestó. Pasaron tres horas y nadie aparecía. Ahí, ya las caras no eran de risas ni tranquilidad. Nos estábamos deformando un poco.

Cuando dieron las cinco de la tarde, ya habíamos ido a carabineros a dar constancia, a pedir una explicación o intentar entender qué había pasado. Fuimos engañados y estafados. Sin darnos cuenta, regalamos todo lo nuestro, en forma embalada y ordenada, a cuatro ladrones que se manejaban a la perfección.

Nunca más encontramos nuestras cosas. Perdimos todo. Todo, en una mañana. Eso fue impactante. Nos costó entender qué había pasado. Llevamos más de cuatro años, juntando de a poco, todo lo que esa mañana perdimos. Sólo cosas materiales, por suerte.

La duda que me quedó... ¿Eran realmente físico culturistas?

Amanda Kiran
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