
"Amanda, igual que el resto", se escuchaba la voz seria y fuerte. "Son sólo 4 veces. Amanda, una vuelta completa a la cancha en 45 segundos. Luego, un minuto de descanso y de nuevo. Eso por cuatro. Tú puedes. Debes lograrlo para poder estar de nuevo en el equipo. Dale, aunque duela".
Todo eso se oía. Y era alentador. Pero era recién la primera vuelta y debía hacer cuatro más. Nada de fácil.
Y se escuchaba aún más: "Dale Amanda, debes lograrlo. Tú puedes". Gritaba mi preparador físico. Gritaban mis compañeras. Y hasta mi conciencia.
Yo sabía que era prácticamente imposible lograrlo. Pero valía la pena el intento. Si no debía esperar 6 meses más para la siguiente prueba. No dolía tanto correr, si no todos los músculos, que casi no respondían.
La primera vuelta fue muy nerviosa. Casi no lo logré. Y cerré justo en cuarenta y cinco. Estaba nerviosa... y mi pulso estaba exhausto.
Luego vino la segunda vuelta. Esa que tiene un segundo respiro. Un ánimo personal, la que busca la mitad del trabajo. Y lo logré. La hice en cuarenta y tres segundos.
Pero venía la tercera. El minuto de descanso se hizo cortísimo. Demasiado corto. Casi no descansé, y tuve que ocupar todas mis reservas en esta tercera vuelta. Fue maratónico.
La verdad, no oía nada más que mi respiración. Concentrada en el calor que me subía por el cuerpo y mis piernas que no respondían. Mi cuerpo estaba exhausto y sólo me mantenía mi orgullo en pie. Pero cerré los ojos y le di con más fuerza. Cuarenta y cinco segundos y medios. Y lo logré.
Pero quedaba una. Eran cuatro. Número par. ¡Qué mal! Y pasó mi minuto y con eso la incógnita de lo que ocurriría. Partió el reloj, y con él el pitazo en mi oído. Corrí, corrí mucho, sin pensar ni sentir. Sin dolor. Sólo corrí. Estaba dando la curva, y fue cuando pasó. Sentí como si me caía a un hoyo. Raro. Como que las piernas siguieron corriendo en banda, y yo no.
Y fue cuando me caí. Sentí entonces, a lo lejos, algunos gritos: "Párate... Tú puedes... Te necesitamos...".
Pero no bastó. No pude ponerme tan rápido de pie. Y llegué en cincuenta y cinco segundos. Lástima. Algunos se fueron de inmediato. Otras me dieron un abrazo. Yo miré a mi entrenador. Fríamente me dijo: "Amanda, nos volvemos a ver en agosto. Trabaja".
Entonces, en agosto será.
Amanda Kiran