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Italia perdió un hincha

30 de Mayo de 2006 | 17:45 | Amanda Kiran
A pocos días (10), a pocos minutos de que empiece el Mundial, se vive una euforia diferente. (Aunque habitual antes de cada Mundial).

Hay expectación. Con eso, ventas de televisores en forma masiva, promociones extras en planes de televisión por cable, paquetes en los restaurantes, comodidades nuevas en los centros de comidas, etc.

A pesar de la ausencia de Chile, el espíritu deportivo se vive en gloria y majestad.

En uno de mis lugares de trabajo –por ejemplo- ya hay dispuesto un televisor del año uno, para que alumnos, profesores y apoderados puedan ver algún momento del Mundial.

Alemania, como buen país europeo desarrollado y organizado, tiene puesta las antenas del mundo sobre él. Se espera mucho de este Mundial, y de esta fiesta deportiva.

Desde otro punto de vista, este Mundial perdió un tremendo hincha. Un hombre que a sus 97 años alcanzó a ver quizá unos 18 mundiales. Desde el primero (1930) en Uruguay, hasta el de Japón Corea (2002).

Seguro, como buen italiano, que tenía su pasión puesta en los europeos, que siempre dan que hablar. Pero de todas formas su corazón, que ya hace tiempo fue regalado a una chilena, estaba siempre dividido.

Estuvo acá entre nosotros, guiándonos por varios lugares. Por varios frentes. Por muchos paisajes.

Nacido en Italia y arribado a Chile a los tres años, este doctor decidió finalmente partir. Su cabeza no lo abandonó nunca. Al igual que su preocupación por los que quedaban acá.

Cómo vivir sin el tata, como le decíamos cariñosamente todos (compañeros de trabajo, amigos, nietos, hijos, sobrinos, todos). Y tuve que verlo partir, a un año de haberme reencontrado con él. Pero alcancé a conocerlo, quererlo, escucharlo, echarlo de menos, reencontrarlo, visitarlo y dejarlo partir.

Y es que las despedidas por estos días han estado demasiado cerca en mi vida. Y después de 97 años, imaginen, la cantidad de mundiales que vio, los incontables partidos de tenis con los que seguro vibró, quizá cuantos partidos de fútbol jugó.

Con sus 97 años, recuerdo sus millones de caminatas. Muchísimas más atenciones. Visitas médicas. Mil millones de consejos. Palabras eternas. Demasiado cariño. Esposa, hijos, vida, en vida. (Nada de fácil).

Y robándome las tiernas palabras de un familiar muy cercano, me vuelvo a emocionar. Gracias por el amor a los demás, el respeto por el otro.
El cariño. La ternura. Parte de mi alma se doble con la pena.

Recuerdo la suerte que tuvimos: cuando enfermábamos, era la cabeza del tata la que nos daba calor en el pecho, cuando buscaba nuestro corazón. Nos decía cómo bañarnos, cómo no enfermarnos, cómo hacer para cuidarnos.

No puedo si no estar orgulloso de él y sentirme premiada. Si lo pienso bien, quería tirarme adentro con él. El tata traspasó las edades en el amor. Desde los recién nacidos hasta los viejos. Todos nos quedamos con algo, con su mensaje. Que afortunados somos.

Mientras escribo, ya la visión se alteró y mi pantalla está borrosa por la emoción. A las puertas del próximo Mundial, me queda sólo por comentar que nada va a ser igual, sin sus ojos sobre nosotros y sobre Italia.

Nada es igual cuando alguien nos deja, pero en este caso nada podría ser ni un poco parecido porque tocó demasiadas generaciones de la misma forma. Con su varita mágica. Y magia es lo que llevo hoy día en mi corazón.

En Italia ni se pueden imaginar al hincha que perdieron.

Amanda Kiran
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