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Ubicada pasión

21 de Julio de 2006 | 17:29 | Amanda Kiran
De forma extraña, pero emotiva, me llegó a los oídos la noticia que el Colo Colo le tendería una mano a la universidad de Chile para que, los recién nombrados junten algo de dinero con intención de rearmarse.

"Queremos que el deporte chileno salga adelante", dijo el síndico del Colo. Que palabras más maduras e inteligentes.

Es que no es tan obvio, después de ver peleando a los hinchas, escuchar sólo noticias donde vemos jóvenes sangrando en camillas tras un clásico... y luego, veamos como se estira el brazo al archirrival.

Sinceramente, creo que debería ser lo natural... pero últimamente no ha sido así.

Generalmente vemos todo lo contrario, en todo. Y llama la atención cuando nos salimos de ese tinte. Da gusto... eso sí. Un gusto dulcemente adictivo. Fue cuando recordé sin ir mas lejos la realidad de mi oficina.

Tengo dos compañeros de oficina, apasionados por el fútbol. Uno albo, el otro, azul. Ambos fanáticos de sus estrellas. Las cuentan, las comentan, las pelean. Las lloran.

El azul, es un poco más apasionado que el albo... y eso que Colo Colo es Chile dice él. En mi oficina se vive un universo paralelo. Una vida futbolera en miniatura. Dos barras bravas en constante pugna. Pelean, se enojan, se hechan bromas, se quieren. Son amigos. Amigotes. De diferentes mundos. Con diferentes trabajos. Diferentes estudios. Diferentes realidades. Diferentes sueldos. Diferentes responsabilidades y culturas. De distintos equipos. Y ¡Qué distintos! Amigos igual.

Llegó el día de la final del torneo de apertura. Llegó el día en que uno se comería su ira, en silencio. Llegó el lunes, tras la final. Un lunes diferente. Un silencio inusual. Había que enrostrarle al otro, que había un ganador. Había que reírse del vecino, porque el fútbol nacional tenía campeón.

Personalmente, hace rato que el fútbol nacional no me motiva. Desde un tiempo largo ya, que ni me acuerdo de los partidos y el estadio. Pero ellos, son el cable a tierra de que este país que aun gira bastante alrededor de ese mundo. Apareció Alfredo, y Roberto no habló. Al revés, sé que habría sido diferente. Alfredo, se habría sentado en la cara de Roberto. Pero aquí, el respeto fue distinto.

Todos, nos sentíamos un poco tristes, porque conocemos la pasión del hincha azul. Y el albo, se mantuvo callado. Le bastaba con la alegría personal. Durante toda la mañana, las paredes parecían de luto. Ni el teléfono sonaba. Era un lunes extraño.

Tipo doce del día, Alfredo se acercó a Roberto, y le dijo... "Te felicito"

- Gracias Guatón. Estamos contentos.
- No me dis detalles "hueón".

Llegó la hora de almuerzo... esa que comparten día a día juntos. Alfredo avisó que no le quedaban vales de almuerzo, y que por lo mismo, no iría a almorzar. Entonces Roberto alargó su brazo (igual como lo hace el Colo hoy) y le dijo "guatón, feliz te regalo un vale... vamos a almorzar, te juro que no hablo de fútbol. "Ya hueón...", contestó. Duro, pero emocionado. Y se desaparecieron en la puerta metálica del ascensor.

Por ese rato... volví a creer. En ese momento, me volvió a gustar. Y ellos no tienen idea.

Amanda Kiran