
Todavía recuerdo la época, cuando no me gustaba para nada correr. Ahora me doy cuenta que eso va marcando directamente la edad. Mientras más viejo te vas poniendo, más le vas agarrando el gustito a correr. Hasta pagas por correr, 10 o más kilómetros.
Pero había una época donde hacías de todo por sacarle la vuelta al trote. De todo por saltarte o acortar esa parte. Todavía recuerdo la peor vez. La vez más vergonzosa de todas. La vez que quedó la palabra trotar como algo permanente en nuestras mentes.
Con la Lore generalmente nos acompañábamos y "corríamos" los mismos riesgos. Esta vez no corrimos, y ese era el riesgo. Decidimos partir con todo el grupo, pero se nos ocurrió la genial idea de escondernos tras un arco en la mitad del circuito. Cuando pasaran por tercera vez, nos uniríamos al grupo y nadie notaría nuestra ausencia.
Se nos olvidó un detalle importante. La Lore es y será siempre pelirroja. Y no un pelirrojo light. El pelo más rojo del colegio era el de la Lore.
Famosa, entre otras cosas, por eso.
De todas formas, como todo lo hacíamos juntas y a veces ninguna razonaba antes de hacerlo, llegó el arco y de guata, con un verdadero piquero, nos escondimos tras él.
Nos reíamos como locas sabiendo que la maldad tenía algo de arriesgada. Y eso nos generaba mucha risa nerviosa. Esperamos la primera pasada y el lote llegó. Algunas nos vieron y se rieron, otras ni nos miraron. Un par se enojaron.
El mundo es y será así. Que te importa realmente lo que haga el de al lado, si no te afecta directamente. Pero la envidia, el cansancio, la molestia, la indignación, crean un perfil: la acusete.
"Profesora, fíjese atrás del arco", dijo una al pasar. Eso bastó.
El pelo se aparecía tenue y se veía a lo lejos. Fue suficiente. Un poco más allá, seguido por señas de la primera, la segunda profesora, como un carabinero con su radar, atajó al grupo. No lo dejó seguir a la tercera etapa, y quedaron elongando ahí.
La otra encargada fue a buscar al director del colegio y al alumno de cuarto medio encargado de los castigos deportivos. Toda una humillación en masa.
Nosotras, entre comentarios y risas, nos percatamos de que estaba pasando demasiado rato desde que habían pasado por segunda vez. Y no llegaban... y no llegaban... y no llegaban.
Levanté un poco la cabeza, y me sentí en Atacama. No se veía nadie. Vacío, varios metros a la redonda. Un arco, la Lore, Amanda y el pasto. Llegó el nerviosismo.
Entonces, fue cuando apareció la sombra, alta, negra, luego una segunda y detracito la tercera sombra sobre nuestras cabezas. El rector, el alumno y la profesora.
La frase "no me lo esperaba de ustedes", dijo ella. "Menos de ti Amanda, que te gusta tanto el deporte", replicó el alumno. "Es una lástima, y viene el castigo", terminó el director.
Reto. Castigo. Vergüenza. Miradas. Varios sábados trabajando. La palabra trote, ligada a la Lore y a mí por varios meses. Pero el fin último fue cumplido. Ese jueves, las tres vueltas nunca las dimos.
Amanda Kiran