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Y se fue

08 de Septiembre de 2006 | 16:38 | Amanda Kiran
US Open 2006. Diría único, y por lo mismo, diferente. Y lo quiera o no, para mí, ya terminó.

La final llegó en tercera ronda, cuando se despidió Andre Agassi. Sabía que mi secreta ilusión de que llegara a la final era un sueño, y por lo mismo, un imposible.

Aunque fuera el Open "gringo", no era una película dirigida por ellos y era prácticamente imposible que mi ídolo llegara a la final. Así que su despedida la vivimos con un partido inolvidable con Baghdatis y luego otra, menos perfecta eso sí, con alemán Becker (el desconocido).

Pero no sólo fueron cinco agónicos minutos de aplausos y devoción. Fueron 21 años de magia y de calidad. En su estilo. El Kid de Las vegas. Agassi, descendiente de armenios.

Nació y creció en Las Vegas, Estados Unidos, y vive allí cuando su actividad se lo permite. Su padre, Emmanuel Agassi, deportista que participó en los Juegos Olímpicos de 1948 y 1952 representando a Irán en boxeo. Tras emigrar a Norteamérica acortó su apellido de Agassian a Agassi.

Su fanático padre quería a toda costa que algún hijo suyo siguiera sus pasos deportivos, y le pasó a Andre su primera raqueta a los 2 años. De ahí vino la seguidilla de acciones naturales de un tenista con su calidad.

Cuando cumplió 14 años fue enviado a la academia de Nick Bolletieri en Florida, y se convirtió en jugador profesional a los 16. Fue el tenista más joven en superar la marca de un millón de dólares en premios, en diciembre de 1988, tras sólo 43 torneos.

Y vinieron más y más cosas para él. Siempre se mostró como un rebelde. Usaba el pelo largo, aros, ropas coloridas y desafiaba todos los aspectos conservadores para la época. Su tenis era lindo y la gente lo admiraba y lo seguía. Sobre todo cuando vino Wimbledon, y salió de punta en blanco.

Un maestro.

Pero ahí no se detuvo, luego vino algo mejor aún. El mundo lo vio bajar, por diferentes razones, al puesto 141 del ranking en 1997. Entonces cambió el look. Afeitó su cabeza, comenzó a entrenar como nunca y se reincorporó rápidamente al grupo de los "top ten". Luego vino su vida con Steffi Graf. Destacada tenista y madre de sus dos hijos.

Desde que Rod Laver ganará el Grand Slam en 1969, no ha existido tenista masculino que lo haya hecho y ha sido Andre Agassi el único que, desde esa fecha, ha ganado los cuatro torneos del Grand Slam, aunque no el mismo año (a este hito se le denomina Grand Slam de carrera).

¿Cuándo? Abierto de Australia en 1995, 2000, 2001 y 2003. Roland Garros en 1999. Wimbledon en 1992. Y US Open en 1994 y 1999.

Si a este hecho le añadimos la medalla de oro olímpica que ganó en 1996, es el único tenista que ha ganado lo que se denomina Golden Slam (los cuatro torneos del Grand Slam y la medalla de oro en los JJ.OO, aunque al haberlo hecho en años diferentes se denomina Golden Slam en la carrera.

Pero no está lejano a ello porque está casado con la única tenista que ha ganado el Golden Slam en un año (1988). Hasta eso Agassi sabe hacerlo bien.

Sé que esta columna es prácticamente una bibliografía. Pero es una de las despedidas que más pena me han dado… Porque no sólo es un tenista grande y único. Es un ejemplo de superación. Un ejemplo deportivo. Un verdadero ídolo.

Los cinco minutos, los llantos, los aplausos, la espera de sus compañeros en el camarín, el speech de despedida. Todo me parece poco.

Viví prácticamente mi vida deportiva en conjunto con la de él. Estoy ansiosa por saber qué seguirá en su carrera. Disfruté en vivo el duelo contra Nadal en Wimbledon, luego contra Baghdatis en el US Open y sufrí con Becker. Pero lo mejor es que sigue ahí.

Sigue su historia. Sus metas, su personalidad única. Me acuerdo y me emociono. Y es que Agassi pasó, pisó y desafió toda frontera, y supo hacerlo bien. Por eso esta columna, completa, se la regalo –aunque nunca la lea- solo a él.

Y le deseo en todo lo que viene un buen viaje.


Amanda Kiran
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