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Caché

La culpa no se filma

02 de Octubre de 2006 | 15:39 | Antonio Martínez

Una cámara fija e inmóvil filma la fachada de una casa durante horas, es un barrio tranquilo de París, el tráfico, los paseantes, el pequeño jardín y el ingreso y salida de Georges Laurent (Daniel Auteuil), su esposa Anne (Juliette Binoche) y el hijo de ambos: Pierrot (Lester Makedowsky).

Las imágenes anteriores están en un video que reciben de manera anónima los dueños de la casa, no es el primero y tampoco será el único, por lo que el matrimonio se siente amenazado y desprotegido por esta primera aproximación y por este primer registro de sus vidas en un plano general, desde el frente y posteriormente desde las alturas. Georges es el anfitrión y conductor de un programa literario en televisión, su mujer es editora, Pierrot estudia en el colegio y la familia pertenece a una clase social ilustrada, satisfecha y ahora desacomodada por estos videos.

En el siguiente envío aparece la fachada de un caserón campestre: la de los padres de Georges, el lugar donde fue niño e inocente, se supone. Y luego uno más específico: una plaza, el interior de un edificio y un largo travelling que llega hasta la puerta de un departamento. Ya no son las imágenes fijas de un plano general, esta vez el registro es más elaborado, hay movimientos de cámara, es mayor la información y también el grado de inquietud de Anne, que atesora una certeza: su esposo algo le oculta.

El video es también un mapa y una invitación para que Georges vaya a esa plaza, golpee la puerta del departamento señalado y descubra lo que está escondido.

Michael Haneke, el director de "La profesora de piano" (2001), filmó una película inteligente e inquietante, que fue premiada en diversos festivales, el más importante Cannes 2005, donde obtuvo tres galardones, entre ellos el de Mejor Director.

"Caché (Escondido)" emplea los mecanismos de una intriga policial como pretexto, pero su meta final no es descubrir a la persona que filma videos y tampoco resolver un caso particular. Su propósito es abrirse a sombras mayores, sombras individuales que se funden en lo colectivo y el resultado es una culpa social difusa y ambigua, pero finalmente una culpa del hombre y sus circunstancias: memoria personal, ideas aprendidas y enseñadas, racismo, la huella de los pueblos invasores, la marca de los invadidos y ese abismo de riqueza y oportunidades entre países y ciudadanos, donde unos pocos son de primera, más de segunda y la mayoría de tercera.

Ésta es la historia de un europeo de primera que es francés, intelectual, con muy buen pasar y desde luego exitoso, pero que, sin embargo, cierra las cortinas de su pieza, se desnuda con sus secretos y se guarece en una cama cómoda y cálida, a buen recaudo de lo que alguna vez se llamó pecado social. Y si no logra conciliar el dulce sueño, un par de pastillas, quizás la posición fetal y a dormir sin culpa.

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