"El niño", la película que le dio a los hermanos Jean-Pierre y Luc Dardenne su segunda Palma de Oro, en el Festival de Cannes del año pasado, se inscribe dentro de la línea naturalista, despojada y directa que tan bien le ha hecho a la historia del cine. A medida que observamos cómo Bruno (Jérémie Renier), un joven ladronzuelo de poca monta, que vive de la limosna, el seguro social y lo poco que consigue con su modesta banda, desciende al infierno creado por sí mismo, incapaz, entre otras cosas, de aceptar la paternidad que le ha llegado repentinamente de su pareja, es imposible dejar de pensar que sin ese estilo realista y algo seco esta historia hubiera resultado muy difícil de contar adecuadamente. En otras palabras, donde una ficción televisiva ordinaria habría sembrado una fogata de lugares comunes, énfasis y música tétrica, esta cinta mantiene la distancia y la ecuanimidad; confía en que la inteligencia y sensibilidad del espectador no necesita de subrayados ni reiteraciones. Lo que vemos es frío, recién llovido, los extramuros de una ciudad industrial, gris, de carreteras sin pasos peatonales, donde Bruno está siempre llevando cosas de un lugar a otro, cada vez más grandes, en una notable analogía al tamaño de su culpa. En ese mundo, las relaciones están marcadas por las transacciones monetarias y, para Bruno, el dinero es la única fidelidad que importa. ¿Es la única? A medida que corre el relato, un relato moral como pronto nos resulta evidente, ya no será tan nítido.
Es cierto que, pese a la inteligencia con que los belgas Dardenne llevan su narración, hemos visto películas filmadas con un ánimo y una actitud semejante. Las cintas del inglés Mike Leigh o "La vida soñada de los ángeles" (1998), el notable trabajo de Francois Ozon, están en la línea de "El niño" y son de su misma escuela si se quiere. Así, pedirle originalidad a su propuesta es casi tan inútil como pedirle efectos especiales. Los Dardenne creen en un cine sin grandes faramallas, desligado de eso que se conoce como onda, pero que, sin embargo, es capaz de registrar y organizar algo caótico e informe como la conciencia humana.