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La Hija del General

Traición y perdón

02 de Octubre de 2006 | 17:53 | Antonio Martínez
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Bazuca Films

Los primeros espectadores de este documental fueron la Presidenta Michelle Bachelet y su círculo. La directora María Elena Wood, con este gesto de educación, agradecía a la protagonista y a su madre, Angélica Jeria, el apoyo y colaboración.

El gesto y la función revelan las fronteras y límites de "La hija del general".

A favor del documental está la confianza depositada y por eso la viuda del general Alberto Bachelet descubre el pasado lejano: diapositivas olvidadas, una grabación con la voz del militar humillado y las cartas del hombre muerto en prisión.

Está el retrato del padre admirado por su hija, pero el documental, en este punto, necesitaba explicar con mayor precisión las razones de la crueldad que se incuba contra Bachelet. Como director de la Secretaría Nacional de Distribución en 1973 sostuvo un puesto clave en la agonía de la UP, al enfrentar el desabastecimiento, la distribución de alimentos y, en definitiva, impedir el avance de la desesperación y el descontento. En el fondo, detener o retardar el mayor engranaje del golpe de estado que rápidamente lo envuelve de manera mortal.

En este clima de confianza que aporta "La hija del general", pero ahora en el pasado reciente, Michelle Bachelet descubre su intimidad durante la campaña electoral: pasos de baile, el enojo con algún periodista, la rutina del colegio con su hija, y está la candidata distendida rodeada por los suyos y con el pueblo al fondo.

En el testimonio de una amiga de los tiempos terribles, los de Villa Grimaldi, aparece el nombre de Jaime López Arellano, novio de la joven Michelle, dirigente del PS, preso, torturado, reconvertido en delator y luego detenido desaparecido.

El documental da pocas luces sobre el dirigente y la relación; más bien se retira con prudencia, aunque deja que la amiga, en su relato, describa la actitud de la joven: de incredulidad y de seguir confiando en su novio. El gran tema de "La hija del general" es la traición y la película se asoma al borde de ese pozo negro y vislumbra el fondo, pero luego se aleja sin mover las aguas sucias.

Primero la traición al padre, torturado por sus compañeros con la alegría y silencios del caso, que veían en Bachelet a un funcionario de la UP y con la mirada enferma de entonces, también a un traidor. Años después y en el trabajo clandestino, es la delación de un compañero del socialismo y del corazón, que destrozado por la tortura llega a la traición.

La traición es un blasón trágico en los Bachelet y es un sino que el documental palpa, pero no explora, como tampoco la traición y su cosecha humana: ansias de justicia, odio, desconfianza y venganza.

La profundidad de la herida y el daño inferido a los Bachelet, lo más complejo e inquietante, se disuelven en la construcción del perdón y reconciliación, en el material de la cicatriz y la naturaleza de la cauterización. Un proceso que culmina con una función privada en La Moneda, algo externo al documental, pero que sin duda lo completa y sella. Son demasiadas traiciones para una vida y la admiración de María Elena Wood por Michelle Bachelet, quizás está en esto: una mujer que perdonó lo imperdonable.

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