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Padre

26 de Octubre de 2006 | 16:47 | El Mercurio Online
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Universidad Mayor

Figura Indeleble


Pedro Labra Herrera


Tercera parte y final de la trilogía La Patria, "Padre" culmina el más ambicioso proyecto jamás realizado en nuestro medio de reflexionar desde la escena sobre Chile y el ser chileno hoy, mirando al país como un cuerpo social herido por su historia reciente. El resultado procede además de un laboratorio teatral que indagó en un lenguaje centrado en el acto de narrar, en el límite mismo del drama y la representación. Aquí el elenco actúa como simple mediador de un discurso, y al espectador se le exige dejar de lado el modo convencional de percibir un espectáculo.


Nadie sino Rodrigo Pérez -quien une a su importante trayectoria de director su formación como psicólogo y la preocupación por la cuestión social y política- podía abordar un desafío semejante con tanto rigor e interés.


En "Padre", los diez actores enuncian una densa secuencia fraccionada de textos de diversas fuentes sobre la figura paterna, entrecruzados con sus propios recuerdos biográficos. Ese material se yuxtapone con un trabajo gestual que expresa un gran desasosiego físico, y proyección de viejas fotos familiares y otras imágenes, todo en un contexto severo y despojado que rehúye cualquier psicologismo y enganche emocional.


Intrigante y hasta hermético en su mayor parte, el conjunto de estímulos -que se supone debe permear al espectador a partir de la asociación libre y en un nivel no consciente- puede resultar sin duda árido y conceptual. Se demora demasiado quizás en articularse como una revisión de las distintas imágenes posibles de padre: como símbolo de poder y autoridad, de fuerza y protección, modelo de identidad, brazo castigador y represor, a veces sello de ausencia o abuso. Sabemos que se nos está hablando de una figura que no se puede excluir de la vida de cada cual, y lo que se escucha suele tener una intensa carga confesional. Aun así, es posible que uno permanezca fuera de la propuesta escénica durante su desarrollo. Luego, no obstante, es difícil sustraerse a la potente huella que dejan sus signos.

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