VIÑA DEL MAR.- La de Franco de Vita fue una presentación basada principalmente en la calidad de su voz, que se mantiene intacta con el paso de los años. Algo por lo que ya había que premiarlo, cuando el show de las viejas glorias se basa más que nada en la pirotecnia escénica para ocultar los ripios artísticos.
El cantante venezolano, entonando sus clásicos de una carrera que abarca los '80, '90 y actual década, como "Cálido y frío", "Te veo venir, soledad", "No basta" y "Te amo", se paseó por la Quinta Vergara como dueño de casa, con la total complicidad del público femenino y masculino que lo esperó pacientemente tras el número de Peter Frampton y la Competencia Internacional.
Su show fue íntimo, a media luz, donde sólo faltaron las copas de vino. Sentado al piano o corriendo por el escenario, el efecto era el mismo: una conexión total con sus fans, como si estuviese cantándoles en el living de su casa.
De Vita pagó así con creces su tardía llegada al Festival. Un situación que él mismo reconoció sobre el escenario. "Pensé que nunca iba a decir esto. Buenas noches Viña (...) Veía esto por TV y a mis compañeros y decía cuando me tocará a mí", contaba en sus primeras canciones.
El problema es que el artista se tomó en serio esto de que tenía ganas de pisar la Quinta Vergara. No quería irse del escenario, aunque tampoco lo dejaban partir.
La Quinta terminó embobado con sus interpretaciones. Incluso le perdonó que cantara con "Lucho Jara".
Por ello la extensión de su show retrasó en más de una hora la jornada festivalera. Ni siquiera luego de darle dos antorchas y dos gaviotas de plata (porque la de oro hace tiempo que dejó de estar en vitrina) se dejaba de pedirle que siguiera cantando. Tanto así, que recién a las dos de la mañana se pudo realizar la competencia folclórica.