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La devoción por Marco Antonio Solís volvió a sentirse en Viña del Mar

Tal como en 2005, el mexicano fue amo y señor en una Quinta Vergara llena de maduras fanáticas, que le regalaron dos antorchas, una gaviota y chillidos por miles.

25 de Febrero de 2008 | 00:13 | Sebastián Cerda, enviado especial a Viña del Mar
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Solís incluso se permitió interpretar una versión de ''Si vas para Chile'' junto a su orquesta.

Ricardo Vásquez, El Mercurio

VIÑA DEL MAR.- Ya hay algo totalmente instalado en nuestro país. Algo a lo que podríamos llamar "el efecto Solís", que incluye elementos de histeria, devoción, fanatismo y multitudes. Un efecto producido cuando el cantautor mexicano Marco Antonio Solís se para sobre un escenario, y que esta noche en el Festival de Viña del Mar escribió un nuevo capítulo.


Sólo uno más de una historia que comenzó hace tres años en este mismo escenario, y que meses más tarde se manifestaría incluso con desmanes en el Parque O'Higgins. Desde entonces no se ha detenido. El protagonista vuelve regularmente cada tanto, con una convocatoria a toda prueba, y la situación no cambia.


Por eso el arrollador éxito de Marco Antonio Solís en Viña 2008 podrá seguir siendo llamativo, pero en ningún caso es sorprendente. El mexicano, por más alergia que produzca en ciertos paladares, es de esos artistas que ya se han instalado en la banda sonora vital de su fanaticada, de la mano de mensajes de amor y dolor sin dobles lecturas, y de una fórmula que recoge los principios de la balada más primaria, el bolero y la música mexicana.


Los mismos que hoy volvió a reproducir en Viña desde que apareció en el escenario cerca de las 22:20 horas, con esa estampa entre tejana y profética que derrite a sus maduras fans, tanto como las alusiones a sus "hermanitos" y a sus "damitas".


Sólo un recurso de una baraja que incluye saludos personalizados, recolección de cada obsequio que le es arrojado, caricias a los niños, y hasta besos en la cara y las manos para las fanáticas en ubicaciones más cercanas al escenario. Podrá sonar burdo, pero la empatía está garantizada.


¿Qué se podía esperar, entonces, del paso de Solís por esta instancia en que las pasiones en vivo se exaltan más que en otras? Que simplemente pasara lo que pasó: Un recinto totalmente lleno, coreando de a una canciones como "Hombres perfectos", "Mi eterno amor secreto", "Dónde estará mi primavera" y "Si no te hubieras ido", capaces de tocar como ninguna la fibra popular.


Un público que incluso celebró cada uno de sus movimientos, y que coronó todo ello con los tradicionales trofeos viñamarinos y con la prolongada solicitud de su regreso a escena, en sólo una postal más del "efecto Solís" en Chile, como otras que, seguro, más temprano que tarde volveremos a observar.