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Tiempo congelado

El trío alemán —que a Chile llegó como dúo— se presentó ante la misma tribu que baila sus dos grandes éxitos semana tras semana. Un refugio que permitió pasar por alto lo irrelevante de su trabajo en los últimos dieciocho años.

26 de Noviembre de 2007 | 17:10 |
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Camouflage sólo trató de exprimir el nombre de Camouflage con sus únicos dos grandes éxitos.

Cristián Soto L.

Una pista central entusiasta y casi llena espera en la discoteque Blondie al grupo alemán Camouflage. Una de las visitas de más bajo perfil en el agitado calendario de conciertos de fin de año, gracias a lo nebuloso que incluso el nombre de la agrupación, con el paso del tiempo, se volvió en el recuerdo de la mayoría.

La consecuencia es comprensible. El trío, con cerca de una decena de álbumes, había puesto su nombre en los rankings (también chilenos) antes de 1990, casi exclusivamente gracias a los temas "The great commandment" y "Love is a shield". Un recorrido escueto por las esferas más altas del pop mundial, que sigue siendo la excusa para hoy, veinte años después, visitar lugares como Chile por primera vez.

¿Qué se debe esperar, entonces? ¿La sorpresa de descubrir el trabajo de años que no estuvieron a nuestra vista, o una revisión por el recuerdo más concreto al que el nombre de la banda lleva? En esa dualidad, la opción de los alemanes fue sin dudas la segunda. Un recorrido que no pretendió revisitar sus éxitos, sino observarlos desde una perspectiva cuasi arqueológica: apegados sin grandes variantes al sello synth pop de los '80, con una fórmula de sintetizadores tan esquematizada que incluso pudieron prescindir del ausente Heiko Maile sin mayores traumas. Un factor que se suma a la voz grave de Marcus Meyn, reconocido por sus notorias similitudes con el registro de David Gahan, lo que hizo que muchos atribuyeran erróneamente a Depeche Mode las canciones más conocidas del trío en sus inicios.

Pero mientras la banda de Gahan, Gore y compañía conserva su vigencia y categoría a más de dos décadas, Camouflage hoy es parte de los que —como Boy George o Dead or Alive, entre otros— sólo continuaron tratando de exprimir su nombre en clubes de diversa categoría, después de los '80.

¿Es porque, a diferencia de los primeros, no circularon por caminos de reinvención ni se pusieron nuevos desafíos sonoros? No necesariamente. Los antecedentes de la música pop indican que ello no es tan relevante como hacer buenas canciones. En ese sentido, claramente es el pasado el que mejor puede hablar por Camouflage y así quedó claro el sábado. Cuando se apartaron de él, el mermado trío no ofreció más que composiciones que simplemente descansan en el pulso sostenido y el sonido sintético, sin mayor trabajo melódico.

¿De dónde, entonces, el entusiasmo? Seguramente, del buen resguardo que ofrece un público que es una verdadera tribu, que semana tras semana baila "The great commandment" y "Love is a shield" en las pistas de lugares como la misma Blondie. Para ellos, la visita de los alemanes es parte de un credo. La ventana a un pasado sonoro y estético que admiran y añoran, y que grupos como Camouflage simplemente se encargaron de congelar.

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