
Así, en abril, inició las radio y quimioterapia en forma simultánea, cuestión que la tuvo tres meses concentrada luchando contra el cáncer. “Fue el período más complicado, el más jodido; el tratamiento es súper fuerte, bajé de peso, me mareaba, no comía nada, me cambió el color de la cara y además, estás con todo un cuestionamiento de vida, porque no sabes cómo va terminar todo, si vas a vivir o te vas a morir”.
Al terminar ese proceso se hizo una evaluación y se concluyó que no operar era un riesgo muy alto por lo que al mes fue sometida a una histerectomía. “Era el protocolo médico y uno apuesta por aquello que da más seguridad. Era lo que había que hacer y ya”.
Para Carolina el camino no fue fácil porque tenía a sus dos hijas muy chicas y además, su matrimonio empezó a dar las primeras señas de la crisis que vendría después. Explica que no se sintió apoyada por su marido, se desilusionó y, sumados los problemas que arrastraban, la unión se terminó.
“Me concentré en mejorar. Mi recomendación es buscar el lado positivo, concentrar toda tu energía espiritual, mental en salir adelante, no quedar presa del pánico; el mundo no se acaba y mi familia y mis amigas estuvieron conmigo. Influye mucho en la recuperación como lo tomas, te puedes echar a morir… hay gente que lo pasa peor, gracias a Dios yo tenía ya dos hijas, había sido madre y eso me ayudó”.
En su búsqueda de respuestas concluyó varias cosas. “No me sentía culpable, había sido cuidadosa, había tenido una vida normal para una mujer de mi edad y en el fondo esto le puede pasar a cualquiera. Lo que sí me hizo repensar fue la necesidad de parar esa vida estresante; uno trabaja, quiere ser mamá perfecta, esposa, hija, vas allá y acá y en algún momento el cuerpo se manifiesta. No tuve rabia, lo tomé como una señal de la vida, como un ‘hello’; estas cosas pueden suceder”.
Pasados ya cuatro años, Carolina asegura que no vive con temor. “Siempre estás con la espada de Damocles porque te puede dar cáncer en otro lado, uno nunca sabe, pero no puedo vivir pensando día a día en eso, viviendo con angustia”.
Regresó a su trabajo tras varios meses de licencia y como cambió el enfoque de la vida hoy sólo se propone ser feliz, vivir en paz, con armonía y equilibrio. Tiene una nueva pareja y una relación que la satisface plenamente, incluso en el plano sexual.
De las cosas positivas que dejó su experiencia menciona que una vez que se conoció el diagnóstico todas sus amigas y su hermana corrieron a la clínica a hacerse sus exámenes PAP. “Hay que ser súper rigurosas, a todas nos puede pasar”.
“Esto te da más fortaleza, te paras frente a la vida de otra manera, si eres capaz de pasar hacia el otro lado ya eres súper fuerte, un tanque”, dice.