La Pietà
Fueron un Baco y un Cupido que Miguel Ángel esculpió para un banquero los que le ayudaron a mostrar su trabajo y así ser elegido para hacer La Pietá del Vaticano, obra que completó entre 1498 y 1500, cuando tenía 25 años.
La escultura sigue en su emplazamiento orginal
La escultura, de mármol, se conserva en su emplazamiento original y es la única en que aparece la firma del autor.

La estatua muestra a María con el cuerpo de Jesús, que acaban de bajar de la cruz, en sus brazos.

El trabajo, de 1,80 metros, sobrecoge por su delicada belleza y está protegido por una vitrina.

El artista hizo también la Pietà del palacio Rondadini, que elaboró durante noches iluminado por velas. Esta figura inconclusa lo acompañó hasta la muerte.

Se dice también que la Pietà Palestrina es de su autoría, aunque no está comprobado en un cien por ciento.

La Capilla Sixtina
La Capilla Sixtina debe su nombre al Papa Sixto IV della Rovere, quien hizo reestructurar la antigua Capilla Magna entre 1477 y 1480. Posteriormente, Julio II della Rovere (Pontífice de 1503 a 1513) sobrino de Sixto IV, decidió cambiar parte de la decoración y encargó los frescos a Miguel Ángel en 1508. Así, pintó la bóveda y los lunetos.

El artista no conocía la técnica del fresco e incluso sugirió que Rafael, quien ese año empezaba a pintar las estancias del Vaticano, lo podría hacer mejor. Pero Julio II insistió en dejarlo a cargo.

Miguel Ángel no quiso recibir ningún tipo de ayuda. Incluso desechó el andamio que había hecho Bramante y levantó otro. Expulsó a los pintores florentinos que habían traído para cooperar e hizo borrar todo lo que ellos habían pintado. Se quedó sólo con algunos ayudantes.

Desde el 10 de mayo de 1508 estuvo día tras día acostado en el andamio para pintar el techo. En sus cartas se quejaba que, pasado un año, el Papa aún no le daba ningún dinero a cambio de su trabajo.

La obra además presentó problemas antes de estar lista. Cuando terminó de pintar el Diluvio, las figuras comenzaron a borrarse a causa del moho. Miguel Ángel se negó a continuar, pero Julio II lo obligó a seguir.

Al terminar la cúpula, el 2 de noviembre de 1512, "se había estropeado tanto la vista, que mucho tiempo después no podía leer una carta, ni mirar un objeto, sino poniéndolos sobre su cabeza para verlos mejor" (Vasari).

Los nueve recuadros centrales representan las historias del Génesis, desde la Creación hasta la Caída del hombre, el diluvio y el nuevo renacer de la humanidad con la familia de Noé.

Profetas y Sibilas sentados en tronos monumentales se alternan en los lados largos, mientras que en los cortos, sobresalen las figuras de Zacarías y, sobre el altar, Jonás.

Las grandes pechinas colocadas en los ángulos de la bóveda, narran cuatro episodios de la milagrosa salvación del pueblo de Israel.

En las ocho enjutas se encuentran pintados al fresco grupos de figuras que integran, probablemente, la serie de los Antepasados de Cristo de los lunetos ubicados abajo. Con respecto a su identificación precisa, la opinión de la crítica aún es discordante.

El Juicio Final
Eran dos las pinturas que encargó Clemente VII a Miguel Ángel a mediados de 1533. Una, Juicio Universal, para decorar la pared del altar de la Capilla Sixtina; la otra, la Resurrección, para la pared de enfrente, que finalmente no llegó a hacerse.

Los desnudos del fresco causaron tal escándalo que el Vaticano decidió "vestir" a la figuras
La muerte del Pontífice en septiembre de 1534 causó una pequeña interrupción en la obra, que fue retomada por Paulo III.

El 16 de abril de 1535 se empezó a levantar los andamios. También fue necesario destruir los frescos del siglo XV que había antes y sacar dos ventanas que estaban sobre el altar.

Según los expertos, Bounarroti se habría inspirado en estatuas clásicas, en figuras usadas en el cartón de la Batalla de Cascina, en los frescos de Luca Signorelli y también en El Bosco. Los relatos de la Divina Comedia de Dante, la visión de Ezequiel y el Apocalipsis de San Juan son referencias que el artista también habría considerado.

El Papa Pablo III iba a inspeccionar la obra de Miguel Ángel acompañado de su maestro de ceremonias, Biagio da Cesena quien dio su opinión tras ser consultado por el Pontífice. Según relata Vasari, el secretario dijo que era "soberanamente inconveniente haber representado en un lugar tan solemne tantas indecentes desnudeces" y que era una buena pintura para un baño o una posada.

Tal fue el enojo de Miguel Ángel que pintó a Biaggio de memoria, lo dejó en el Infierno bajo la forma de Minos con una serpiente enrollada alrededor de sus piernas y en medio de una montaña de diablos.

El maestro de ceremonias se quejó con el Papa, pero sólo obtuvo una burla por respuesta: “Si te hubiese puesto en el Purgatorio, habría podido hacer algo por salvarte; pero te ha colocado en el infierno y allí no puedo hacer nada: en el infierno no hay ninguna redención”, le dijo.

Alrededor de 1539, con ya 64 años, cayó de un andamio mientras pintaba y quedó herido de una pierna. Obstinado, como era, no quiso que nadie lo cuidara. Fue su amigo y médico Baccio Bontini quien lo fue a buscar a su casa y lo cuidó hasta que se recuperó.

El Juicio Final, de 13,70 x 12,20 metros, fue descubierto oficialmente el 31 de octubre de 1541. Tiene más de 400 figuras, pero sólo 50 han sido identificadas. Entre éstas, San Pedro, San Lorenzo, Santa Catalina de Alejandría y el propio autorretrato del artista en la piel que sostiene San Bartolomé.

En cuanto se conoció públicamente, hubo muchas voces que se escandalizaron con los desnudos, como Aretino quien lo acusaba de pintar "cosas para hacer enrojecer a una casa de libertinaje". Lo acusó a la Inquisición de impío y trató de convencer al Papa de destruir el fresco.

Ante las múltiples escandalizaciones el maestro sólo comentó: "Di al Papa que hay allí una pequeña cosa, que es muy fácil de arreglar. Que Su Santidad cuide solamente de poner el mundo en orden: arreglar la pintura no cuesta mucho trabajo".

Tanto Pablo IV como Clemente VIII quisieron destruir la obra.

Finalmente la Congregación del Concilio de Trento del 21 de enero de 1564 ordenó cubrir "la parte obscena" de los retratados. La misión se le encargó a Danielle Ricciarelli da Volterra, amigo de Miguel Ángel, conocido desde entonces como “braghettone” (calzonero).

Posteriormente hubo muchos otros calzoneros que taparon la desnudez de las figuras durante los siglos XVI, XVIII y XIX.

Estas intervenciones y el humo de las velas terminaron ensuciando los frescos, por lo que los frescos fueron restaurados entre 1979 y 1999. La limpieza dejó al descubierto vívidos colores, pudiendo constatarse la importancia que el color tenía para Miguel Ángel.


El Moisés
La tumba de Julio II es una obra que atormentó a Miguel Ángel durante 40 años. El mismo Pontífice se la encargó en 1505, pero diversas situaciones le impedían culminar la obra.

Originalmente iba a ser un grandioso mausoleo de tres pisos, con cuarenta figuras -entre ellas ángeles, esclavos y cuatro profetas en los costados- que se erigiría en el Vaticano.

Tanto el Papa como el maestro estaban entusiasmados con el imponente proyecto. Julio II lo envió a Carrara para que eligiera el mármol, donde permaneció más de ocho meses. El interés del Papa era tal que hizo construir un puente levadizo que uniera secretamente el Vaticano con la casa de Miguel Ángel.

Pero hubo quienes jugaron en su contra. Bramante de Urbino, el arquitecto papal y uno de los enemigos del artista, convenció al Pontífice que era mala suerte construirse una tumba en vida y así Julio II decidió reconstruir San Pedro y abandonó el proyecto de la tumba.

Miguel Ángel se molestó y entristeció. Además quedó con deudas y el Papa incluso lo expulsó del Vaticano. Más dolido aún, el artista se fue de Roma y no respondió a los llamados del Papa para que volviera sino hasta noviembre, cuando se encontraron en Bolonia.

En vez de continuar con la construcción del mausoleo el Papa le encargó otras tareas, como la bóveda de la Capilla Sixtina.

Al morir Julio II, el artista volvió a Florencia y firmó un contrato por siete años para terminar la tumba. Éste contemplaba 32 estatuas. Durante tres años se dedicó por completo al mausoleo y comenzó a hacer el Moisés y los Esclavos.

Pero León X le confió la fachada de la iglesia de San Lorenzo, que le hizo descuidar su anterior labor. Y así fue pasando de una a otra responsabilidad, aunque con la espina de no culminar la tumba.

Más tarde, los herederos de Julio II se encargaron de recordarle lo que debía terminar. Desesperado, Miguel Ángel pidió al Papa que hiciera de intermediario.

En 1531 el aspecto enfermo y enflaquecido del artista preocupó al Papa Clemente VII quien le prohibió que trabajara en otra cosa que no fuera en las tumbas de Julio II y la de los Médicis. Además lo protegió de las amenazas de los herederos de Julio II.

Al año siguiente firmó un cuarto contrato por medio del cual se comprometía a hacer en tres años un nuevo modelo, más pequeño, y pagar los gastos más 2.000 ducados por lo que había recibido del fallecido Pontífice.

Cuando volvió a Roma en 1534, tras la muerte de Clemente VII, pensaba que podía por fin dedicarse al monumento a Julio II, del que había hecho tres estatuas.


Los cuernos que tiene la estatua se deben a la traducción errónea de un texto de la biblia, en el que se relata que Moisés bajó del monte Sinaí con las Tablas de la Ley y rodeado de un halo de luz. Dichos rayos fueron interpretados como cuernos, que le artista representó.
Pero Pablo III lo nombró arquitecto en jefe, escultor y pintor del Vaticano y desde 1535 debió dedicarse al Juicio Final. Cuando quedó listo, en 1541, el artista se sintió liberado para poder proseguir con “la tragedia del sepulcro”, como llamó a la obra. Pero el Papa le ordenó que pintara los frescos de la Capilla Paulina, las últimas pinturas de su autoría.

Firmó el quinto y último contrato por el cual entregaba las estatuas que había terminado: el Moisés, Raquel y Lía (en lugar de los esclavos que él ya no consideraba apropiados). Además pagaba a dos escultores para que terminaran el monumento, pero los herederos siguieron reclamando y él mismo terminó la Vida Activa y la Vida Contemplativa (Raquel y Lía).

Se dice que cuando Miguel Ángel estaba terminando el Moisés vio que su expresividad era tal que le dijo: "¡¿Por qué no hablas?!" y le pegó un martillazo en la rodilla que le dejó una pequeña marca.

El mausoleo fue inaugurado en la iglesia de San Pedro in vincoli, en Roma, en enero de 1545, y el Moisés terminó siendo la pieza central de la obra.

Fuentes: Rolland, Roman. Miguel Ángel
Sitio web Museos Vaticanos
www.artehistoria.com

 
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