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Exceso de alcohol y peleas callejeras: La historia del boxeador que se vino de Cuba a Chile buscando una 2da oportunidad

Cuando llegó a Iquique, pasó hambre y tuvo que dormir en la calle. Hoy sueña a lo grande con el objetivo de devolverle a su mamá todo lo que hizo por él.

08 de Marzo de 2020 | 11:20 | Redactado por Felipe Santibáñez, Emol
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El centroamericano en su último combate.

Instagram Raynel Mederos (@kingraymb)
El boxeador Raynel Mederos tiene varios tatuajes. Unos audífonos en el antebrazo, la llave de sol en el cuello y el nombre de Anaima, su madre, en la espalda. Sin embargo, hay uno que a simple vista no parece encajar con su carácter risueño ni con el brillo de sus aros. Bajo el ojo izquierdo, hay una pequeña lágrima, un dibujo que tiende un puente entre su pasado en Cuba y su presente en Chile, donde llegó hace dos años. Envuelto en una sutil cáscara de tristeza, explica de qué se trata.


"Esta lágrima me la hice por el tiempo que estuve sufriendo a causa del alcohol. Por el tiempo que hice sufrir a mi mamá, que yo estaba mal, muy 'regao'. Estar 'regao' es ir de muchas fiestas, hubo como tres años que fui alcohólico en Cuba. Gracias a Dios me recuperé, no bebo nada. Estuve medio loquito. Podía caer preso, me agarraba a combos en las calles", le cuenta a Emol con su intacto acento caribeño.


De esas riñas callejeras le quedó un recuerdo imperecedero: una enorme cicatriz que le atraviesa el codo. Un día, a la salida de un boliche, se armó una pelea y cayó al piso. No vio a su atacante, solo sintió cómo le enterraban una botella rota en el brazo. Le tuvieron que poner 40 puntos por fuera y 20 por dentro. Hoy agradece que ningún tendón haya sido lastimado, pero en ese momento su vida y el boxeo ya no tenían nada que ver.

Raynell aprendió de niño el arte de los puños y llegó a ser seleccionado juvenil en Cuba, toda una proeza en un país que se jacta de tener la mejor escuela del mundo. Pero lo dejó. El amiguismo que reinaba en los gimnasios y una lesión en el hombro lo hartaron. Su mamá lo observaba con preocupación. La situación económica en Cuba estaba mala y la calle amenazaba con destrozar a Raynel. Se le acercó con tacto de madre y le dijo: "Todavía tienes futuro en el deporte, puedes empezar de cero en otro país". Su hijo calló y escuchó. El objetivo, por los buenos comentarios de unos amigos, era Chile. Tras dejar Villa Clara, el viaje sería una auténtica prueba de determinación.

"Salí para Guyana, estuve 15 días por ahí. Después de Guyana a Chile metí nueve días. Había que viajar por la selva. Pasé hambre, sin bañarme, sacando plata para pagar en todos los puntos. Me quedé sin plata, llegué acá a Chile y no tenía ni un peso. Fue un viaje duro, llegué acá súper flaco, súper débil", comenta.

El recorrido del bus terminaba en Iquique. Mederos no conocía a nadie, ni siquiera tenía un dato de algún gimnasio en la ciudad. Empezó a recorrer el borde costero y dos hombres trotando le llamaron la atención. Por las manos vendadas, supo que eran boxeadores.

Les contó rápidamente su historia y ellos lo llevaron con el presidente de la Federación de Chile, Robinson Villaroel. El dirigente lo escuchó, pero antes de prometer ayuda quería ver de qué madera estaba hecho. Le dijo que volviera al día siguiente, que lo iba a hacer pelear en el tradicional Campeonato de Las Playas.


"Yo no había boxeado hace como cuatro años. El día ese me quedé en la calle, botado, dormí ni me acuerdo. Al otro día fui y me pusieron en la noche con un brasileño, súper bueno. Perdí, pero hice tremenda pelea. Ahí Robinson Villaroel me recogió, me llevó para un gimnasio que él tenía y ahí estuve", relata el isleño.

Participaba de todas las veladas amateur que se hacían en Iquique y además trabajaba como cantinero en un bar. Recuerda entre risas que no sabía nada de ese trabajo cuando llegó. Vivía bien en el norte, pero tras una decepción amorosa se vino a Santiago. Acá lo recibió un entrenador cubano y rápidamente se hizo profesional.

Mederos lleva tres peleas en la categoría welter y tres triunfos. La última la ganó por nocaut a los 50 segundos al boliviano Carlos Ever Rocha. Sobre el ring aprovecha su rápido juego de pies y sus brazos largos para bombardear desde la larga distancia. Sabe que Chile no está a la vanguardia del boxeo mundial, pero ya firmó un contrato con la promotora australiana Dragon Fire y se ilusiona. Su ídolo es Guillermo "El Chacal" Rigondeaux, un compatriota que conquistó el mundo, lo que él tanto anhela. Antes de que acabe el año, quiere sí o sí un combate por algún título continental.

El cubano pasa el día entrenando y haciendo clases. Tiene amigos, nuevos amores, pero la nostalgia pega a veces fuerte. "Extraño mucho a mi familia, a veces sufro mucho por ellos, a veces me siento muy triste, cuando es el cumpleaños de mi mamá, los fines de años, los días de las madres. Sufro harto, igual sé que se viene para acá, yo los voy a ver y vamos a estar juntos. Soy hijo único, mi mamá la ha pasado mal", confiesa.

Por ella, mantiene el foco para, según sus propias palabras, "llegar a ser alguien" y demostrarle que ya no es otro pendenciero más del barrio.
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