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"Salía a escondidas a jugar": La historia de Laura Piña, protagonista de la hazaña más grande del básquetbol chileno

La mujer de más de 90 años fue vicecampeona mundial.

26 de Julio de 2025 | 10:27 | Redactado por Felipe Santibáñez, Emol
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Laura Piña pronto cumplirá 94 años. Sabe que el tiempo no se recupera y por eso mismo cuida sus mejores recuerdos.

Hasta hace un tiempo, en el segundo piso de su casa en Estación Central, tenía un montón de "cachureos", como ella misma define. Revisando, encontró una decena de fotos, muchas en tono sepia.

Fue al barrio Meiggs a comprar marcos, se subió a una escalera y las puso una tras otra en una de las murallas de su vivienda. Las imágenes narran parte de su vida y hay una muy especial para ella. Aparecen 16 mujeres, casi todas con un traje azul que tenía bordado el escudo de Chile en el pecho. Laura está hincada, sonriendo. Fue parte del equipo que logró la mayor hazaña del básquetbol nacional.


En 1953, se jugó en el Estadio Nacional el Mundial de Básquetbol Femenino. Chile -tras triunfos frente a Suiza, Paraguay, Francia y Brasil- definió el título frente a Estados Unidos. Pese a la derrota en la final, ese grupo quedó en la historia. Es la mejor actuación de un elenco nacional a ese nivel. Algo impensable en esta época.

Colgando del cuello, junto a un crucifijo, Laura lleva con orgullo la medalla de ese subcampeonato.

"Hace unos meses que falleció la única jugada del Mundial que quedaba aparte de mí. La Amalia Villalobos. Ahora estoy yo, todas se han ido", le comenta a Emol.

"Yo me cachiporreo. En el consultorio y en el hospital todos saben, les muestro las fotos", añade entre risas.

Laura empezó tarde en el básquetbol. Tenía 16 o 17 años. Un día en el colegio vio a unas compañeras jugando y le interesó. Partió en la Municipalidad de Providencia y después se unió al Club Dávila Baeza.


"Me costaba salir a jugar. Salía a escondidas. Mi papá era re estricto y no me dejaba. Mi mamá sí que me daba permiso, me cubría", dice.

Sin ser tan alta se las arreglaba. Cuenta que era alera, rápida, con buena puntería, goleadora. Casi siempre llevó el número siete en la espalda.

Se destacó con el Dávila Baeza tanto a nivel nacional como en giras por Argentina. Eso le permitió que la llamaran a la selección que jugó el Sudamericano de 1950 y tres años después fue convocada al Mundial.


"Nos daban tenida, zapatos, cartera. Ahora las jugadoras tienen que pagar para ir a otra parte. En el Mundial estuvimos como tres meses concentradas en Fábricas y Maestranzas del Ejército. Ahí salió un muy buen equipo. Estaba la María Gallardo, la Catalina Meyer, la Fedora Spinelli", relata Laura.

"Salir vicecampeonas para nosotros fue un honor, les ganamos a equipos bien grandes. Se jugó en el Estadio Nacional, lleno, lleno. Con el himno nos salían hasta las lágrimas. Imagínate un Mundial, estar ahí era maravilloso", añade.

La ex deportista cuenta que para celebrar las llevaron a comer a un restorán ubicado en Ahumada, en el centro de Santiago.

Allí conoció a Enrique, un periodista que terminó siendo su esposo.

"Yo no quise tener familia, por el deporte. En todo caso, él como era viudo y tenía hijos, me comprendió y me dejó. Así seguí jugando. El básquetbol es todo. Para mí fue todo. Lo primero el básquetbol. Dejaba todo por ir a jugar. Para mí era una cosa tan grande, lo tenía adentro del corazón. Fue maravilloso para mí ser basquetbolista, algo que Dios me dio y la Virgen Santísima", declara.


Laura continuó en la selección después del Mundial de 1953. Formó parte del equipo que se consagró campeón invicto en el Sudamericano de Ecuador en 1956. Supuestamente les iban a regalar una casa por el logro, pero finalmente tuvieron que pagar por las viviendas.

Cuando volvieron al país desde Ecuador, el Presidente Carlos Ibáñez del Campo las invitó al Palacio de Gobierno. Laura dice que el Mandatario y su mujer las trataron muy bien.

"Nos fueron a esperar, había un gentío grande esperándonos en el aeropuerto de Cerrillos. Fue maravilloso. De ahí nos llevaron a La Moneda, fuimos al balcón y nos sacamos fotos", afirma.

Esa imagen, por supuesto, está en el muro de su casa.


Laura dejó el Dávila Baeza y se unió a Colo Colo. Con el "Cacique" conquistó torneos locales y también el campeonato "Estrellas Sudamericanas" que se realizó en Perú.

En el elenco albo, y también en la selección en el Mundial de 1957, coincidió con Ismenia Pauchard, la "Abeja Reina" del básquetbol chileno, para muchos la mejor jugadora que se ha visto por acá y que lamentablemente tuvo un trágico final.

"La Ismenia con la estatura que tenía era goleadora. Debajo del cesto no se la ganaba nadie. El final de ella para qué te digo, terrible. Tenía casa en el sur y vio al maestro que tenía (un gásfiter) con todos sus artefactos que había comprado ella. Le había robado y lo encaró. Él debe haberla pillado muy desprevenida, porque tenía unas manos y una fuerza… La mató. Qué terrible. Nosotros cómo estábamos", rememora.

Laura siguió jugando hasta que el cuerpo no le dio más. En su casa solía juntarse con las compañeras que fue vicecampeona mundial a almorzar o tomar once. Les gustaba bailar.

Hace poco en Chile se jugó la Copa América y las jugadoras de la actual selección le regalaron a Laura una pelota firmada por todas y que tiene en el living. A veces, la invade la nostalgia. Se sienta frente al muro de fotos en su casa y las contempla por un rato.

"Les converso, como estoy sola. Se fueron todas y ahora todos los premios son para mí jajaja. Así es la vida", cierra con una sonrisa.