Ignacia Muñoz tiene 13 años y es una figura del skate que ya brilla entre adultas que tienen bastante más experiencia. No parece incomodarle el rótulo de promesa. Para cumplir sus anhelos hizo una travesía de 9.600 kilómetros. Se vino de Nueva Zelanda, donde su familia tenía una vida hecha, y se instaló en Chile en marzo pasado.
Pasa casi todo el día entrenando en el Estadio Nacional de Santiago. Cuenta que el truco que mejor le sale es el caballerial, que consiste en dar un salto yendo hacia atrás y realizar un giro de 360 grados en el aire. La skater deja ver los frenillos al sonreír. Cuando patina, le gusta hacerse una cola en su pelo rubio, que asoma por debajo del casco rosado que utiliza.
Ignacia, a la que apodan "Iggy", ha tenido un año espectacular. Se posicionó como la mejor del ranking nacional de mayores, asistió al Mundial adulto de Italia y fue la medallista más joven del Team Chile en los Juegos Bolivarianos de Perú en los que obtuvo el oro en la categoría park.
La rider es oriunda de San Vicente de Tagua Tagua. Sin embargo, cuando tenía cinco años, su familia decidió mudarse a Nueva Zelanda.
Allá se hizo una amiga un poco mayor que andaba en skate y observándola a ella decidió adentrarse en el mismo mundo. Antes había practicado ballet y rugby, pero la sensación que encontró fue diferente.
"Me gustó mucho. El ballet es más aburrido. El skate me da felicidad, me siento libre haciendo lo que quiero", le comenta a Emol.
El padre de Ignacia, Sebastián Muñoz, explica que la familia se mudó a Nueva Zelanda buscando una mejor calidad de vida. Él hizo un curso de inglés y primero partió solo. Es profesor de educación física, pero en el país oceánico se puso a trabajar de carpintero, se especializó en la restauración de viviendas antiguas y en la transformación de autos a motorhomes.
Le fue bien y pocos meses después pudo llevar a su esposa y a sus tres hijos. Era una vida feliz la que tenían allá. Sin embargo, la habilidad de Ignacia con el skate alteró la dinámica establecida. Los padres de la deportista notaron que había talento.
"Ignacia fue campeona en un torneo en Nueva Zelanda con 11 años. Entonces el análisis fue: '¿Qué más nos podrá dar siendo tan pequeña?'. Mi señora, Macarena, me dice que tome la camioneta, porque dormimos seis meses en una van, y que vaya a competir con ella en toda Nueva Zelanda y veamos. Fueron seis meses, Ignacia subió mucho su nivel", relata.
En ese momento, había dos opciones. Una era representar a Nueva Zelanda, la otra era venirse a Chile.
"Tenía la posibilidad de competir por Nueva Zelanda. Nosotros somos residentes permanentes, entonces apenas recibiera su pasaporte neozelandés ella podría competir por Nueva Zelanda. O postular por ser deportista destacada. Las dos posibilidades eran una vuelta súper larga. Después de la reunión que tuvimos con la Federación de Chile dijimos 'esto es ahora', mirando lo que estaba pasando en el mundo, que gente muy pequeña ya estaba logrando grandes cosas", comenta.
Ignacia, por su parte, dice que siempre ha querido competir por Chile: "Sentía que aquí la comunidad del skate era mucho mejor y representar a tu país, donde naciste, es muy bacán, un sentimiento muy bueno. Me gusta entrenar aquí con mis amigos".
Sebastián y Macarena se sentaron a conversar. Debían decidir qué hacer con Ignacia y optaron porque viniera a Chile. No podía instalarse sola acá, así que el matrimonio también determinó que Sebastián viajara con ella. Él dejó su trabajo, sus proyectos y pasa todo el día al pendiente de su hija. "Maca" se quedó en Auckland junto a sus otros hijos y tiene varios trabajos para poder apoyar económicamente la carrera de Ignacia. Sin ese sacrificio, la skater no podría estar aquí.
"Es terrible para mi señora estar lejos. Hablamos cuatro o cinco veces al día, pero la quiere ver. 'Maca' tiene cuatro trabajos. Es chef en un restorán en Auckland, corta el pelo porque tenemos un pequeño salón en nuestra casa, tiene clientas a las que les encanta que 'Maca' haga limpieza en sus casas y lava platos en otro restorán", declara Sebastián Muñoz.
"Iggy" se ha adaptado bien. Es buena para conversar, no tiene mayores problemas con el castellano, salvo alguna que otra palabra que le cuesta entender.
Cuenta que este año fue a Estados Unidos a entrenar y allá conoció a William Spencer, el skater que es doble de riesgo en las películas de Spider-Man. Le enseñó piruetas. Y en el Mundial de Roma por primera vez se encontró con la australiana Arisa Trew, medallista olímpica de 15 años. Es su ídola y ahora intercambian mensajes por redes sociales.
Mucho ha cambiado en pocos meses. "Acá en Chile entrenamos seis días a la semana, doble jornada. En la mañana llego como a las diez y termino a las dos. Vuelvo como a las cuatro y patino hasta que se oscurece", menciona sobre su rutina diaria.
Ignacia, quien está buscando auspicios para seguir impulsando su carrera, se dedica casi completamente al skate. Va al colegio de forma online y da exámenes libres. En los pocos ratos libres que tiene le gusta nadar, grabar videos para TikTok o jugar carioca con los abuelos que viven en Chile.
Extraña a su madre. Siente mucho agradecimiento y responsabilidad. "Es triste no tenerla, pero mi mamá trabaja para que yo esté patinando y pueda ir a partes diferentes a entrenar. Aprecio mucho lo que hace mi mamá. Lo aprecio entrenando todos los días y demostrando que no la dejé para nada, la dejé para ser más grande", asevera.
Su meta es clara, aunque sabe que es difícil. Vino a Chile para hacer el ciclo olímpico y el plan es estar en Los Angeles 2028.
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