SANTIAGO.- Fueron meses de descalificaciones, acusaciones y enfrentamientos varios, que este martes llegan a su fin con las elecciones presidenciales de Estados Unidos. Así, durante esta jornada los ojos de todo el mundo estarán puestos en el país norteamericano para saber si Hillary Clinton o Donald Trump llegarán a la Casa Blanca en reemplazo de Barack Obama.
Estamos hablando de una pelea reñida, de voto a voto, donde tanto la ex secretaria de Estado como el magnate han ocupado todos los recursos posibles para poder quedarse con los llamados estados "bisagra" que les permitan quedarse con la elección.
Se trata también de un escenario que nadie preveía hace un año. Sí, todos esperaban ver a Clinton en la papeleta, pero ninguno pensó en ver ahí al magnate que años atrás era figura de un reality show, cuya participación en las primarias republicanas eran interpretadas más bien como un capricho que como una convicción.
Pero no fue así. A medida que avanzaba su postulación, Donald Trump sumaba cada vez más adeptos entre los seguidores del Partido Republicano, aunque siempre fue resistido por la cúpula del conglomerado conservador, principalmente, por sus polémicas propuestas y sus "salidas de madre".
Así, y de la mano de un discurso que promete hacer a Estados Unidos "grande nuevamente", el empresario inmobiliario se impuso sorpresivamente en las primarias, con propuestas como la construcción de un muro en la frontera con México pagado por el país latinoamericano, o la prohibición del ingreso de personas de origen musulmán, como una medida para prevenir ataques terroristas.
Por el otro lado, Hillary Clinton se imponía en las primarias demócratas, aquellas que ya le habían sido esquivas en 2008, cuando perdió ante Barack Obama. Esta vez, su rival era el senador Bernie Sanders, autodenominado como un candidato "socialista" que logró cautivar a un gran número de jóvenes y que sumó notoriedad con su discurso progresista.
Si bien el triunfo de la ex secretaria de Estado en las primarias fue categórico, Sanders le significó un dolor de cabeza, lo que se sumó a escándalos como la investigación en su contra por el uso de su servidor de correo electrónico personal en asuntos de Gobierno mientras ejercía como jefa diplomática, o la filtración de correos en los que se revelaba un plan de la cúpula demócrata para impedir que el senador por Vermont se convirtiera en candidato presidencial.
Luego, ya como candidata demócrata, las peleas de Clinton ahora tenían otro adversario: Donald Trump, en una campaña que cada vez se tornó más sucia y polarizó a un país.
Las polémicas
Así como a Clinton le pesan las investigaciones en su contra, el mayor obstáculo de Trump ha sido su propia boca y también conductas que le han valido acusaciones de racismo, xenofobia y misoginia.
El magnate, además de ser criticado por tratar a los mexicanos de "narcotraficantes y violadores", o de sus burlas a una familia musulmana cuyo hijo murió en Irak defendiendo al Ejército de EE.UU., también ha sido cuestionado por un audio de unos años atrás en el que se jacta de poder estar con la mujer que quiera gracias a su fama, y que incluso podía "tomarlas por su vagina".
Tras esto, sucedieron una serie de denuncias contra Trump por supuesto abuso sexual, las que fueron negadas rotundamente por el candidato presidencial, acusando a la prensa y al comando de Clinton de confabular en su contra.
Asimismo, puso en duda si reconocerá o no los resultados de la elección presidencial en caso de perder, lo que también fue objeto de numerosas críticas.
Clinton, por su parte, ha debido cargar con las investigaciones en su contra ya mencionadas, que le han valido el mote de ser en realidad "más de lo mismo". Esto a pesar de demostrar arrepentimiento por lo ocurrido.
De este modo, para muchos la candidata demócrata no es más que "el mal menor" para evitar que Donald Trump llegue a la Presidencia.
Esto, mientras otros candidatos intentan también llegar a la Casa Blanca, pese a ser opacados por el bipartidismo estadounidense. Los dos más importantes son el representante del Partido Libertario, Gary Johnson, que buscaba ser una alternativa para aquellos republicanos que no están a gusto con Donald Trump, mientras que la ecologista Jill Stein buscaba reclutar a aquellos simpatizantes de Bernie Sanders decepcionados de su derrota a manos de Hillary Clinton.
El poder de los "estados bisagra"
Debido a la particularidad de las elecciones presidenciales estadounidenses, hay ciertos estados considerados "bisagra", cuya preferencia no está clara y que un triunfo en ellos podría significar el punto de quiebre para lograr los 270 delegados electorales necesarios para llegar a la Casa Blanca.
De no mediar una sorpresa, los dos estados con mayor representación, California (55 delegados) y Texas (34) serán para Clinton y Trump, respectivamente, aunque en el segundo hay encuestas que prevén una dura disputa pese a ser un bastión republicano.
Así, estados como Florida, Michigan, Carolina del Norte, Virginia, Nevada, Wisconsin o Pensilvania, serán claves para determinar al ganador. Y es ahí donde ambos candidatos han centrado sus fuerzas estos últimos días, con visitas frecuentes del lado de Trump, y recurriendo a figuras como el Presidente Obama, por el lado de Clinton.
Con todo, ya se vislumbra una dura lucha, por lo que los resultados podrían empezar a verse pasadas las 22:00 horas de Chile, mientras que el ganador podría conocerse a eso de la medianoche, o incluso más tarde, si es que la votación es más reñida y los estados de la costa oeste se transformen en decisivos.