La derecha de Israel siempre ha favorecido la anexión de partes o la totalidad de Cisjordania, diciendo que el territorio es vital para la seguridad y una parte inseparable de la tierra bíblica del país. Pero la mayor parte del mundo considera que el territorio en disputa, capturado desde Jordania en la guerra de Medio Oriente de 1967, está ocupado y las docenas de asentamientos que ahora albergan a unos 500 mil israelíes, son ilegales.
Rodeado por un equipo de aliados de los colonos, el Presidente Donald Trump ha cambiado la política de los Estados Unidos, reconociendo a Jerusalén en disputa como la capital de Israel, trasladando la embajada de su país de Tel Aviv a esa ciudad, reconociendo la anexión de los Altos del Golán en 1981 y anunciando que los asentamientos judíos no son ilegales.
Buscando cortejar a los votantes de línea dura en la campaña electoral, el año pasado el Primer Ministro Benjamin Netanyahu comenzó a hablar sobre la anexión. Después de que Trump lanzó su plan de Medio Oriente en enero, imaginando el control israelí permanente sobre el 30% de Cisjordania —incluidos todos los asentamientos y la región estratégica del Valle del Jordán— Netanyahu se unió rápidamente. En sí, ambos países han formado un comité conjunto para trazar con precisión qué áreas puede mantener el país oriental.
En esta línea, Netanyahu se aseguró de que, en virtud del acuerdo de coalición, pueda presentar una propuesta al nuevo gobierno en cualquier momento después del 1 de julio. Parece ansioso por avanzar antes de las elecciones presidenciales de noviembre, posiblemente con un movimiento limitado anunciado como una primera etapa, sobre todo cuando Trump busca la reelección.
Los palestinos observan a toda Cisjordania como el corazón de un futuro estado independiente y creen que el plan de Trump dará un golpe fatal a sus esperanzas de un estado que se desvanece.
Entre los componentes del plan: los palestinos solo tendrían autonomía limitada en una fracción del territorio que buscan. Los asentamientos israelíes aislados en el interior del territorio palestino permanecerían intactos, y el ejército mantendría el control general de seguridad sobre la entidad palestina.
La comunidad internacional ha invertido miles de millones de dólares en la promoción de una solución de dos estados desde los acuerdos de paz provisionales de Oslo de la década de 1990. El secretario general de la ONU, la Unión Europea y los principales países árabes han dicho que cualquier anexión israelí violaría el derecho internacional y socavaría en gran medida las perspectivas de independencia palestina.
No inmediatamente. Israel ha controlado toda Cisjordania durante más de 50 años. Los palestinos permanecerán en sus pueblos y aldeas, mientras que los israelíes vivirán en sus asentamientos recientemente anexados. La Autoridad Palestina protesta por la anexión, pero ha descartado cualquier tipo de respuesta violenta.
Pero con el tiempo, existe un mayor riesgo de conflicto. Netanyahu ha dicho que se opone a otorgar la ciudadanía a los palestinos que viven en tierras anexas, presumiblemente porque socavaría la mayoría judía de Israel. Pero no otorgar los mismos derechos a los palestinos en las áreas anexas abre a Israel a los cargos de establecer un sistema de apartheid que generaría una fuerte condena internacional.
Los palestinos que no viven en tierras anexas podrían enfrentar otros desafíos. Moverse entre los centros de población palestinos o incluso llegar a sus propias propiedades y tierras de cultivo, podría ser difícil si tienen que cruzar el territorio israelí. Los críticos dicen que Israel también podría usar su soberanía para expropiar tierras palestinas. La Autoridad Palestina ya ha cortado sus lazos con Israel para protestar por la inminente anexión. En ausencia de perspectivas de paz, este organismo podría ver que su financiamiento internacional se agotará o decidir cerrar.
El colapso de la autoridad podría obligar a Israel, como potencia ocupante, a pagar la cuenta para gobernar a los palestinos. A largo plazo, podría dar lugar a llamados palestinos e internacionales para establecer un solo estado binacional con derecho a voto para todos, un escenario que podría significar el fin de Israel como un estado de mayoría judía. .
El mayor obstáculo para Netanyahu parece ser desde adentro. Los funcionarios estadounidenses dicen que es poco probable que permitan que Israel avance, a menos que Netanyahu y su socio de coalición, el ministro de Defensa, Benny Gantz, estén de acuerdo.
Gantz, ex jefe militar y amargo rival de Netanyahu, ha dicho que Israel debe actuar con cuidado y en coordinación con los socios regionales. También sentó las bases para más demoras, al decir que su principal prioridad es guiar al país a través de la crisis del coronavirus. "Cualquier cosa no relacionada con la batalla contra el coronavirus esperará", indicó.
Irónicamente, algunos líderes colonos de línea dura también se han opuesto al plan, diciendo que no pueden aceptar ningún programa que prevea un estado palestino.
Si el problema sigue congelado, el tiempo podría agotarse para Netanyahu. El candidato demócrata a la Presidencia de Estados Unidos, Joe Biden, ha dicho que se opone a la anexión. Una victoria de Biden en noviembre podría significar que cualquier anexión israelí será de corta duración.
