Comenzó con ráfagas de armas de fuego cerca del palacio presidencial de Guinea, tal como otros golpes en la historia del país: los guineanos han vivido dos y casi la misma cantidad de intentos de magnicidios. Esta vez se mantuvieron dentro de sus casas y esperaron saber quién estaba realmente en control del país. Luego de horas de incertidumbre, un grupo de soldados poco conocidos apareció en la televisión estatal, dándose a sí mismos como nombre un acrónimo francés. Hablaron de reconciliación, pero no hicieron promesas de cuándo entregarían el poder de vuelta a los civiles. Y luego apareció el video del derrocado Conde, con la camisa semiabrochada y jeans, bajo custodia de los soldados amotinados.
Si la situación parece familiar, es porque una situación similar se produjo en Mali, país vecino, hace poco más de un año. Ahí también una junta militar decidió que el Presidente Ibrahim Boubacar Keita había permanecido en el poder más tiempo del que debía, pese a que su mandato legal no había sido completado. Eventualmente prometieron organizar elecciones en 18 meses para retomar un régimen civil, pero parece cada vez más evidente que ese objetivo no se logrará.
La televisión estatal -ahora bajo el control de la junta- ha transmitido imágenes de guineanos celebrando y en las calles para agradecer a los militares. Pero la verdadera prueba será si las fuerzas leales al salido mandatario aceptan el golpe, o en cambio potencialmente planean un segundo golpe.
El bloque regional de África Occidental, conocido como ECOWAS, ya condenó la toma de poder por la fuerza, y desde Estados Unidos hasta Rusia han expresado preocupación -en distintos grados- sobre hacia dónde puede llegar esta situación.
La Unión Africana típicamente suspende la membresía de un país donde ocurre un golpe de estado. Y en África Occidental, Francia mantiene aún gran influencia económica desde tiempos coloniales y puede imponer sanciones específicas.
En el caso de Mali, sólo a través de la amenaza de sanciones económicas desde la región se logró que los líderes militares, accedieran a gobiernos de transición tanto en 2012 como en 2020.
El bloque regional de África Occidental, sin embargo, tiene sus propios problemas de credibilidad. No intervino cuando Conde buscó un tercer mandato modificando la Constitución, ni tampoco lo hizo cuando Alassane Ouattara siguió el mismo camino en Costa de Marfil.
Pese amenazas previas, ECOWAS accedió a los plazos de la junta militar de Mali para futuras elecciones, aceptando un retraso de 18 meses pese a que inicialmente se había dicho que la democracia tenía que restaurarse dentro de un año.
La industria minera de Guinea ya ha sufrido un duro golpe por la pandemia de covid-19, y las preocupaciones por la estabilidad política podría causar que compañías extranjeras reconsideraran su presencia. Los líderes de la junta en Guinea hicieron un esfuerzo este lunes para asegurar a la comunidad internacional, que honrarían sus compromisos existentes, un gesto que apuntaba a mantener el flujo de los esenciales ingresos por la minería.
La junta dice estar actuando en representación de la población de Guinea, pero existe preocupación de que un régimen militar pueda llevar a violaciones de derechos humanos en el país.
Las fuerzas de seguridad en Guinea tienen un capítulo oscuro: en 2009 abrieron fuego contra un grupo de manifestantes que protestaban contra el entonces líder golpista Moussa "Dadis" Camara de presentarse a la presidencia, y así mantenerse en el poder. Más de 150 personas murieron y al menos 100 mujeres fueron violadas en un estadio de fútbol, crímenes que después de una década aún no han sido juzgados en un tribunal.
La principal preocupación es que el golpe de esta semana entregue un mensaje equivocado a otros líderes de países de África Occidental, para que extiendan sus períodos en el poder, según creen analistas. Hay temores de que los últimos golpes en Mali y Guinea, podrían llevar a una mayor inestabilidad política en toda la región.
Incluso si las juntas en ambos países llevan a cabo elecciones, ¿los líderes militares simplemente se presentarán como candidatos civiles? Por ahora, hay una preocupación mayor en Guinea: ¿existen otros militares que crean que deben tomar el timón del destino del país?