La chispa inmediata fueron los comentarios de Kordahi, quien había ganado popularidad en el mundo árabe por conducir el programa "Quién quiere ser millonario" en una cadena televisiva de propiedad saudí.
Durante una transmisión la semana pasada, Kordahi respondió preguntas de una audiencia integrada por jóvenes de la región. En una respuesta, dijo que la guerra en Yemen era "absurda" y que los rebeldes hutíes -apoyados por Irán- no habían atacado a nadie, por lo que tenían derecho a defenderse.
El programa emitido en línea fue grabado un mes antes que Kordahi fuese nombrado ministro de Información en el gobierno de Najib Mikati, formado en septiembre. Kordahi fue promovido en el cargo por un partido principalmente cristiano que está aliado con Hezbolá.
Autoridades saudíes calificaron las declaraciones como "ofensivas" y sesagadas hacia los hutíes. Desde 2015, una coalición liderada por los saudíes ha estado combatiendo a los hutiés, quienes un año antes tomaron el control de la capital yemení, Sanaa, además de zonas del norte del país.
Varios comentaristas dicen que las declaraciones de Kordahi fueron usadas por los saudíes sólo como un pretexto para desahogar su frustración por la influencia de Irán en Líbano.
Los saudíes tienen claro lo que no quieren: que la influencia iraní siga creciendo en Líbano. Pero no saben qué hacer al respecto, dice Joseph Bahout, investigador en la Universidad Americana de Beirut.
Arabia Saudita por mucho tiempo ha sido un aliado cercano de políticos libaneses de la comunidad musulmana sunita, que escoge al Primer Ministro de acuerdo al sistema sectario del país. Pero el reino nunca consolidó esta comunidad dividida en un fuerte poder político, de la forma en que el chiíta Hezbollah -con su poderoso brazo armado- se convirtió en un leal aliado de Irán en el Líbano.
Particularmente desde el asesinato en 2005 de su aliado más poderoso, el ex Primer Ministro Rafik Hariri, Arabia Saudita perdió sus herramientas de influencia.
Bajo la dirección del príncipe Mohammed bin Salman, conocido por su política exterior asertiva que algunos tildan de temeraria, los saudíes tomaron acciones de forma esporádica para intentar imponer su voluntad, pero no pudieron desarrollar una estrategia cohesiva ni encontrar aliados fuertes. Sólo pudieron observar cómo Hezbollah y sus aliados llegaron a dominar los gobiernos más recientes del Líbano.
La acción más drástica de Arabia Saudita ocurrió en 2017, cuando forzó al entonces Primer Ministro Saad Hariri a anunciar su renuncia, citando la dominación de Hezbollah, en un comunicado televisivo en una breve visita al reino, donde aparentemente era detenido en contra de su voluntad.
El incidente tuvo repercusión. Hariri retornó a su país y dio pie atrás en su renuncia, apoyando a Hezbollah y sus aliados. Así perdió el apoyo saudí.
Las relaciones no han sido buenas desde entonces. En la última primavera local, autoridades saudíes prohibieron la importación de productos del Líbano, acusando de que estaban siendo utilizados para traficar drogas.
Más recientemente, Riyadh se negó a apoyar a Mikati como Primer Ministro por su coalición con Hezbollah. Los saudíes se hallaron solitarios cuando Washington y París expresaron su apoyo a Mikati, luego que el Líbano pasase más de un año sin formar gobierno.
Con frustración, los saudíes parecen haber reaccionado con dureza ante los comentarios de Kordahi. Arabia Saudita, además de los Emiratos Árabes Unidos, Kuwait y Bahrein, retiraron a sus embajadores desde el Líbano y expulsaron a diplomáticos libaneses desde el reino.
Las medidas saudíes son un duro golpe para el nuevo gobierno de Mikati.
El veto a las importaciones significan una pérdida de millones de dólares que son muy necesarios para el Líbano. Cualquier escalada mayor, podría poner en riesgo los trabajos de más de 350.000 libaneses en estados del Golfo, que envían de regreso millones en remesas.
Mikati y otras autoridades han pedido a Kordahi que renuncie al gabinete, pero no está claro si eso resolverá la desaveniencia.
Hezbollah se ha mantenido firme detrás del ministro, diciendo que su renuncia no resolverá lo que han llamado una "extorsión" para forzar al Líbano a cambiar su política exterior.
Todo hacer presagiar más divisiones internas en un gobierno que ya está paralizado, por la investigación sobre la explosión en el puerto de Beirut que terminó con la vida de más de 200 personas. Hezbollah ha demandado que el juez que encabeza la investigación sea retirado. A esto se suma un aumento de la violencia en las calles, la peor en años, que ha elevado la tensión social con meses de anticipación de las próximas elecciones parlamentarias de marzo, que serán la gran prueba que deberán pasar Hezbollah y sus aliados.
En un mensaje enviado a su gabinete y que fue leído en estaciones locales de televisión, Mikati dijo que el país está "al borde de un precipicio".
El Primer Ministro viajó a Glasgow para buscar la mediación de Francia y Estados Unidos, pero sus opciones son limitadas.
"Sabemos que están enojados. Sabemos que no quieren un gobierno con Hezbollah en un papel tan fuerte", dice Bahout sobre los saudíes. "Sabemos que ellos tienen claro que no podemos tener un gobierno sin Hezbollah", agregó el experto. "Es un situación completamente estancada", añadió.