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Acuerdos, diálogo y desigualdad: El espíritu de los discursos de hace 30 años cuando Chile recuperó la democracia

En marzo de 1990, Patricio Aylwin inauguró su mandato con una intensa alocución que terminaría marcando el camino de la transición. El presidente del Senado, Gabriel Valdés, enfatizó en el "valor y sabiduría para saber transar".

10 de Marzo de 2020 | 06:00 | Por Felipe Vargas, Emol
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El ex Presidente Patricio Aylwin durante su discurso del 12 de marzo en el Estadio Nacional.

El Mercurio/Archivo.
SANTIAGO.- El 12 de marzo de 1990, el ex Presidente Patricio Aylwin dio por inaugurado el retorno a la democracia con un histórico discurso, cuyos conceptos marcaron la trayectoria que recorrería Chile en las próximas décadas e incluso hasta nuestros días, cuando a 30 años de ese hito la crisis social hizo que varias de sus observaciones recobraran vigencia.

El día anterior había recibido el poder de manos de Augusto Pinochet en el reinaugurado Congreso Pleno y si bien ese día habló en el Palacio de La Moneda, fue ante las miles personas que repletaron el Estadio Nacional que entregó las directrices de su administración, cuya tarea se desarrollaría bajo la presión de las demandas de verdad y justicia y la atenta mirada de las FF.AA.

En ese contexto, Aylwin abrió su alocución recordando que "desde este recinto, que en tristes días de ciego y odioso predominio de la fuerza sobre la razón, fue para muchos compatriotas lugar de presidio y de tortura, decimos a todos los chilenos y al mundo que nos mira: ¡Nunca más! ¡Nunca más atropellos a la dignidad humana! ¡Nunca más odio fratricida! ¡Nunca más violencia entre hermanos!".

"Es hermosa y múltiple la tarea que tenemos por delante, restablecer un clima de respeto y de confianza en la convivencia entre los chilenos, cualesquiera que sean sus creencias, ideas, actividades o condición social, sean civiles o militares, sí señores, sí compatriotas, civiles o militares, ¡Chile es uno solo!"

Patricio Aylwin en marzo de 1990
Dicho eso, el ex jefe de Estado más adelante aseveró que "es hermosa y múltiple la tarea que tenemos por delante: restablecer un clima de respeto y de confianza en la convivencia entre los chilenos, cualesquiera que sean sus creencias, ideas, actividades o condición social, sean civiles o militares, sí señores, sí compatriotas, civiles o militares: ¡Chile es uno solo!".

Tras esa sentencia, que luego sería una de las más recordadas de su intervención, el gobernante pasó a describir las tareas prioritarias que asumiría en su gobierno, mencionando varias que serían notablemente cumplidas y otras que quedaron en deuda.

Por ejemplo, señaló que era necesario "acortar las agudas desigualdades que nos dividen y, muy especialmente, elevar a niveles dignos y humanos la condición de vida de los sectores más pobres; cuidar de la salud de nuestros compatriotas, lograr relaciones equitativas entre los actores del proceso económico".

"Abrir a nuestros jóvenes acceso a los conocimientos y oportunidades de trabajo; promover la participación y dignificación de la mujer en la sociedad chilena; dar a nuestros ancianos el respeto que merece e Impulsar el crecimiento y asegurar la estabilidad de nuestra economía; defender al medio ambiente y la adecuada conservación de nuestros recursos naturales renovables", entre otras.

También apuntó que "lo justo es empezar por los más pobres. Es mucha la gente con problemas. Daremos la primera prioridad a los que realmente son más necesitados", adelantando de ese modo las políticas que después serían claves para alcanzar los históricos niveles de disminución de la pobreza alcanzados durante su periodo.

Confío en que el Congreso Nacional, por encima de las diferencias de partidos, aprobará las reformas necesarias para asegurar el funcionamiento normal y expedito de nuestra renaciente democracia"

Patricio Aylwin en marzo de 1990
Asimismo, mencionó un aspecto que terminó siendo el debate central de la transición y que ahora impulsó el proceso constituyente que vivimos actualmente. "Así como es grande y hermosa nuestra tarea (...) al abordarla debemos tener clara conciencia de sus dificultades. Habrá dificultades causadas por los obstáculos y amarras que el pasado régimen nos deja en el camino".

"Nuestra satisfacción en este día no puede impedirnos advertir con claridad las numerosas limitaciones, trabas y pies forzados que, en su afán de prolongarse, nos deja el régimen hasta ayer imperante. Quienes ejercieron el poder total se empeñaron hasta el último día en reducir el poder de las nuevas autoridades democráticas", añadió.

En esa línea, el ex Presidente recalcó que "tengo la convicción de que la mayoría de las trabas con que se ha pretendido dejamos amarrados no resistirán al peso de la razón y del derecho. Confío en que el Congreso Nacional, por encima de las diferencias de partidos, aprobará las reformas necesarias para asegurar el funcionamiento normal y expedito de nuestra renaciente democracia".

El Presidente Aylwin durante su presentación en el Estadio Nacional. Foto: Archivo El Mercurio.

Llamado a los acuerdos


Otro pasaje importante de su discurso y que cobra relevancia en estos días es el llamado a los acuerdos. En esa época, marcada por una alta polarización política y social, Aylwin indicó que "tras años de cruentas divisiones y predominio de la violencia, hoy nos reencontramos nuevamente, con espíritu patriótico y voluntad de entendimiento, dispuestos a hacer que Chile llegue al amanecer del nuevo siglo como una Nación próspera y pacífica".

"Espero de mis compatriotas que nos respetemos mutuamente en nuestras diferencias, que renunciemos a toda suerte de sectarismos o afán hegemónico y que hagamos todo lo posible por entendernos y encontrar caminos de consenso. El anhelo de paz que prevalece entre nosotros requiere de todo nuestro esfuerzo para mantener y proyectar hacia el futuro el clima de acuerdos que ha caracterizado nuestro tránsito hacia la democracia", subrayó.

También manifestó que "espero y exijo a todos acatar las vías de la razón y del derecho para promover sus aspiraciones, absteniéndose de acudir a la violencia para imponer lo que se pretende. Quien lo intente por esa vía no lo logrará. La fuerza es propia de las dictaduras; la razón y el derecho son las armas de la democracia".

En otro pasaje importante de su discurso y relacionado a lo anterior, tuvo espacio para recordar que "la conciencia moral de la Nación exige que se esclarezca la verdad respecto de los desaparecimientos de personas, de los crímenes horrendos y de otras graves violaciones a los derechos humanos ocurridas durante la dictadura".

"Hemos dicho también -y hoy lo repito- que debernos abordar este delicado asunto conciliando la virtud de la justicia con la virtud de la prudencia y que, concretadas las responsabilidades personales que corresponda, llegará la hora del perdón", afirmó.

El presidente del Senado, Gabriel Valdés, abraza al nuevo Mandatario, Patricio Aylwin, durante el cambio de mando. Foto: Archivo El Mercurio.

Los énfasis del presidente del Senado


Un espíritu similar fue el que plasmó el recién asumido titular del Senado, Gabriel Valdés, quien un día antes de Aylwin, el mismo 11 de marzo de 1990, terminó dando el primer discurso político tras el fin de la dictadura. En su mensaje, el histórico líder DC -y quien pudo haber ocupado el lugar del Mandatario tras una polémica definición partidaria- también hizo llamados a la concordia.

En su breve intervención, el ex senador destacó que "luego de 16 años en que esta Corporación permaneció en silencio, lo que nunca más queremos que suceda en la Patria, lo dejamos atrás en este instante. Dejamos atrás las pretensiones de verdades únicas, para dar la bienvenida a la democracia. Del sufrimiento que arrastramos, jamás podrá surgir la venganza, porque si así fuera, mancharíamos el recuerdo del ser querido".

"Por la postergación que sufrió el humilde, nunca podremos propiciar la violencia, porque si así fuera, estaríamos impidiendo que se hiciera justicia. Del privilegio de que disfrutaron algunos pocos, no puede surgir la prepotencia, porque si así fuera, estaríamos cerrando el camino de la reconciliación", sostuvo.

Según Valdés, "este Senado no abre sus puertas para ahondar los rencores del ayer. No las abre para que intentemos imponer, unos a otros, las cuotas de culpas en los errores de los años que se fueron. Nace para el reencuentro, para unir, y no para separar. Nace para construir el futuro. Nace para encontrar acuerdos que logren superar nuestros problemas".

"Nace para que la democracia sea verdad y llegue a ser indestructible. Nace porque mucho más tenemos en común que las diferencias que nos apartan. Nace en Valparaíso porque es la libertad de un mismo mar la que nos abraza a todos los chilenos que hoy iniciamos el camino de la democracia. Nace para construir un sueño en que la justicia es posible sin jamás amenazar las libertades", dijo.

"La hora de la libertad, no de los pusilánimes que buscan eludir responsabilidades y se refugian en el egoísmo. Es la hora de este pueblo orgulloso que vuelve a escribir su propia historia. Es la hora del amor, de la lucha por la igualdad de oportunidades para todos. Es hora para sumarnos a ese mundo que derriba los muros que separan a los hombres"

Gabriel Valdés, en marzo de 1990
A juicio del parlamentario, era "la hora de la libertad, no de los pusilánimes que buscan eludir responsabilidades y se refugian en el egoísmo. Es la hora de este pueblo orgulloso que vuelve a escribir su propia historia. Es la hora del amor, de la lucha por la igualdad de oportunidades para todos. Es hora para sumarnos a ese mundo que derriba los muros que separan a los hombres".

"Honorables Senadores, nos volvemos a encontrar en la fuerza del diálogo fecundo. Se requieren valor y sabiduría para saber transar, para que todos aportemos a construir la verdad de un Chile que nos pertenece. Este Senado deberá ser símbolo de respeto y honor a todas las ideas, a todas las inteligencias (...) el diálogo de este Senado deberá ser el diálogo sobre el futuro de Chile", concluyó.

Gabriel Valdés junto al Presidente Aylwin. Foto: Archivo El Mercurio.
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