| Personalidades analizan la violencia |
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El incremento de la violencia en nuestro país tiene sin duda varias causas. Hay aspectos culturales, falta de sentido trascendente y espiritual, se ha perdido el sentido de respeto y autoridad al interior de la familia, como también en los establecimientos educacionales y en las diferentes formas de vida en comunidad. Las redes sociales y la falta de individualidad y seguridad personal lleva a respuestas colectivas en las que muchas veces se carece de pausa y reflexión, lo que lleva a acciones de gran violencia. Se observa mucha frustración y problemas de salud mental en sectores de nuestro país, en especial en la juventud. Esto puede ser por no ver posibilidades de crecimiento y desarrollo y de poder disfrutar de los beneficios de un mundo cada vez más globalizado. Se ve una generación que no está satisfecha con los logros alcanzados y que tiene incertidumbre y frustración por el futuro. Obviamente en toda esta situación de fondo, se mezclan grupos violentistas, anárquicos y delictuales que se aprovechan de este entorno con sus propios fines. |
Este tema me inquieta profundamente desde que volví a vivir en Chile, lo que coincidió con la pandemia y el estallido social. En 20 años que estuve fuera, breves visitas en realidad no me permitieron hacerme suficiente idea de cómo el país estaba cambiando. He abordado en columnas temas como la falta de una identidad nacional clara, la arrogancia que ha marcado nuestra interacción internacional, y el surgimiento de la xenofobia; pero mirando hacia atrás estos aspectos sólo rasguñaban la superficie de un conflicto interno digno de serio análisis psicológico. Chile arrastra una disociación entre su imagen externa de país responsable, el alumno aventajado de Latinoamérica como se le conoce en instancias internacionales, y la falta de cuidado a nivel interno hacia su propia población. Ante graves problemas que requieren rol público, llegamos tan tarde a intentar reparar el abandono, que los esfuerzos parecen caer en saco roto. La angustia y la desesperanza mutaron en una ira y desdén que no amainan. El mayor déficit, en este escenario, viene de los liderazgos políticos, sociales y culturales. Se necesita un esfuerzo mancomunado de todos los sectores, y de todas las generaciones, para generar una conversación sobre la violencia. Una tarea de esta naturaleza no podía ser abordada por la institución a cargo de redactar la Constitución: está pendiente y es urgente. |
Existe evidencia y distintos signos que dan cuenta de un aumento preocupante de la violencia en el país en contextos muy diversos. Por ejemplo, en el área penal, en los datos que muestran el aumento de homicidios y uso de armas de fuego o en los casos de violencia intrafamiliar y agresiones sexuales. En otros ámbitos parecieran existir también crecientes problemas a nivel de violencia escolar, en las formas de expresión política e incluso el debate en redes sociales, entre otros. Más que apurar un diagnóstico con evidencia incompleta o que miren fenómenos muy diversos con un lente que tal vez no explique adecuadamente lo que ocurre, me parece que un gran desafío es tomar medidas para construir un diagnóstico sólido que nos permita afinar la puntería en el desarrollo de políticas públicas y acciones de diverso tipo que se hagan cargo de prevenir, disminuir y enfrentar a la violencia en forma urgente, entendiendo que ella se expresa en distintas manifestaciones y que, probablemente, requiera un abordaje complejo que necesariamente debe adoptarse como política de Estado con una mirada de largo plazo. |
Lo primero que es bien preocupante, yo lo atribuyo mucho y no solamente es mi impresión, acá estamos iniciando un trabajo con el siquiatra Alberto Larraín, a varias temáticas en salud mental, yo creo que la temática de salud mental en la última década transversalmente se dejó de lado, no le pusimos los recursos al Ministerio de Salud para que fuera relevante. Y lo que estamos viendo en los colegios o tal vez lo que uno puede ver de los jóvenes, es que esa violencia puede estar muy arraigada en algunos elementos de salud mental. La pandemia obviamente ayuda a que la salud mental se deteriore, el hecho de estar dos años encerrados, acá hablamos de los duelos, no nos referimos a las pérdidas familiares que pudieron haber tenido niños, niñas, jóvenes, producto del covid, sino que también, las actividades que tuvieron que dejar de hacer por la pandemia. El hecho de dejar de ir al colegio, todos los estudiantes que el ciclo de cuarto medio no lo pudieron cerrar, en los espacios de sociabilización, los niños que tuvieron que dejar de hacer las actividades extraprogramáticas, deportivas o que ya no podrían salir a la calle a jugar, lo que es propio de la sociabilización. Por tanto, esta violencia la vemos muy arraigada a una ausencia de bienestar. Y acá vamos a empezar a trabajar la próxima semana con nuestros colegios. |
La violencia en el país parece haberse vuelto endémica. Ya durante la última administración los niveles de inseguridad habían ido en constante aumento. El tema de la seguridad publica ha sido uno de los ejes centrales de la campaña de José Antonio Kast que proponía medidas para derrotar el narcotráfico y la “delincuencia común” a través del aumento de los efectivos policiales y penas más severas. De hecho, por lo menos en la campaña antes de la primera vuelta electoral del pasado noviembre, una de las mayores críticas a Gabriel Boric fue la escasa énfasis este tema, que objetivamente es uno de los problemas más urgentes en el país. Las cosas cambiaron parciamente cuando, en la campaña antes de la segunda vuelta, un Gabriel Boric (sorpresivamente) en desventaja, abordó de manera más contundente el tema de la seguridad. Pero como dice el refrán del dicho al hecho hay mucho trecho. Aunque desde el cambio de mando han pasado solamente 20 días y parece muy temprano para aventurarse en balances, hay una percepción de que los episodios de violencia se han vuelto más evidentes y clamorosos no solamente en las calles, pero también a nivel de instituciones escolares. Aprovechando del traspaso de poderes y de un gobierno que todavía no parece haber tomado las riendas del país, la violencia se ha hecho costumbre. Sí por un lado la ministra del interior a raíz de los hechos de violencia del Día del Joven Combatiente afirmó que Carabineros tiene todo el apoyo del gobierno, otros lideres de gobierno mantienen posiciones más ambiguas denegando este apoyo hasta que se llegue a una refundación de la institución. Independientemente del merito de estas posiciones, en estos momentos que parecen crucial para que la situación no tome la senda del no retorno, estás muestra de desacuerdo la coalición de gobierno no parecen de buen auspicio. |
Como sector agrícola diariamente sufrimos con la violencia rural, especialmente en la macrozona sur. Por lo mismo, hace años condenamos todos los hechos delictivos (ataques incendiarios, cortes de caminos, robos de madera, entre otros) que representan la realidad de quienes habitan en la zona, particularmente familias y trabajadores agrícolas, transportistas, prestadores de servicios, contratistas, profesores, entre otros. A esto se suma la delincuencia y el narcotráfico que afecta a otras regiones del país. Es deber del Estado combatir esto con toda la fuerza y sin titubeos, ya que la situación no da para más. Los chilenos quieren un país seguro donde se puedan desarrollar en paz. El diagnóstico es claro: ausencia de Estado de Derecho. La seguridad es una condición básica para que se pueda desarrollar el diálogo y aislar a los violentistas. Por ello, esperamos que se retomen las instancias de diálogo que, en el caso de la macrozona sur, permitan seguir aportando a la construcción de acuerdos y soluciones para los habitantes y agricultores de la zona. |
Hay que hacer distinciones. Desde luego la pandemia generó alteraciones en la sociabilidad, ansiedad en el encuentro, aceleró algo que venía ocurriendo: el cyberbullying. Pero la violencia de la que hemos hablado estos días no puede ser considerada un problema de “habilidades sociales”. Hay un desplazamiento que es cualitativo y que debe leerse junto al linchamiento en La Florida y la golpiza en Estación Central. Debemos preguntarnos por la legitimidad que ha tomado la violencia, y que se exhibe como un orgullo. Esto último es más o menos nuevo. En Chile se comenzó a validar como un “medio para un fin”: resistir a la violencia estructural. El problema es que la violencia se vuelve un fin en sí mismo; no se sabe dónde termina, genera una atmósfera contagiosa, se corren los límites simbólicos, la sociedad se vuelve paranoica. Creo que aún en esta repolitización, no tenemos la costumbre de “hacer conflicto”, y al igual que en la vida psíquica, si no hay conflicto, entonces hay violencia como corto circuitos. Más allá de nuestra contingencia, es un tema mundial que tiene que ver las tecnologías, las crisis de sentido, la falta de imágenes de futuro y su consecuente sensación de impotencia y nihilismo: sin mañana, no hay lugar a las sutilezas, la paciencia y la atención que regenerar un mundo requiere. Mejor quemarlo (es casi un mecanismo de defensa). |
En la especie humana late un impulso a la violencia difícil de controlar, tanto que a veces, sin dejarla caer sobre los demás, la dirigimos contra nosotros mismos. Junto con otros efectos neurológicos y conductuales que presumo sin mucho mayores de lo que sabemos, la pandemia, ya desde hace rato, está exacerbando fuertemente nuestra irritabilidad y transformando está en ira y, finalmente, en agresiones verbales o físicas a los demás. Desmesura, ausencia de control, locuacidad excesiva, observo yo también. Creo que una vez controlada la pandemia todos vamos a tener que sacar bono no para el psicólogo, sino partir directamente al psiquiatra. ¿Qué hacer entretanto? No tengo la menor idea, pero la música, la literatura, el cine, la familia, los amigos y la atenta observación de la naturaleza, de su belleza y sus cambios, pueden ser buenos refugios donde guarecerse de los bravos tiempos que corren. Siempre hay que buscar muletas en las que apoyarse, esos paliativos de que hablaba Freud. ¿No les parece? |
Es muy complejo y ambicioso tratar de definir las causas de la violencia que estamos viviendo, pero sí es posible constatar que nos hace mal como sociedad. El miedo nos coarta en muchos sentidos. Por ejemplo, muchas personas desisten de asistir al Teatro Municipal de Santiago los viernes por temor a sufrir un acto de violencia, lo que repercute directamente en los trabajadores y organizaciones culturales, condicionando incluso el futuro de algunas actividades. Pero quizás lo más serio es que la violencia termina rompiendo la vida en comunidad, lo que no puede ser tolerado bajo ningún punto de vista. Sin duda, debemos plantearnos con urgencia cómo superar este complejo momento y trabajar decididamente por crear espacios de diálogo, encuentro y respeto mutuo. |
Aún en Chile no se toma conciencia de la gran importancia de la educación de los jóvenes. Obviamente que hay muchos factores que pueden influir en "prender la mecha" de estas situaciones, pero el resentimiento social que existe hoy en nuestro país va de la mano de la poca capacidad de nuestra sociedad de controlar y entender los sentimientos que nos generan estas reacciones. Si tuviéramos conciencia de una educación formativa y no resultadista, la realidad sería completamente diferente. Lo que debemos intentar hacer ahora que ya nos explotó esto en la cara, es tomar las medidas razonables, pero contundentes, sin pensar en el beneficio político, sino en el social.. Desde que estoy en Chile he escuchado cómo se comparan las sociedades europeas, como la alemana, sueca o francesa con nuestra sociedad. Alemania por ejemplo, que es un país que conozco bien, es una sociedad que tiene grandes beneficios, pero de la misma forma o aún más, deberes. Los residentes viven bajo una máquina de sistema público increíblemente establecida y dura, no es viable hacerse el "vivo" o "sacar la vuelta" o "actuar sobrepasando la ley". Saben que si no la cumplen sufrirán grandes consecuencias. Esto genera un sentimiento de estabilidad y seguridad generalizado. Hasta que no le demos la importancia a la formación de nuestros hijos, seguiremos a la deriva y esto no mejorará, sino todo lo contrario, nos volveremos más y más resentidos y nos terminaremos convirtiendo en una de esas sociedades de las cuales nos jactamos o que pensamos están por debajo de las nuestras. |
Desde el estallido de octubre de 2019 se instaló en Chile un escenario muy complejo en materia de seguridad y orden público, entre otros aspectos, porque se legitimó la violencia y el vandalismo como una forma válida de expresión política y de presionar a las autoridades y al gobierno a responder a determinadas demandas o exigencias. Violencia que con el pasar de los meses se ha vuelto crónica y se mantiene en distintos puntos del país, como ocurre todos los viernes en el sector de Plaza Italia, o en casco patrimonial de Valparaíso, por mencionar algunos, lo que ha provocado un enorme daño al sector gastronómico y locatarios de las zonas afectadas. Violencia que tuvo además un correlato desde algunos sectores de la sociedad que se negaron a condenar los hechos de violencia registrados y tuvieron una cierta connivencia con ellos. A esto se sumó la crisis institucional que vive el país y que fue aprovechado por los grupos violentistas para actuar con un alto grado de impunidad.Mi diagnóstico es que no se podrá poner fin a esta violencia crónica, mientras no haya esfuerzos conjuntos del Estado y la sociedad civil por condenar y rechazar la violencia en cualquiera de sus formas y expresiones e independiente de quién la ejerza, considerando que también se ha expandido el narcotráfico y otro tipo de delitos graves, al que no estábamos acostumbrados, como el sicariato. No hay razones ni motivos para justificar a los violentistas, y el Ministerio Público y los tribunales también juegan un papel decisivo en esto. |
El tema de la violencia en estos momentos es algo que llama mucho la atención. Uno la ve en todas partes, la gente está muy saltona. Se da un poco por el fenómeno de la polarización, que también se vio en las elecciones. La poca tolerancia a las opiniones diferentes, es difícil conversar con la gente. Yo estoy muy en contra de la violencia, que ojalá no se siga permitiendo. Ojalá que el Gobierno sea capaz de controlar algunas situaciones, que son más fuertes y entren en materia legal. En el tema del día a día, con la gente con la que uno se relaciona, hay que tratar de dialogar, conversar las cosas y no ir al choque, al enfrentamiento. Eso no nos lleva a nada. El diálogo debe prevalecer. Se pueden tener opiniones diferentes y convivir. Es una situación difícil a nivel país. Estamos con harta incertidumbre. También eso nos lleva a estar más sensibles y reactivos. Quizás cuando se vayan resolviendo cosas, eso vaya bajando. |
Hay tres factores que explican el aumento de la violencia y que hacen prever que será difícil controlarla. El primero es su validación política y cultural como una forma de impulsar transformaciones sociales. El famoso argumento marxista que sitúa la violencia como “la partera de la historia” ha sido esgrimido por políticos, periodistas o intelectuales que callaron la destrucción de barrios y que pretenden indultar a los culpables.En segundo lugar, vemos personas que justifican la violencia como una reacción de sectores oprimidos, que es otra forma de validar estas conductas. El problema de este argumento es que omite que la enorme mayoría de las personas de bajos ingresos o de pueblos originarios no participa de estos delitos y que de hecho son sus principales afectados. Por último, vemos a un Estado amarrado de manos para controlar el orden público y proteger a la población. Este problema se inicia con la pérdida de legitimidad de las policías - debido a los escándalos de corrupción del alto mando, y se agrava en el estallido, cuando sectores políticos instalan el argumento falaz que asocia cualquier represión a una violación de DDHH, llegando al límite de calificar de “presos políticos” a personas condenadas por delitos comunes. |
Creo que agrupar todos los tipos de violencia es un error. Es necesario analizar el origen de estas conductas, el contexto en el que se desarrollan y sus detonantes. Es muy distinto evaluar una violencia sistemática represiva que una proveniente de una reacción a una provocación o con orígenes sicológicos. Creo que vivimos en un país que está transitando por un periodo en el que se están evidenciando violencias que antes estuvieron invisibilizadas. Es crucial separar estos distintos tipos de violencia o seguiremos perpetuando un análisis muy reduccionista, fortaleciendo fenómenos como el negacionismo o la reproducción de discursos de odio. La rabia de muchas personas es una respuesta a un dolor o malestar, y debiéramos ver de qué forma reparamos la mente y el alma de nuestro país, para trabajar seriamente dar paso a una mejor sociedad. |
Al hablar de la violencia no podemos descontextualizarla de las emociones que provocan tal acción, y algunas de estas emociones son la agresión, la rabia, el odio, el resentimiento, y el haber vivido violencia en su infancia como un modo natural de resolución de conflictos. El espacio psíquico de nuestra cultura patriarcal-matriarcal centrada en relaciones de dominación, competencia, exigencias, es tierra fértil para la validación y justificación de la violencia y nos atrapa. Los niños y las niñas aprenden de manera inconsciente la negación hacia otra persona y no aprenden lo mas importante que es mirarse a si mismo/a, no aprenden en esta cultura a tener consciencia de sí, esto quiere decir tener consciencia de que sus acciones tienen consecuencias en las otras personas y en el entorno en el que habitan. No lo aprenden en el colegio, en la casa, no es tema, hasta que un suceso de violencia los conmueva o cause dolor. Todos/as tenemos que aprender que la violencia comienza con pequeñas acciones, el gritarse, el maltratar un animal, el pegarle a un hijo/a, y este a su vez golpea a un compañero, si no somos capaces de darnos cuenta que pequeños actos de agresión van constituyéndose en el caldo de cultivo para actos de violencia de otra magnitud. Tenemos que poder ver la violencia como me afecta y como la enajenación en el culto al despliegue de la violencia trae tanto dolor y desesperanza. Y que todas las personas desde la mas tierna infancia aprendan a reconocer la violencia como un acto no legitimo, si no la veo, quedan ocultas sus consecuencias. ¿ Y cómo salimos de esta psiquis?, transformando nuestro modo de pensar, es la única manera de hacer y de relacionarnos de otra forma como por ejemplo abriendo espacios de reflexión y de conversación en las escuelas, en la familia, en la comunidad, en las organizaciones donde trabajamos, poner a la violencia como una acción no aceptable ni legitima, nada la justifica |