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Columna de opinión: Democracia, Constitución y línea de flotación

Los chilenos deberemos ponderar si vale la pena subestimar aspectos que son medulares para el balance y control del poder. Cualquier paso en falso llevaría a ingresar en un laberinto del que, vista la situación de otros países, sería muy difícil después salir.

10 de Julio de 2022 | 11:23 | Por María de los Ángeles Fernández
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La Segunda
Estamos convencidos de ser el foco de la prensa internacional. Y no es para menos. No todos los días un país se embarca en el proceso de escribir una Constitución que es, a fin de cuentas, la carta de navegación que le sirve de guía. Y si hubiera alguna duda al respecto, ahí está el llamamiento a rechazar el borrador de la nueva Constitución formulado desde el semanario The Economist.

Cuando las circunstancias que vive el país parecen reforzar una autoimagen de excepcionalidad, cabe preguntarse si —desde Chile— se mira lo que en el resto del planeta sucede, especialmente en lo que al estado de la democracia se refiere y pensando en lo que podríamos llegar a ser.

Idea Internacional alerta que “el mundo se está volviendo más autoritario a medida que muchos regímenes autocráticos se vuelven aún más atrevidos en una represión exacerbada por la pandemia del covid-19”. Estudios como V-DEM, Freedom House y The Economist así lo refrendan.

Frente a ello, expertos político-electorales se congregaron recientemente para reflexionar sobre la erosión de la democracia representativa en el marco de la reciente Cumbre Mundial de la Democracia Electoral, organizada por el Instituto Nacional Electoral (INE) de México.

Fui invitada a participar en el primer panel del Foro Regional para América titulado "Línea de flotación de la democracia representativa". La idea alude al punto donde el agua llega al casco de un barco, como metáfora de los mínimos deseables para que la democracia se mantenga a flote. Siguiendo dicha estela reflexiva, llego a las contribuciones de Javier Corrales quien, en la plataforma Persuasion, muestra que es posible detectar dos signos reveladores de la probabilidad de retrocesos democráticos, así como otros dos indicativos de que el proceso ya está en curso.

Entre los primeros destaca la existencia de tensiones preexistentes que denomina las tres "I": desigualdad, inseguridad e incapacidad. Enseguida vendría la fragmentación asimétrica del sistema de partidos.
En cuanto a los indicios de que el retroceso ya ha comenzado se encuentra el legalismo autocrático, lo que supone "una revisión completa del aparato judicial y de aplicación de la ley de una democracia". Puntualiza que "el mecanismo particular utilizado es menos importante que el objetivo final: utilizar el sistema legal para aplastar la resistencia y concentrar el poder".

La segunda pista reveladora es la captura del aparato electoral. Para Corrales, "en las formas contemporáneas de retroceso, a diferencia de las formas tradicionales de autocratización, las elecciones nunca desaparecen por completo".

Pero hay otras vías de enmascaramiento como el "lavado de género autocrático" ("autocratic genderwashing"). Propuesto por Elin Bjarnegard y Pär Zetterberg, hace referencia a "la promoción de la igualdad de género con motivos ocultos ya que la idea es parecer progresista, liberal y democrático mientras se desvía la atención de persistentes prácticas antidemocráticas". Advierten que los autócratas "explotan la asociación, a menudo simplista, entre la igualdad de género y la democracia".

Lo señalado ayuda a ser más perceptivos frente a la sofisticación de los autócratas, permitiendo calibrar las críticas que suscita el texto constitucional, especialmente en temáticas tales como la creación de "sistemas de justicia" (suprimiendo la idea de Poder Judicial) junto con un Consejo Nacional de Justicia, así como una supresión del Senado que se compensaría con una nueva Cámara de Regiones, sobre la que se duda que pueda erigirse como contrapeso institucional efectivo a las mayorías circunstanciales que resulten de la elección presidencial y parlamentaria. Se suma a ello la equiparación de los partidos políticos con cualquier otro tipo de organización o movimiento, entre otros preocupantes aspectos. El académico Mauricio Morales lo expresa sin tapujos: "Si un presidente consigue mayoría en la Cámara, implicará que tenga el poder total".

Los chilenos deberemos ponderar si vale la pena subestimar aspectos que son medulares para el balance y control del poder. Cualquier paso en falso llevaría a ingresar en un laberinto del que, vista la situación de otros países, sería muy difícil después salir.

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