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¿Amortiguador de la polarización?: Análisis al regreso del voto obligatorio y por qué "moderaría" discursos políticos

Según expertos, con el sufragio voluntario cada partido o candidato le habla a sus "barras bravas". Ahora se tendrá que apuntar a un electorado más bien apolítico.

21 de Diciembre de 2022 | 08:04 | Por Sofía Dib, Emol
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Aton.
En enero de 2020 ingresó por la Cámara de Diputados. La jornada de ayer la misma corporación aprobó la reposición del voto obligatorio, luego de casi 11 años de sufragio voluntario con inscripción automática.

El cambio fue motivado por la amplia concurrencia a las urnas para el Plebiscito de salida del 4 de septiembre pasado, en donde la propuesta de nueva Constitución fue rechazada por casi 8 millones de chilenos, mientras que el Apruebo obtuvo casi 5 millones de apoyos. Así, votó el 85% del padrón electoral, 35 puntos porcentuales más que en el referéndum de 2020.

Así también lo explica Pepe Auth, quien era diputado cuando se aprobó en primer trámite constitucional el sufragio obligatorio. En su momento, asegura que "en el Gobierno de (Sebastián) Piñera la instrucción del gobierno fue más bien votar en contra del voto obligatorio, pero el plebiscito arrasó con todas las dudas. La diferencia entre el plebiscito de 2020 de entrada y el de salida arrasó con todas las dudas".

¿Cuál será la implicancia política que tendrá esta modificación a la forma de hacer política? Es la pregunta que responden los expertos a Emol, quienes coinciden en una sola premisa: Moderar el discurso.

Isabel Castillo, académica de la Facultad de Gobierno de la U. de Chile explica que "lo que se sabe del voto voluntario es que participa la gente que tiene mayor interés en política, más politizada, más movilizada, y que hay un sesgo de clase fuerte, la gente es más educada, entonces los partidos y los candidatos les habla un poco más a ciertos nichos".

Así, por lo tanto, este cambio "te obliga a hablarle a esa gran parte de la población, diría la mayoría de la población, que tiene muy bajo interés en política, que tiene casi un rechazo a la política, que no necesariamente se informa mucho, que es muy poco ideológica, no se identifica con el eje izquierda derecha, ciertamente rechaza a los partidos. Va a obligar a los partidos a apelar a esos sectores que han ido auto marginándose del proceso político".

La forma en que los partidos van a realizar esto es, para ella, "una gran incógnita", pero apuesta por identificar que existiría "un cierto factor moderador porque es gente que no es muy ideológica, entonces los programas de partido más ideológicos pierden peso, entonces (hay que) apelar más a un sentido común".

Eso mismo explica Auth. "Es muy distinto cuando se trata de movilizar a los tuyos que cuando se trata de conquistar a la mayoría de los electores, suponiendo que la gran mayoría va a ir a votar y por lo tanto la tarea consiste en que voten por ti".

Precisamente explica que "para movilizar a los que ya están contigo tu necesitas reforzar tu discurso, polarizar, reivindicar la identidad que moviliza a los tuyos y por lo tanto las campañas tienden a polarizarse, en cambio cuando tienes que conquistar al elector común, al que no está alineado ni contigo ni con el otro tú tienes que ir en búsqueda del sentido común (...) digamos que el voto obligatorio es un amortiguador de la polarización".

En otras palabras, Auth asevera que "en vez de ir a tus ´barras bravas´, vas a tener que ir a buscar al elector común y corriente. Esa es la diferencia esencial y por eso que es bueno para la democracia".

Gonzalo Arenas, director de la Escuela de Derecho de la U. San Sebastián, concuerda. "Creo que solamente va a producir buenos efectos", opina.

En primera instancia porque "le va a dar más legitimidad a las elecciones. Va a ayudar a fomentar un espíritu más republicano que es esencial, porque hace que la gente se comprometa más con el sistema, que cuando uno va a votar se siente responsable del resultado y se siente parte de una democracia”.

Pero también, porque "puede ayudar mucho a moderar los discursos de los candidatos". De esta manera puntualiza que "cuando el voto es voluntario en general las campañas se ponen más extremas en el sentido de que hay que movilizar solamente a los propios, en cambio cuando es obligatorio y el universo electoral es más amplio, los discursos tienden a ser más moderados porque hay que tratar de convencer a mucha más gente más que el pequeño circulo o la barra brava de cada candidato".

Asimismo, ahonda en que "que haya voto obligatorio va a hacer que las campañas se impregnen de mensajes mucho más transversales porque hay que tratar de convencer a mucha gente que quizás no tiene preferencia política. En la mayoría de los casos los que van a votar solo porque es obligatorio es porque no tienen preferencia política marcada, son personas más bien moderada y apolítica y eso por supuesto que marcar el tono y los mensajes de campaña".

El factor negativo

Según comenta Castillo, existe un factor de riesgo en esta modificación, y es "que fortalezca las tendencias anti políticas (…) como el Partido de la Gente", ya que este "surge como rechazo a la política tradicional, dicen que no son de izquierda ni de derecha y que la gente está un poco marginada del proceso”.

Entonces, dice Castillo, "puede fortalecerse ese tipo de actores, es tipo de discursos y de figuras que apelan a eso. Pamela Jiles es alguien que apela a eso constantemente (…) un discurso muy poco consistente ideológicamente y muy de corto plazo. Cuando tienes un sector importante de la población que tiene este rechazo a la política es posible que a ese tipo de figuras les vaya mejor", termina la académica.
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