EMOLTV

Columna de opinión: La ineludible responsabilidad del socialismo

En la actualidad, reconocidas figuras del amplio mundo socialista se desempeñan en áreas cruciales de la acción gubernamental. Constituyen, por así decirlo, el ancla y en muchos aspectos el timón de un barco que a horas de emprender la ruta parecía extraviarse.

25 de Julio de 2023 | 07:02 | Por Carlos Ominami
imagen
El Mercurio
La historia del Partido Socialista es especialmente turbulenta. Como ningún otro partido chileno puede exhibir grandes aciertos habiendo cometido también graves errores. Su relación esquiva con el Presidente Allende, su incomprensión de la vía chilena al socialismo y las veleidades en su desempeño durante el gobierno de la Unidad Popular forman parte de estos últimos. Entre sus grandes aportes figuran su constitución temprana como una fuerza de izquierda latinoamericanista que no reconoce vaticanos ideológicos y que con Eugenio González a la cabeza fue capaz de proponer un programa como el de 1947 que sigue representando un referente insuperable en la trayectoria político-intelectual del socialismo democrático y humanista.

Asimismo, construcciones sociales tan relevantes como el Servicio Nacional de Salud tienen la impronta del socialismo aportada por el en ese entonces joven ministro: el doctor Salvador Allende.

Es también mérito del socialismo haber sido capaz de sobrevivir a una dictadura que lo reprimió de manera feroz y al mismo tiempo abrir un implacable proceso de crítica y autocrítica sobre su actuación en los mil días de la Unidad Popular. Ningún otro partido ha tenido la fuerza y el valor de desnudarse y ponerse en cuestión como la ha hecho el socialismo chileno, pagando incluso por ello el costo de dolorosas divisiones. Este proceso conocido como la “renovación socialista” implicó una ruptura radical con las ideas de corte leninista que desde finales de los 50 y especialmente luego de la tercera derrota de Allende, en 1964, habían desviado al Partido Socialista del ideario humanista propuesto en el Programa de 1947. Así, se revalorizó la democracia como conquista universal y se elevó el respeto a los derechos humanos a la categoría de principio fundamental de la acción política.

De la idea de un “modelo socialista” preconcebido que había que imponer a cualquier precio y en cualquier circunstancia, se transitó a la de “práctica socialista” como proceso permanente de búsqueda a través de la construcción de mayorías de un orden social superior. Asimismo, se entendió que sin mercado no hay democracia, puesto que en ausencia de este, se constituye indefectiblemente una “dictadura sobre las necesidades” que oprime a las personas e impide el crecimiento y el desarrollo.

La capacidad de resistencia del socialismo sustentada en la base moral que representó el gesto final del Presidente Allende sumada a su disposición a actualizar tanto su pensamiento como su práctica política le permitieron jugar un papel central en el “reencuentro de los demócratas”, según la feliz expresión del expresidente Aylwin.

La salida pacífica de la dictadura y una transición hoy día valorada por el propio Presidente Boric difícilmente habrían podido tener lugar sin el concurso activo del socialismo.

Habiendo aprendido de sus errores, el Partido Socialista no titubeó en involucrarse en el proceso encabezado por el Presidente Boric. La historia no podía volver a repetirse. Era fundamental dejar de lado susceptibilidades y cálculos menores. El socialismo no debía restar su apoyo a la opción transformadora que representaba Gabriel Boric por oposición a la regresión que encarnaba José Antonio Kast.

En la actualidad, reconocidas figuras del amplio mundo socialista se desempeñan en áreas cruciales de la acción gubernamental. Constituyen, por así decirlo, el ancla y en muchos aspectos el timón de un barco que a horas de emprender la ruta parecía extraviarse. Su aporte es valorado por la ciudadanía que los distingue con altos niveles de aprobación. No es un misterio para nadie que sin haber cumplido todavía la mitad de su mandato, el gobierno enfrenta una situación delicada: la economía no crece, las reformas comprometidas no avanzan y aumentan la desconfianza, el malestar social y el escepticismo respecto del futuro.

Queda poco tiempo útil para superar el entrampamiento. A medida que se aproximan los eventos electorales, los gobiernos entran inexorablemente en el ocaso aquejados del conocido síndrome del “pato cojo”. A fin de cuentas, la dificultad mayor que enfrenta el Gobierno es la crisis de las expectativas, la pérdida del entusiasmo, la erosión de la credibilidad. Su recuperación no depende de políticas sectoriales o de definiciones puramente técnicas. Se trata más bien de una cuestión de actitud, de poner por delante, con convicción, la búsqueda sincera y transparente de acuerdos que permitan avanzar. Y corresponde en esto asumir la realidad.

El “zarpazo”, la sustitución de la izquierda histórica por una nueva izquierda no ocurrió, ni en Chile ni tampoco en España que en algún momento sirvió como modelo. De socio de segundo orden en un gobierno que tenía al Frente Amplio y al PC como alianza privilegiada, el socialismo se ha transformado en una fuerza insustituible, lo que hace que recaiga sobre sus hombros una responsabilidad ineludible.
En vez de escuchar cantos de sirena que promueven el desembarco de un gobierno que —se afirma— habría entrado a un laberinto sin salida, el socialismo debiera reafirmar su compromiso buscando ampliar su gravitación.

No se trata de más o menos cargos burocráticos; se trata de presencia política, de incidencia, de credibilidad, de coherencia, de capacidad de conducción.

Por su trayectoria histórica, su experiencia de gobierno y su madurez política, el socialismo en sentido amplio es la fuerza en mejores condiciones para contribuir a desbloquear la situación. Para ello, debe ser también capaz fortalecerse internamente, mediante una convocatoria a la construcción de una gran fuerza progresista en la que converjan sectores tradicionales con nuevos contingentes, los trabajadores manuales y los intelectuales, las vertientes laicas, cristianas y marxistas, los grupos ecologistas y los colectivos feministas.


EL COMENTARISTA OPINA
¿Cómo puedo ser parte del Comentarista Opina?