Habitar la noche en Santiago se ha convertido en un panorama de doble significancia; por un lado, es un acto "osado", y por otro, casi triste, sombrío, lánguido. Basta con darse unas vueltas por el centro, Avenida Providencia, Plaza Ñuñoa o Barrio Italia, para notar que las cortinas bajan más temprano en comparación a lo que se hacía antes de los dos grandes puntos de inflexión: el estallido y la pandemia.
Santiago nunca ha sido un gran polo de vida nocturna -como los vecinos de Buenos Aires o Río de Janeiro-, sino más bien una ciudad que ofrece determinados lugares y atractivos para visitar, o incluso como punto de partida para llegar a Viña del Mar o Valparaíso, pero lo que había de ocio, o lo que quedaba de ello, hoy es incluso más "lacónico".
Hay tres grandes factores que poner en equilibrio. El estallido obligó a locales a cerrar temprano a raíz de la violencia que vino asociada a las manifestaciones, donde se repitieron escenas de saqueos y un ambiente cargado con lacrimógenas muy difícil de digerir, por lo que la vida nocturna de ese 2019 se veía constantemente amenazada por algún desorden. Un fiel ejemplo de ello fue el barrio Lastarria.
El segundo, fue la pandemia, que terminó por obligar a las personas a quedarse en sus casas para evitar contagios, y los locales comerciales que buscaban salir a flote tras el estallido, se vieron obligados a bajar sus cortinas en una pausa sin fecha final, o definitivamente, no volvieron a abrir. Lo mismo ocurrió con el sector de la cultura y las artes, con los eventos musicales y cualquier otra actividad masiva que implicara reunión de personas, todo era un riesgo. La actividad nocturna se asentó en las casas, y proliferaron los servicios de delivery.
Pero la delincuencia también ha sido un denominador común. Hay un miedo a habitar la noche que no es nuevo, pero sí más intenso. Porque los cambios de hábitos que significaron los dos hitos anteriores hoy parecen tener una fuerte razón para resistirse a desaparecer; los delitos violentos aumentan, los homicidios han tenido un crecimiento sostenido en el tiempo, hechos que se registran con mayor frecuencia a las 22:00 horas, especialmente los sábados (20%), domingos (19,7%) y miércoles (13,6%), según datos del Primer Informe Nacional de Homicidios Consumados.
La
última encuesta CEP muestra que si bien la delincuencia, asaltos y robos bajó 6 puntos entre noviembre-diciembre de 2022 (60%) junio-julio de este año (54%), este factor sigue siendo el principal que mencionan las personas como los problemas a los que debería dedicar mayor esfuerzo en solucionar el Gobierno.
¿Por qué hablar de una ciudad lacónica? ¿cómo se percibe este cambio en los gremios? y sobre todo, ¿se ve un giro en esta tendencia o Santiago seguirá siendo una ciudad que "duerme temprano"? En conversación con Emol, distintos académicos y líderes gremiales entregan su perspectiva de las causas y efectos.
El temor de "habitar" la noche
Raimundo Frei, académico de la Escuela de Sociología de la Universidad Diego Portales (UDP), pone en perspectiva el "fenómeno de la noche" en Santiago. Comenta que efectivamente hace tiempo esta dimensión se perdió en los sectores populares a raíz de la inseguridad, pero este escenario comenzó a replicarse en los centros de la ciudad, incluso antes de la pandemia. Sin embargo, la crisis sanitaria y el estallido tuvieron ese remate donde quedaba cierta vida nocturna.
"Se fue apagando por la disminución de los horarios nocturnos del transporte público, pero también por un cambio en los hábitos laborales, porque para muchos restaurantes se hizo complejo contratar gente para los turnos de noche; y comenzó un miedo a habitar la noche, por los portonazos, asaltos y delitos más violentos (...) después de las 9 o 10 de la noche se hace más difícil transitar por la ciudad", comenta.
(La pandemia y el estallido) afectó los hábitos y la percepción que se tiene de salir. La gente lo piensa mucho más, incluyendo a quienes quieren usar el auto, por los portonazos. Esa violencia que se vivía más en la periferia y que aún no se acercaba tanto a los centros, finalmente llegó".
Óscar Contardo, periodista y escritor
Este análisis es compartido por el periodista y escritor Óscar Contardo, quien comenta que "Santiago es una ciudad mucho más apagada de la que era hasta 2019", impulsada por estallido, pandemia y delincuencia. "Esto afectó los hábitos y en la percepción que se tiene de salir, la gente lo piensa mucho más, lo que también incluye a quienes quieren usar el auto, por los portonazos. Esa violencia que se vivía más en la periferia y que aún no se acercaba tanto a los centros, finalmente llegó", comentó. Y ese aterrizaje de la violencia terminó por afectar a ciertos circuitos de ocio y de vida nocturna que en los 2000 ya se habían asentado en Santiago.
Contardo reflexiona que si bien el cambio es parte de los rasgos de las ciudades, es cierto que el centro de Santiago está en abandono hace tiempo, y de alguna manera, "Lastarria, por ejemplo, significaba un punto de encuentro que ya no es tan así".
En efecto, el barrio Lastarria sufrió varios embates de violencia durante la pandemia, y los hechos registrados a fines de julio-, donde un grupo de sujetos causó desórdenes e incluso encendieron barricadas- revivieron el recuerdo de las complejas jornadas post estallido entre los vecinos. Si bien en la zona apuntan a rencillas entre ambulantes, la atmósfera de inseguridad no ha podido ser disipada.
Quien conoce de primera fuente los estragos de estos hechos es Máximo Picallo, Presidente de la Asociación Chilena de Gastronomia (Achiga), quien sostiene a este medio que "el vandalismo sigue golpeando con fuerza a un reconocido barrio gastronómico y comercial como es Lastarria, con el duro golpe para sus locatarios. Son las esquirlas de la violencia que se instaló en Chile desde el estallido, que continúa vigente y que el Estado no ha sido capaz de neutralizar y enfrentar con éxito".
Picallo comenta que esta es una de las razones de por qué a las pymes que son parte de la industria gastronómica les ha costado tanto recuperarse, "ya que la violencia crónica que se instaló en el país hizo que las personas cambiaran sus hábitos, como no salir hasta muy tarde, mermando la vida nocturna y la demanda. Un daño inconmensurable que tampoco ha sido reparado por parte del Estado, lo que incluso ha obligado a muchos a bajar la cortina, y que en el caso de Santiago Centro, destruyó la vida de una zona que antes del estallido era muy efervescente", señala.
La falta de recintos, otra "deuda" con el ocio
Otro sector que lamenta la pérdida de esa "efervescencia" a la que apunta Picallo, o al menos, a la vida un poco más activa tras caer el sol, es el de los espectáculos y grandes eventos. Para Jorge Ramírez, gerente general de la Asociación Gremial de Productoras de Entretenimiento y Cultura (Agepec), "no hay dudas de que la capacidad de entretención en Chile ha ido decayendo", y subraya que Santiago "se ha vuelto una ciudad más lacónica".
"Chile tiene los mismos recintos hace décadas, y no hay una mirada que apunte a hacer más rica esta propuesta".
Jorge Ramírez, gerente general Agepec
Según argumenta, esto tiene relación con que hoy en día "no se encuentran muchos lugares donde ir en Santiago después de que oscurece, y creo que indudablemente se ha retrocedido en la oferta del entretenimiento, entendido como un pub, un teatro, etc., y evidentemente el problema de la inseguridad ha hecho que la gente se quede más en su casa".
Pero Ramírez conecta esta atmósfera alicaída de entretenimiento con la falta de recintos que permitan desarrollar actividades importantes. "Chile tiene los mismos recintos hace décadas, y no hay una mirada que apunte a hacer más rica esta propuesta". Un ejemplo de aquello, fue la eterna pausa en la que está la segunda parte del Centro Cultural Gabriela Mistral (GAM), o la idea de reubicar una segunda Arena en otro lugar de Santiago.
"Parece difícil explicar que el court central del Tenis del Estado Nacional, que en un momento albergó espectáculos relevantes, se remodele para los Panamericanos y no se piense que puede ser un lugar techado para recibir a unas 5 mil personas; al revés, hoy sólo caben 3 mil y fracción, es decir, lo hacen más pequeño", cuestiona Ramírez, apuntando a que en ese proyecto faltó "una mirada de futuro".
De hecho, el que la cantante estadounidense Taylor Swift no agendara fecha en Santiago, o que el ex Beatle Paul McCartney dejara afuera a Chile en su próxima gira por Sudamérica, también es considerada una muestra de la falta de recintos para albergar espectáculos de tal nivel. "Para esa capacidad, no se pueden hacer sino en el Estadio Nacional (que hoy está en remodelación para los Panamericanos)", comenta Ramírez.
La reconquista de los espacios, pero de día
Con la pérdida del espacio nocturno como un lugar para habitar, la ciudadanía ha optado -o se ha visto empujada- a reconquistar espacios en el día. "Estamos en la búsqueda de lugares donde podamos estar y habitar la ciudad de una forma más tranquila", reflexiona Frei.
Estos cambios de hábitos se observan, por ejemplo, "en que la gente sale más temprano, buscan salir de día, y ganan terreno actividades como subir el cerro o caminar cerca del Río Mapocho; zonas para habitar tranquilamente".
Y sin afán de hacer futurología, la pregunta es inevitable: ¿qué destinos podría tener este Santiago que se "esconde" temprano? "Creo que nada está escrito en piedra en cuanto al futuro de la ciudad, creo que hay intentos de reconquistar parte de la noche, ganando de a poco ciertos sectores o lugares que pueden ofrecer espacios de reencuentro".
Pero también puede ser que, pese a una oferta que se intente o pretenda reactivar como fue antes de la pandemia, el cambio se haya instalado. "Puede ser que no tengamos más 'noche', tal como ya pasó en algunas comunas de la gran cuidad, que hace más de una década que ya la perdieron", cerró el sociólogo.
Contardo es de la idea que sin proyectos o programas concretos que puedan ayudar al impulso de la ciudad, o la recuperación de espacios, será complejo que el escenario cambie, al menos en el corto plazo. "Es cierto que pintar las fachadas es importante, pero hay una serie de cosas que se perdieron, y el punto es que alguien se sienta seguro o segura para recorrer la ciudad, y eso no se ha logrado (...) Santiago se volvió a transformar en una zona donde cada comuna resuelve sus propios problemas", estimó.