2 de diciembre, 21:15 horas
'Estas se instalaron hace unos seis meses', dice Karina Alarcón, directora del Cesfam Raúl Brañes, de San Bernardo, mientras con esfuerzo abre una puerta blindada que pareciera dar paso a una bóveda o una cárcel de alta seguridad y no a la sala de espera, donde cerca de 15 personas aguardan por ser atendidas.
Al recorrer los pasillos del recinto junto a 'El Mercurio', cuenta que 'hace algunos meses llegó un 'perro'… porque ustedes saben que hay jergas en esto. Hay 'perros', 'soldados'... Y llegó baleado y cargado de droga. Y al rato apareció un grupo a rematarlo. Dijeron que eran de la familia y no nos dimos cuenta porque actuaron como si fuera una teleserie, lloraban y todo. Entonces, ¿qué se puede hacer contra eso?'.
Así que 'nos hemos enfocado en lo que sí podemos hacer', añade Alarcón, mientras al fondo del corredor un funcionario baja una cortina de hierro.
Por las noches, el Cesfam ubicado en medio de las villas Anguita, Cordillera y Los Héroes, a pocas cuadras del límite comunal con La Pintana, se convierte en un verdadero búnker. Es el paliativo que han encontrado ante la violencia. Todos los accesos de la sección del recinto que sigue operativa quedan con sus puertas blindadas y los pasillos que conectan con el resto del edificio permanecen tapiados con cortinas de hierro.
22:04
'¡José Soto!', grita una enfermera y desde el fondo de la sala de espera se levanta un hombre en muletas y con una pierna ensangrentada, que se queja mientras camina.
Silvia, otra funcionaria, corre sus utensilios para que el paciente pueda pasar, y luego continúa trapeando el piso que solo unas horas más tarde vomitaría otra persona. 'No sé qué le pasó a este 'cabro', le tienen que haber pegado. Pero adentro hay uno al que le dieron un balazo en la guata. Los traficantes, parece', dice bajando el volumen de la voz.
23:50
'Este año lo partimos con una balacera. El 4 de enero estábamos de turno. De repente se sintió un frenazo y luego, las balas', recuerda Denisse, enfermera coordinadora.
'Pensé que eran fuegos artificiales. Y resulta que el paciente al que estaba atendiendo, dijo: 'Son balazos', y agarró a su hijo y se tiró al suelo. Abrí la puerta y toda la gente estaba corriendo para todos lados. Fue como una película de terror', añade, mientras se alista para terminar su jornada.
Claudia Pizarro Lazcano, directora nacional del gremio de enfermeros, advierte que se trata de un problema a nivel país y no solo de la Región Metropolitana.
'En regiones como La Araucanía, los hospitales enfrentan agresiones con un componente adicional de violencia social ligada a conflictos territoriales', señala.
'Hospitales más pequeños o rurales enfrentan limitaciones aún mayores: escasa vigilancia, largos tiempos de respuesta ante emergencias y un subregistro de agresiones', dice.
A juicio de Pizarro, el problema 'exige la creación de un sistema nacional coordinado que diseñe políticas públicas efectivas y concentradas en la prevención'.
3 de diciembre, 02:31 horas
'Yo llevo 40 años', cuenta Osvaldo, chofer de la ambulancia del Cesfam, momentos antes de trasladar a un paciente. 'Antes igual era peligroso, pero nunca tanto. Ahora ya se ve de todo. Hace un tiempo, a un funcionario que venía llegando lo agarraron en la calle y le dijeron que si no les pasaba 50 lucas a cierta hora, lo iban a venir a buscar. No vinieron, pero el miedo igual afecta', añade.
Según una encuesta realizada por el Colegio Médico a funcionarios de la atención primaria y hospitales públicos del país en octubre,
el 25% de los profesionales señala haber sufrido una agresión física en el último año; el 60% dice haber sido víctima de agresiones psicológicas y 'un 40% respondió que había situaciones de violencia cerca, es decir, balaceras en sus lugares de trabajo, y más o menos un 30% manifestó que había sufrido situaciones de delincuencia en su trayecto, asaltos, robos, etcétera', detalla la presidenta del gremio, Anamaría Arriagada.
Para disminuir los riesgos de los equipos que salen a la calle, en La Araucanía se ha solicitado blindar los vehículos, mientras que en Alto Hospicio el personal sale con cascos y chalecos antibalas, una medida que aún no se aplica en San Bernardo. 'Uno piensa que no es necesario, pero eso hasta que pasa algo', apunta Osvaldo.
04:19
'¿Usted es la mamá?', pregunta Álex, sentado en la parte posterior de la ambulancia junto a un joven de 21 años que es trasladado al Hospital El Pino, por una herida de bala en la cadera.
'Sí', responde la mujer.
'¿Vomitó sangre?', vuelve a preguntar el paramédico y la madre ahora solo asiente con la cabeza. Alex rellena un formulario que muestra cuando llega al hospital. Ahí una pesada puerta metálica deja pasar la camilla y se cierra de inmediato tras de él.
El guardia que controla el acceso dice que 'acá vienen con cuchillos, con pistolas. Cuando llega un 'loco' baleado, los mismos familiares llegan con pistolas 'dando jugo', pateando la puerta. Entonces, tengo que mirar por las cámaras, para ver si puedo abrir'.
Cerca de una hora más tarde, Álex sale de la urgencia y vuelve a subirse a la ambulancia. 'Ya, lo recibieron', dice satisfecho. Cuenta que 'aquí llevo 19 años, pero últimamente se ha intensificado el tema de la violencia'.
'Imagínense que hace un tiempo a una compañera, en el único momento que tuvo para salir a tomar aire, la asaltaron dos tipos. Y eso fue en el patio, acá adentro y a las cuatro de la tarde', añade. Luego de eso, el Cesfam debió reforzar las rejas perimetrales.
Otros recintos han tomado medidas similares. El Hospital El Pino, también de San Bernardo, tuvo que ser rodeado con una reja rematada con alambres de púas, mientras que el Padre Hurtado (San Ramón) se convirtió en el primer centro asistencial blindado de Latinoamérica, tras instalar un muro contra las balas que recibía constantemente.
05:47
'¿Por qué vienes, Jeanette? ¿Te duele el abdomen? ¿Estás resfriada o no? ¿Alérgica a medicamentos? Pase solita y tome asiento', indica María, la enfermera que recibe y categoriza a los pacientes que llegan, todo a través de un vidrio y una reja que la protegen.
Hace 15 años que trabaja en el Cesfam y dice que 'este vidrio lo han quebrado hartas veces'.
'Pero no toda la gente es violenta', advierte, y se despide de un hombre que se retira cansado: 'Ese caballero pidió permiso para quedarse en la noche, porque lo asaltaron afuera, le quitaron todo. Alcanzó a arrancar'.
Cuando dan las seis de la mañana en punto, los guardias levantan las cortinas metálicas, las puertas blindadas se abren y nuevamente el Cesfam vuelve a funcionar a toda su capacidad. El recinto se llena. 'Las puertas blindadas han servido mucho y son necesarias, pero es increíble que tengamos que trabajar así', lamenta María.