EMOLTV

Cuando recordar se transforma en dolor

30 de Marzo de 2007 | 09:26 |
imagen
www.cesam.cl

Sin duda muchos de nosotros podemos recordar eventos traumáticos y dolorosos ocurridos en los últimos años. Se nos vienen a la memoria, entre otros, el atentado a las Torres Gemelas el día 11 de septiembre de 2001, la guerra en Irak, el conflicto permanente en el Medio Oriente.

También en forma diaria a través de los medios de comunicación nos informamos de asaltos violentos, situaciones de abuso sexual, violaciones, accidentes fatales o de desastres naturales como terremotos y huracanes.

A pesar de la capacidad humana de adaptarse y sobrevivir, el hecho de vivenciar directamente estos acontecimientos o ser testigo presencial de ellos, puede provocar un trastorno emocional denominado trastorno por estrés postraumático.
Si buscamos una definición el estrés postraumático es un trastorno de ansiedad que puede surgir después que una persona, con una vulnerabilidad previa, pasa por un evento traumático que le causó pavor, impotencia u horror extremo. Estos sucesos y recuerdos pueden alterar aspectos vitales de algunos individuos, por lo cual, un evento particular empaña todas las otras experiencias, perturbando el desempeño y la calidad de vida, manifestando problemas familiares, ocupacionales e interpersonales. La carga del pasado interfiere en la habilidad para concentrarse en los hechos cotidianos y les impide afrontar nuevos desafíos.
La probabilidad de sufrirlo es mayor cuando la persona se ve expuesta a múltiples traumas o a eventos traumáticos durante su niñez y adolescencia, especialmente si el trauma dura mucho tiempo o se repite.
Para ejemplificar este tipo de experiencia y las consecuencias que ésta podría ocasionar, citaré el ejemplo de una mujer víctima de un asalto en su lugar de trabajo:
“Mis primeros síntomas fueron: temblor, llanto, pesadillas y dolor en todo el cuerpo. No tenías ganas de bañarme, de maquillarme, de salir. Peleaba con mi marido por todo y hasta llegué a amenazarlo con un cuchillo; todo me molestaba. Si salía de compras tenías que ir acompañada porque me ponía a llorar y a temblar, temiendo un nuevo robo. Tenía a cada rato recuerdos intensos sobre el momento del robo, no me lo podía sacar de la cabeza. No quería volver a trabajar, temblaba cada vez que entraba alguien al lugar donde me asaltaron, temía que me volviera a pasar. En especial, tenía miedo de las personas que usaban gorra con visera o mamelucos, porque las cuatro veces que me asaltaron iban vestidos así. Hoy estoy desganada, con ganas de dormir todo el día, contracturada y con mal semblante”.

Los síntomas por lo general aparecen en un período de tres meses de ocurrida la situación traumática, sin embargo, a veces se presentan hasta años después.

Dichos síntomas pueden ser muy diferentes en cada persona, pero lo más característico es que tengan recuerdos o pesadillas repetidas sobre el evento que les causó tanta angustia. Algunos pueden experimentar el regreso repentino y repetido de imágenes asociadas a recuerdos sobre los hechos, alucinaciones u otras emociones vívidas de que el evento está sucediendo o va a suceder nuevamente. Otros sufren de gran tensión psicológica o fisiológica cuando ciertos objetos o situaciones les recuerdan el evento traumático. Tienden, en algunos casos, a evitar sistemáticamente las cosas que les recuerdan el hecho, cayendo en evasiones de todo tipo: pensamientos, sentimientos o conversaciones sobre el incidente y también actividades, lugares o personas que se lo recuerden.

Otras personas parecen no responder a las cosas o situaciones relacionadas con el evento y no recuerdan mucho sobre el trauma. También podrían mostrar una falta de interés en las actividades que les eran importantes previamente, tienden a alejarse de los demás y no tienen esperanzas sobre el futuro.

Frecuentemente tienen dificultades para quedarse dormidos o bien para despertar, irritabilidad o accesos de rabia, dificultad para concentrarse, se vuelven muy alertas o cautelosos sin una razón clara, evidencian nerviosismo y facilidad para asustarse.

Aunque el curso de este trastorno es fluctuante y cada persona responde de manera particular, con un tratamiento adecuado puede esperarse una recuperación en la mayoría de los casos. De esta manera, se pueden obtener resultados eficaces con psicoterapia o medicamentos, o una combinación de ambos.
Uno de los objetivos de la psicoterapia, es que el individuo logre enfrentar y sobrellevar la situación adecuadamente. Con frecuencia, esta terapia consiste en que el paciente se exponga a la situación que le causa miedo como forma de reducir gradualmente su reacción a ella. Además, ayuda a los que sufren este trastorno, a analizar más de cerca sus patrones de pensamiento y les permite aprender a dejar de pensar negativamente.

Otra instancia es la terapia de grupo, que ayuda a muchas personas a contactarse con otras que han pasado por una situación similar y a saber que sus miedos y emociones son comunes.
Junto con la psicoterapia frecuentemente se utilizan medicamentos. Los antidepresivos y ansiolíticos pueden ayudar a reducir los síntomas, tales como los problemas para dormir (insomnio o pesadillas), la depresión y la tensión nerviosa.


EL COMENTARISTA OPINA
¿Cómo puedo ser parte del Comentarista Opina?