Ortúzar tiene tres hijos: Lucas, hijo de una primera relación en Francia, que tiene 17 años; Dominga, de 16, que vive con su madre y Amanda, de 14, que está con él; ambas son hijas de un matrimonio que duró ocho años, también terminado.
-Dos veces separado ¿por qué?
“Es complicado estar en pareja, bien complicado”.
-¿La película tiene algo de autobiográfica?
“Algo, y ahora viene otra, más compleja, que se llama “Flores para Lulú”, que filmo en España y que es más personal, más de autor, y habla de la problemática de amar a partir de los treinta. Las relaciones de hoy son más cortas, precisamente por el cambio de roles del que hablábamos; antes te casabas una vez en la vida y ahora puedes llegar a seis, fácil, entre matrimonios y convivencias. Lo peor es que igual terminas solo”.
-¿Estás solo?
“Con novia, polola. Amiga con raspe –me dijeron el otro día-, o sea, que a veces te toca y otras, no, (se ríe mucho)…no, eso es de pendejos. Estoy bien, pero dedicado a la pega y al cine, así que es difícil establecer relaciones”.
Cuando habla de sus hijos es como cualquier padre: chocho. Asegura hablar cualquier tema con ellos y que existe una enorme confianza. Además, defiende su rol de padre separado que comparte labores y, entre ellas, cuenta orgulloso, está el de cocinar muy bien y haberle enseñado a sus vástagos a disfrutar de la comida.
Respecto a sus hijas dice que son “unos minones” y, rápidamente, saca de su billetera dos fotografías que lo confirman.
-¿Eres un papá celoso?
“Antes existía la creencia que uno tenía que andar con la escopeta cuidando a las minas…yo les paso la escopeta a ellas: ¡Toma, cuídate sola! Y ojalá que cuando te toque sea en mi casa y no arriba de un auto a la bajada de Huechuraba”.
Sin embargo, como vive “en la punta del cerro en El Arrayán” va y viene con ellos, porque le preocupa su seguridad y saber con quién andan y qué hacen. Quiere ser su partner, “pero como papá. Es importante ir a buscarlos a las tres de la mañana. Estar y que ellos sientan que estás”.
-¿Leíste el reportaje de la “Paula” sobre la manera de vivir la sexualidad de los jóvenes?
“Genial lo encuentro, porque es desmitificar un montón de conductas sexuales que hasta ahora eran consideradas de prostitutas. Creo que los jóvenes la llevan”.
Se explaya sobre una diversidad de temas de lo más liberales, incluso asegura haber hecho estudios al respecto en Perú, en que las mujeres conversan y discuten estos temas y aprenden así las mejores técnicas amatorias para generar y darse placer.
-Te fuiste del tema ¿Qué hay de tus hijas?
“Cuando leí el reportaje, hablé con mis hijas y les dije que eran libres de hacer lo que quisieran, pero que se cuidaran. La posición de los pendejos es distinta, para ellos ésas son ‘las perras’.
“Me parece que es un exceso, tal vez, como la infidelidad en estos días; el péndulo se fue muy para un lado, pero eso va a generar que las mujeres tengan más orgasmos, que no se sientan culpables y que el hombre empiece a recibir de su pareja lo que quiere y no a buscarlo en otros lados, por lo tanto, me parece una evolución”.
Sin embargo, reconoce que hay una cosa cultural, metida en el disco duro del cerebro, que hace que muchas veces el discurso intelectual sea diferente a lo que pasa en la realidad, a la hora de enfrentar estos temas. “Trato de adaptarme y ser una especie de sostén de ellos, pero muchas veces me sobrepasan”. Se inclina a pensar que eso no le va a pasar a las nuevas generaciones.
Después de todo este discurso tan liberal, cuenta –casi avergonzado- que la primera vez que llegó a su casa y vio a Dominga con su pololo, universitario, echados encima de la cama. “Se veían las puras patitas”, dice; y a pesar de que estaban vestidos, llamó a la nana, prendió la chimenea, hizo un té rico y los invitó a bajar. “Me fui pa’ dentro, todo mi súper discurso se fue a la chucha y en dos minutos los saqué de la pieza, claro que con harto cariño y cuidado que no me cacharan ( se ríe el mismo). Después me di cuenta que la mina ya es grande, pero le pido que tenga respeto por las horas”.
-¡Por las horas! ¡Reconoce que te da cosa!
“Seguro, seguro; es súper contradictorio ser papá, cuando uno es liberal”.
Cambia el tema y cuenta que a sus hijos les encantó la película y Amanda –a quien define como rebelde y contestataria “por eso vive conmigo”- fue a uno de los focus previos al estreno y discutió con medio mundo; la razón era el beso entre Sigrid Alegría y la española Lucía Jiménez. Amanda defendió a brazo partido a su padre y la connotación de complicidad entre ambas mujeres, más que de una relación lésbica.
“La lectura de los pendejos es distinta a la nuestra; por eso me causó tanta extrañeza o satisfacción –no sé bien- que la hayan calificado para mayores de 14”.