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"Yo mantengo mi casa"

"La sensación de abandono, de lucha por tus niños, de quedarte sola con un buque, de no tener con quién compartir un problema de tu hijo es común a todas las jefas de hogar", dice María Teresa Domínguez. Como ella, cada vez más mujeres se convierten en el principal soporte económico y emocional de sus casas. Son las estrellas del último censo, ya que el 31,5% de los hogares en Chile está a cargo de una mujer. La mayoría vive con sus hijos, otras solas y una minoría tiene marido o conviviente. Provienen equitativamente de todos los sectores socioeconómicos y su principal realidad es que sobre sus hombros llevan el deber de sacar adelante a sus familias. Quienes hablan en este reportaje, cuentan cómo lo han logrado y aseguran que más allá de cualquier penuria, sienten un especial orgullo por la responsabilidad que les tocó.

28 de Marzo de 2005 | 12:16 |
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"Tuve una juventud fantástica. Me criaron para casarme bien. Saqué el colegio a patadas y no estudié nada". María Teresa Domínguez (51) nunca se imaginó que a los 25 años la abandonaría su marido y quedaría sola con dos niños chicos.

Hasta ese momento era dueña de casa y en medio del dolor sólo se le vino a la cabeza un pensamiento: "Tengo que sacar adelante a mis hijos y los quiero sacar como me sacaron a mí. No estaba dispuesta a que fueran a una escuela pública ni a que les faltara algo para comer".
¿Quién es el jefe del hogar?

La pregunta intenta descubrir quién es el principal proveedor de una casa. Sin embargo, la respuesta no siempre va relacionada con lo anterior, porque entran en juego factores culturales como el machismo. En ese sentido, el primero que pone una voz de alerta es Roberto Méndez, director de Adimark. "Probablemente el Censo subestima el verdadero número de mujeres jefas de hogar, porque el concepto mismo de jefe de hogar es anacrónico. El nombre implica literalmente algún nivel de autoridad y eso, en general, en las familias se tiende a asignar al hombre, aunque no tenga el mayor ingreso económico ni sea el encargado de mantener la casa".

Señala que a nivel internacional e incluso en su propia empresa encuestadora han eliminado esa terminología y ha sido reemplazada por identificar quién es la persona que aporta el ingreso principal al hogar.

También se tiende a confundir jefe de hogar con jefe de núcleo. La ingeniera comercial Rosa Camhi, investigadora social del Instituto Libertad y Desarrollo, lo explica: "En nuestro país tenemos una estructura muy matriarcal de los hogares. Y sobre todo en los estratos bajos viven muchas mujeres juntas. Entonces están juntas la abuela, la madre, la hija y la nieta, y cuando se les pregunta quién es la jefa de hogar, contestan que es la más anciana, aunque no trabaje".

En el INE, la socióloga Lylian Mires, reconoce que todas las preguntas que tratan de autoadjudicarse una posición, corren riesgos. "Es una discusión que existe; el Censo siempre va dejando desafíos respecto a cómo plantear las preguntas. Y el concepto de jefe de hogar se seguirá analizando".

También suele asociarse jefa de hogar con pobreza e incluso se tiende a hablar de la feminización de la pobreza. "Cuando la mujer se queda sola, normalmente accede a trabajos con ingresos más bajos que el hombre. Aquí, el 65 por ciento de las mujeres no trabaja, entonces muchas no tienen experiencia. Por lo tanto, en caso de necesidad no acceden a trabajos bien remunerados. Además deben buscar ocupaciones que les permitan mantenerse ligadas al hogar. Por eso, muchas se las arreglan haciendo cosas en sus casas o con trabajos part-time", señala Rosa Camhi. Por su parte, Roberto Méndez no está de acuerdo con establecer una conexión entre pobreza y jefatura femenina, sobre todo después de los últimos resultados del Censo, básicamente porque las cifras de pobreza disminuyeron.

La socióloga Mires señala que los niveles de educación de las mujeres también experimentaron un avance. Hoy, el 20 por ciento tiene 13 años de estudios, respecto al 9,69 por ciento del censo anterior. Eso significa que más mujeres están capacitadas para obtener trabajos mejor remunerados.

Otros datos que vale la pena tener en consideración: según la encuesta Casen, las jefas de hogar pertenecen equiparadamente a todos los sectores socioeconómicos de la sociedad. El 60 por ciento de ellas tiene sobre 45 años, lo que significa que muchas son viudas, con hijos grandes, y con menos posibilidades de encontrar empleo. Casi el 30 por ciento tiene entre 30 y 44 años, probablemente el sector más vulnerable. Entre el 11 y el 15 por ciento de los hogares biparentales tiene jefatura femenina, y en el 45 por ciento de los hogares unipersonales vive una mujer, o sea, muchas jefas de hogar viven solas.

Orgullosa y tratando de no pedir ayuda, vendió un juego de loza Thomas que había recibido como regalo de matrimonio. "Con eso, me pagué un curso de secretariado en cuotas. También demandé a mi ex marido por una pensión alimenticia. Cuando estábamos bien, me daba plata y cuando se enojaba podían pasar dos semanas sin darme un peso. Me cortaban el agua, el gas, tenía que partir a la casa de mi mamá a sacarle un poco de azúcar", recuerda.

A pesar de todo, cuenta que nunca se bajoneó. La fuerza la sacó principalmente de esos niños por quienes debía luchar. Asegura que le cambiaron las prioridades. "De ser un tiro al aire, empecé a trabajar de secretaria y me daba taquicardia porque mis hijos eran muy chicos para dejarlos solos".

Su sueldo no le alcanzaba para pagar los colegios particulares donde iban ni los gastos domésticos. A los cuatro años se arrimó a la casa de sus padres, de quienes recibió mucha ayuda. Con ellos vivió hasta que murieron y hoy está nuevamente sola. Pero ya se casó María José, la mayor de sus hijas, y junto a María Teresa sólo vive Sebastián, quien está en la universidad.

Lleva 16 años trabajando como secretaria de gerencia en una multitienda y está feliz con la vida que le ha tocado. Al preguntarle cuál cree que es la semejanza de ella con una jefa de hogar de condición más humilde, compara: "Tengo un respaldo económico detrás, pero la sensación de abandono es la misma, la sensación de lucha por tus hijos es la misma, la sensación de quedarte sola con un buque es la misma, la sensación de no tener con quién compartir un problema de tu hijo es la misma".

Tanto en María Teresa como en las otras jefas de hogar entrevistadas para este reportaje, se trasluce esfuerzo y orgullo tremendo por su condición. El caso de María Eugenia Barros (39) es una muestra evidente de una mujer que ha dado todo por sacar adelante a su familia. En el camino ha descubierto talentos ocultos y hoy, a pesar del cansancio, está feliz de haber logrado un trabajo estable y un hogar armónico con sus cinco hijos.

Su historia como jefa de hogar partió el año '96, cuando se separó de su marido. Un poco antes empezó a dar los pasos para salir de una grave situación económica. "Yo era una mujer sumisa, y producto de problemas económicos me empecé a angustiar. A veces no tenía ni para darles leche a los niños. Entonces comencé a tejer chalecos de angora que le entregaba a una exportadora, pero la situación estaba tan complicada que llegué al extremo de tener que salir a planchar, cosa que me carga".

Con un curso de dactilografía como única carta, se consiguió un reemplazo de secretaria en una universidad. Durante las horas de almuerzo ejercitaba la computación. "Solamente sabía mover palillos y lavar pañales, pero soy súper perseverante y a esas horas me encerraba en la oficina hasta que logré dominar el computador".

Su buen desempeño le dio la posibilidad de continuar trabajando en otros dos departamentos de la misma universidad. "Con dos actividades simultáneas, sentí el agotamiento de pensar que todo el peso lo tenía yo. Ahí empezaron las dificultades, porque mi marido quería una dueña de casa y me di cuenta de que si bien yo había salido a trabajar por necesidad, después quería seguir desarrollándome porque tenía las cualidades".

Se separó y hoy está con la señora Teresa, una nana que la ayuda a cuidar a sus hijos, mientras ella sale a trabajar. Todas los días, María Eugenia vuelve a su casa como a las 11 de la noche, y ya tiene dos títulos: uno de secretaria ejecutiva y otro de técnica en gestión admininistrativa. Ahora está estudiando vespertinamente Ingeniería en ejecución en gestión pública. Partió ganando 120 mil pesos y, gracias a su esfuerzo, ahora su sueldo bordea los 720 mil.

Asegura que a su hijos los ha formado a su pinta, tratando de ser cercana y al mismo tiempo poniendo límites claros. "Los chiquillos son buenos, tengo mucha colaboración de ellos el fin de semana. Tienen un sistema de turnos: a mí me dan desayuno en la cama, los dos chicos hacen la limpieza general, uno pone la mesa, el otro la saca, uno lava las cosas del desayuno, otro las del almuerzo y otro las de la comida".

En los hijos, las jefas de hogar depositan también grandes responsabilidades. Les enseñan a ser austeros, a valorar lo que ellas han conseguido con tanto esfuerzo y a ser luchadores. Es que ser papá y mamá al mismo tiempo no resulta fácil para estas mujeres.

"Significa renunciar en el 90 por ciento a ti misma. Creo que el rol del papá es irreemplazable. Ser papá y mamá te quita muchos roles de mamá. Tienes que trabajar todo el día y preocuparte de cada detalle, porque no tienes a un marido que te ayude. Por eso, al final no cuentas con tiempo para ti. Yo opté por dedicarme a los niños cuando llegaba de la oficina y no salir con una amiga al teatro, opté por ir los sábados y domingos a Fantasilandia en vez de salir a comer. Yo opté por ellos. Quiero decir que mi vida no ha sido triste. Ser jefa de hogar es una responsabilidad salvaje, pero que puede ser maravillosa si la haces con ganas", cuenta María Teresa Domínguez.

Confiesa que en muchas oportunidades le hace falta tener una pareja con quien compartir. "Me encantan los hombres, me encanta la pareja, pero es lo que me tocó vivir. Estoy abierta. He tenido oportunidades de meterme en algún cuento, pero no creo que me aguantarían a estas alturas del partido con cuatro nietos en la cama, no podría cambiar mi esencia, ¿me entiendes?".

María Eugenia, por su parte, tuvo una relación de seis meses que no prosperó.
En estos casos, pesa la idea de llevar un hombre a una casa que ya está funcionando con ciertas rutinas y construido a la pinta de la mujer.

Pilar (33), microempresaria y madre de dos hijos, cree que la excesiva autosuficiencia generada tras años de estar sola es lo que al final le pesa a la hora de formar una vida en pareja. Después de cinco años separada, señala: "Mi gran fortaleza pasa a ser mi peor defecto: la independencia. Cuesta abrirle la puerta a alguien que también decida, a ese otro 50 por ciento que también tiene derecho a opinar. Es súper cómodo que las cosas funcionen a mi pinta. Por otro lado, a veces quiero ser un poquito mujer tonta y decir que no sé cambiar ruedas, arreglar enchufes, que no me atrevo a salir sola. Es rico que te regaloneen, que te ayuden, que te acojan y no ser perfecta en todo".

Ella tiene una pareja desde que obtuvo la nulidad religiosa de su matrimonio, tema que le era importante. "Él es soltero y amorosísimo con los niños, lo que para mí es lejos lo primordial".

Criar hijos hombres con la falta de una imagen masculina es otro tema que les cuesta, en especial, a estas mujeres solas, donde el padre, en muchos casos, desaparece casi por completo.

Para la microempresaria, las ayudas económicas y emocionales de sus padres y de su hermano han sido fundamentales en la educación de su hijo mayor. "Muchas veces ha tenido que ir a los encuentros padre-hijo del colegio con mi papá".

María Teresa también cuenta que muchas veces debió recurrir a su propio padre para ayudar a su hijo. "El hombre resiente más la partida del papá. Cuando los niños eran chicos, para mí era más difícil retar a Sebastián que a la María José. Él es un chiquillo excepcional, pero sin duda le ha costado más".






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