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“El teatro es un servicio público, no puede desaparecer”

13 de Enero de 2005 | 11:09 |
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En los últimos días no ha dormido mucho. Por primera vez, en doce años organizando la muestra de teatro más grande en Chile, se siente superada. Y no es para menos. La versión 2005 del Festival Internacional Teatro a Mil tiene en cartelera hace tres días un total de 61 montajes y 15 compañías extranjeras.

Hasta que no se baje el telón, el próximo 23 de enero, lo más probable es que Carmen Romero sea un loro en el alambre. La aventura que comenzó en 1994 con el único propósito de hacer masivo el teatro es hoy una empresa gigantesca y exigente que este año la hizo sufrir: cuatro containers cruzaron el océano, desde el viejo continente, trayendo escenografías y vestuarios y el costo de esa carga recayó en ella.

A pesar de todo, algo la tiene tranquila. Debe ser que para evitar suspicacias el Fitam ya no es responsabilidad de su productora Romero & Campbell, sino que de una fundación sin fines de lucro formada en marzo y que preside la actriz Delfina Guzmán. Ella y su socia Evelyn Campbell operan ahora bajo las órdenes de esa institución.

No le gusta mucho hablar de platas. Y la razón es que, mientras algunos consideran que el presupuesto de 180 millones de pesos es suficiente, ella dice hacer maravillas. Y comparado con otros festivales como el de Bogotá y sus 5 millones de dólares, Buenos Aires y su millón 200 mil dólares o Guanajuato con US$ 9 millones, el monto del Fitam chileno es irrisorio.

Operadora de turismo de profesión, periodista de vocación y productora artística por pasión, Carmen Romero se las trae. De hecho, en este momento está cerrando el programa del Fitam 2006 con el fin de comprometer a las compañías nacionales e internacionales con tiempo.

Más de una década después del primer Fitam aclara que nunca el objetivo fue ofrecer teatro a “mil pesos” porque eso es inviable -“el teatro es caro”, afirma-, si no que posibilitar que algunas compañías contemporáneas pudieran alcanzar la taquilla que tenían otras, obviamente, con entradas más baratas que lo normal.

-¿Cuál es el panorama hoy?
“El teatro es caro de producir y si no existe un Estado con muchos recursos para subsidiar no sólo la creación, sino que el montaje y la taquilla; el problema no tiene solución. No es posible subsistir con un público de cien personas”.

-¿Qué hacer entonces?
“Es que la diferencia entre ser industria cultural y no serlo es ésa. Hay teatro mercado que consigue grandes números y lleva mucho público y otro que no. La idea es que el teatro arte consiga ser también comercial.
“Es muy difícil mantener una compañía y una sala. En todos los países del mundo, el teatro es una actividad que recibe subsidios y por eso, tienen salas de grandes dimensiones con aire acondicionado, cuestión que en Chile no existe”.

-¿Quién le pone el cascabel al gato? Este reclamo se arrastra por años.
“Algo se está haciendo. De hecho, el Fondart acaba de crear una línea destinada para infraestructura que es muy bienvenida. El tema es que todavía los recursos de Chile, en general, para la cultura son mínimos.
“El ministro Weinstein tiene claro todo esto, pero para poder solucionar estos problemas endémicos se necesitan recursos con los que Chile no cuenta como país. Si me preguntas, para mí la educación, la salud, la cultura y el transporte público son servicios que no se pueden regir sólo por las reglas del mercado. El teatro es un servicio público y no puede desaparecer.
“A pesar de todo, en Chile se estrenan 200 obras al año cosa que no ocurre en otros países... se crea desde donde se puede, estamos acostumbrados a trabajar desde la precariedad”.

-¿Los golpeó la modificación de la ley Valdés?
“Claro y hay que modificarla porque así no sirve. Ahora, la presencia de la empresa privada en el teatro es un tema. El Fitam cuenta con el apoyo, desde hace 5 años, de la Minera Escondida; eso ha sido vital. Gracias a ellos y el Ministerio de Cultura podemos llevar teatro a las comunas populares en forma gratuita, pero ha sido súper difícil encontrar otros interesados”.

-¿Por qué?
“Por desconocimiento, principalmente. Si bien a todos les interesa el teatro, hay algunas personas que se enfrentan a él de manera ideologizada. El alcalde de Providencia, por ejemplo, pide conocer el contenido de las obras. Y esto dice relación con una cuestión básica en el teatro que es la libertad de creación, la no censura”.
“A los empresarios les cuesta ver al teatro como una herramienta de marketing cultural. Si bien los montos involucrados son altos, además se suma que algunos no quieren ver en el teatro ciertas cosas, incluido el sufrimiento, y resulta que el teatro dice cosas. Es un espejo y mirarse en él no siempre es bonito y lo hace problemático”.

-Llevas años afirmando que el teatro no es comercial. ¿Cómo explicas el surgimiento de nuevas salas de teatro, entonces?
“Tengo entendido que algunas como la Mori (de Bellavista) tienen platas del Fondart. El fenómeno de las San Ginés (en centros comerciales) es distinto y se debe a que hay teatro arte y teatro mercado. Nuestro trabajo, desde la Fundación Teatro a Mil es que el teatro arte sea comercial y para eso, necesita tener acceso a los medios de comunicación y contar con una campaña publicitaria”.

Carmen Romero se explaya en las diferencias de lo que ella denomina teatro arte y teatro mercado. En el primero ubica a Shaskespeare, en el segundo, “5 hombres.com”. Aunque se cuida de hacer juicios odiosos tiene una explicación para que al teatro arte le vaya peor que al comercial: “A lo mejor los costos de Shakespeare en vestuario y escenografía son mayores a los de “5 hombres.com”. La creación cuesta. Desde el inicio de la historia del arte, los artistas han sido financiado por reyes, mecenas o alguien para poder crear”.

-¿Cuál es el logro del Fitam?
“Al final es que el festival se ha convertido en una campaña de ir al teatro. En enero todos quieren ir al teatro no sólo al Fitam”.

No hace balances, pero reconoce que esta empresa cuesta millones, “millones de neuronas” que ellos han utilizado en un trabajo por algunos subvalorado. Tiene fama de dura lo que hace suponer que Carmen Romero puede enfrentar sin problemas las críticas. Sin embargo, no es así: “este año llore un día entero y lo hice de impotencia”.

“Es súper fuerte hacer esto; esto es ir contra la corriente. Hay gente que cree que detrás de esto hay una maquinaria enorme de dinero y es difícil que entiendan que esto es, no hay nada más y que con esto se hace todo”, dice.


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