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El cielo permanentemente gris

12 de Enero de 2005 | 09:53 |
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Los trastornos depresivos tienen una alta prevalencia en el mundo actual. Dentro de ellos el trastorno distímico es frecuente, siendo uno de los problemas psiquiátricos de mayor prevalencia en nuestros tiempos, afecta entre un 3 a un 5% de todas las personas.

El término distimia se emplea para calificar una alteración del estado de ánimo semejante a la depresión, pero que presenta sintomatología menos intensa y por un tiempo prolongado. Las personas que la padecen se sienten “tristes”, “desanimadas” y cansadas en forma casi permanente (en los adolescentes también es frecuente la irritabilidad); todo les supone un esfuerzo, nada les satisface y no sienten interés por las cosas que les rodean. La autoestima generalmente es mala y se perciben a sí mismas como inútiles y poco interesantes.

Generalmente estos síntomas no son lo suficientemente graves como para dejar de trabajar o suspender las actividades académicas (en el caso de los adolescentes), pero sí hacen que estas tareas resulten extremadamente difíciles de llevar a cabo y poco gratificantes.

En muchas ocasiones, las personas permanecen así prácticamente toda su vida, pudiendo incluso llegar a creer que "son así", y no logran identificar la distimia como una condición patológica, sino como un estado normal de su forma de ser. Esta forma de depresión moderada casi permanente es causa frecuente de malestar personal y familiar, las personas con distimia suelen estar alicaídas, desesperanzadas, y con una baja tolerancia a las frustraciones. Con frecuencia sus familiares y seres queridos las califican de "amargadas".

A semejanza de las depresiones mayores, la distimia también se presenta con mayor frecuencia en mujeres que en varones, en una relación aproximada de dos mujeres por cada varón. La edad de inicio de la distimia suele ser temprana, en muchas ocasiones antes de los 21 años de edad. Los grupos de mayor edad presentan mayores prevalencias de distimia.

Los síntomas de la distimia son entonces menos severos pero más crónicos que los de la depresión. Sin embargo, cabe señalar que cada persona puede experimentarlos de una forma diferente. Estos síntomas pueden incluir estado de ánimo crónicamente deprimido o irritable; pérdida o aumento de apetito; insomnio o hipersomnia. Se suma la falta de energía, fatiga, disminución de vitalidad o actividad; la baja autoestima, pérdida de confianza o sentimientos de inferioridad y los sentimientos de incapacidad respecto a las responsabilidades habituales.

A esto se agrega la falta de concentración o dificultad para tomar decisiones; sentimientos de desesperanza; pérdida de interés por actividades sexuales u otras placenteras; pesimismo sobre el futuro o cavilaciones sobre el pasado; aislamiento social; menor locuacidad de lo habitual y llanto fácil.

Es importante recalcar que los síntomas de la distimia pueden parecerse a los de otros problemas médicos o trastornos psiquiátricos. Siempre se debe consultar al especialista para realizar un diagnóstico adecuado.

Si bien la distimia es un trastorno leve en relación a los otros cuadros afectivos, cuando no se trata en forma adecuada, afecta la calidad de vida de quienes la padecen en forma crónica. El deterioro del funcionamiento social es a veces la razón por la que consultan los pacientes con un trastorno distímico. De hecho, el divorcio, el desempleo, y las dificultades sociales pueden ser problemas comunes en estas personas.

Las personas que padecen de un trastorno distímico puede presentar además episodios depresivo de mayor gravedad, superpuestos a los síntomas menos intensos y más crónicos de la distimia. La combinación de ambos trastornos se denomina depresión doble. Otro problema psiquiátrico que puede complicar a las personas con distimia es el abuso de alcohol y drogas, estas adicciones se pueden desarrollar progresivamente como una forma de “sobrellevar” este estado depresivo crónico.

Todas estas complicaciones, así como el deterioro social y del funcionamiento general de las personas, pueden prevenirse -y eventualmente revertirse- con un tratamiento médico adecuado. La distimia se trata eficazmente con fármacos antidepresivos, a los que se puede agregar psicoterapia. Esta última resulta muy importante para potenciar el efecto de los fármacos y para evitar recaídas a largo plazo. El tratamiento médico debe ser prolongado, y apuntar a la recuperación total del paciente y a la prevención de recaídas.



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