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La clave para ser padres sin estrés ni culpas

El trabajo apenas deja espacio para los niños. Organizarse para lograr un tiempo de calidad juntos y escucharlos son modos de estar presente.

26 de Agosto de 2005 | 16:56 |
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Las cifras del censo del 2002 son decidoras. Mientras la población general creció en un 13%, la de menores de entre 0 y 4 años disminuyó en un 20%. En 1962 las mujeres tenían 5,4 hijos en promedio y hoy sólo tienen 2,26.

Los hijos son un gran compromiso y las parejas lo piensan dos veces antes de tenerlos, dice el siquiatra infantil y profesor del Departamento de Siquiatría de la Universidad de Chile, Ricardo García.

La sociedad ha evolucionado, reduciendo el espacio para la crianza. Los avances tecnológicos aumentaron la exigencia laboral. A esto se suma la salida de la mujer al trabajo y la desaparición de la familia extendida, en que alguien se hacía cargo si los papás no estaban.

En este contexto se dificulta el rol paterno de dar protección y afecto. Además, los progenitores se ven bombardeados con información sobre actividades para estimular a los hijos, como la enseñanza de idiomas, deportes y música. Éstas requieren tiempo, energía y dinero, cosas no siempre disponibles, lo que puede generar culpa en algunos adultos.


¿Niños o dinosaurios?

Hemos perdido un poco el norte. La pregunta clave es para qué los estimulamos. Los sistemas laborales y educacional son competitivos y si entramos en esta dinámica lo que hagamos nunca será suficiente, porque siempre habrá metas más altas por alcanzar, indica García.

La mejor manera de estimular al niño es entusiasmarlo con el aprendizaje, que tenga sentido para él, dice la sicóloga educacional Alicia Halcartegaray. En esto es el colegio el que tiene el rol principal porque es la instancia creada para aprender.

Como profesores a veces creemos que aún educamos a dinosaurios, porque no entendemos que los niños han cambiado. Antes la autoridad tenía un rol central y muchos aprendían porque el profesor lo decía. Hoy hay que entusiasmarlos, dice la sicóloga.

Para graficar la situación cuenta un ejemplo de su hijo. Tenía que llevarlo a la clínica, pero en vez de faltar a clases, me exigió ir después de su hora de física porque no quería perderse al profesor, que iba a mostrar unos resortes 'bacanes' þ.

La función de la familia en este aspecto es reconocer lo bueno que hace el niño y apoyarlo cuando pide ayuda. Por ello, las tareas debieran ser cortas, tener sentido y estar formuladas para que el menor las resuelva solo. Si no puede, es mejor mandarlas de vuelta sin hacer para que el profesor se dé cuenta de que algo falla con su método, opina la profesional.

Agrega que la sobrecarga de tareas que se da en muchos establecimientos es contraproducente ya que el divertimento de aprender, que es la base de la estimulación, se transforma en obligación.

Esto le ocurre a la profesora María Quintana (35) con su hijo Gabriel (8), que está en segundo básico. Todos los días llega con 4 o 5 tareas y queda harto. Antes disfrutaba con sus clases de natación y de arte, pero ahora sólo tiene ganas de ver televisión cuando las termina.

Para aprovechar las escasas horas que que los padres pasan con sus hijos después del trabajo, hay que disponer de un ambiente tranquilo.

Una forma es eligiendo un colegio en que la mayor parte de las tareas se resuelvan en el aula para que tengan tiempo de compartir cuando llegan a casa, dice García.

Otro modo es planificar el fin de semana lo que se hará durante la semana (como la compra de útiles), y durante el día controlar telefónicamente para que los deberes estén hechos cuando los padres lleguen.

Además, hay que predisponerse mentalmente para estar juntos ya que es fácil quedarse sentados frente al televisor. Algunos papás incluso no llegan. La mamá suele hacerse cargo, pero hay que tener en cuenta que es una tarea de a dos, señala el siquiatra.

Por su parte, la sicóloga añade que el menor puede ser estimulado aunque no asista a tantas actividades extra ni tenga un computador. Lo básico para el desarrollo de sus potencialidades es el lenguaje. Hay que crear un diálogo con él, escucharlo para poder conocerlo y partir de sus inquietudes y no de lo que uno cree que le conviene.

Con los más chicos se puede conversar compartiendo sus juegos. Otro modo es que cada padre salga por separado con uno de los hijos a la vez, ya que en la relación uno a uno el contacto es mayor.

En un entorno tranquilo los padres cumplen espontáneamente su rol de protección y afecto, de reforzar lo positivo, de entregar valores, de poner límites y disciplina. Entonces la estimulación surge por añadidura, concluye el doctor García.
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