EMOLTV

Bajo el influjo del mar

Para los jardines de playa no hay cánones fijos, pero sí es indispensable considerar aspectos como viento, cantidad de agua, salinidad, entre otros, a fin de lograr buenos resultados. La tendencia actual apunta al diseño de jardines que requieran poca mantención.

01 de Julio de 2005 | 13:44 |
Una imagen más bien monocromática tienen los jardines de algunas paisajistas cuando se emplazan en Santiago. Pero si esos espacios están en la playa su fisonomía cambia radicalmente, aunque mantengan la firma. Como las heladas allí no se dan, hay gran cantidad de plantas que florecen en forma abundante y durante largas temporadas; por ello son mucho más coloridos.

Las flores proporcionan un aspecto alegre, estimulante y luminoso. Los rayos de sol caen tan fuertemente que todo adquiere una dimensión diferente.

Sin embargo, pese a esta ventaja, al proyectar deben considerarse ciertos aspectos fundamentales, como la cantidad de agua con que se cuenta y la mantención que se le podrá dar al jardín.

También hay que atender al comportamiento de las distintas especies y a las condiciones de viento y salinidad a que se verán expuestas.

Es importante no elegir variedades que necesiten demasiada poda porque si ésta no se realiza en forma adecuada las plantas envejecerán tempranamente. Lo ideal es que sean especies nativas o haber observado su comportamiento en la zona antes de elegirlas, porque de lo contrario se puede incurrir en gastos inútiles con especies que nunca arribarán bajo el influjo del mar.

Por eso quizás la tendencia actual es dejar el jardín lo más natural posible. Poner docas en los sectores que están más expuestos al avance de las dunas, para así colonizar con vegetación e impedir que la arena siga avanzando al interior.

Cada vez es menos frecuente el uso de pasto por el exceso de riego que se necesita. La tónica es, más bien, la utilización de piedras de diferentes tonalidades, muchas gravillas y pastos ornamentales, además de cactus y suculentas que están acostumbrados a las difíciles exigencias del medio.

A la paisajista Karin Oetjen le gusta imitar el aspecto que toman los árboles al inclinarse con el viento, por lo que sigue ese mismo movimiento en los estratos más bajos, con los arbustos.

En este momento diseña el jardín para una casa de arquitectura muy moderna realizada por Martín Schmidt en Santo Domingo, a la que decidió no agregarle flores alrededor por su fuerte imagen gris. A cambio, alrededor creó un deck de madera que baja en la pendiente y que lleva, en ciertos sectores, grupos de gramíneas ornamentales.

No le gusta dictar cátedra al respecto, pero tiene claro que en los jardines costeros todo aquello que "vaya en primera línea" debe resguardarse con algo más rústico.

Ya lo experimentó con unos cipreses piramidales que plantados en quebradas debió proteger de la erosión del terreno y del impacto del viento para que no se pusieran feos al deshidratarse con la salinidad.

Recomienda en ese sentido el uso de mioporos y macrocarpas, que le han permitido crear verdaderas nubes rosadas de lavateras en Santo Domingo, una zona muy ventosa. Siente que es un recurso muy socorrido el poner paquerettes y cardenales, por lo que le parece un mérito "elegir otras especies, para buscar un poco más de refinamiento".

Las Rocas de Santo Domingo es justamente un ejemplo de cómo se pueden lograr buenos jardines simplemente proponiéndoselo. Desde 1990 el Club de Jardines de la zona encabezado desde el año 2001 por Helga Mertens se ha empeñado en mejorarlos, pese a las condiciones climáticas.

Para ello cada primavera realizan un concurso donde se premia a los dueños de casa y a sus jardineros, no sólo por la belleza lograda con la vegetación sino también por el aporte al barrio.

Claudia Ilabaca es una de las paisajistas que ha proyectado varios jardines en esa zona, dándole preferencia a las especies que proporcionen ambientes sueltos, con muchos arbustos de flor y colorido. Declara: "Aquí no se ve ni la pureza ni la opacidad que se da en las plantas de Santiago.

Cualquiera bien puesta se ve bien. No descarto colores ni texturas. Lo importante es crear un microclima que permita protegerlas entre sí. Muchas veces, al comienzo, hay que ponerles alrededor malla Ratchell y rociar directamente el ejemplar más expuesto con Noflu".

Le gusta crear recorridos, con rincones distintos. Eso se aprecia en los espacios de sombra donde Claudia instala árboles más adaptados a la influencia marina, formando ventanas que se abren a las vistas cercanas o lejanas.

Y en lugares muy asoleados, la gracia la pone en el juego de arenas, piedrecitas y conchuelas. Estos caminos pierden sus bordes, con cubresuelos que se introducen entre el material pétreo e incluso en pleno camino surgen algunos bulbos como sorpresa.

Muchos de los jardines de playa son creación de los dueños de casa que experimentan con las plantas que les gustan hasta obtener buenos resultados. Algunos incluso siguen cursos de jardinería hasta que se vuelven grandes aficionados y hasta viveristas.

Es el caso de Edna Latorre, que prácticamente ha "amaestrado" su terreno en Tunquén. En su parcela, en el Condominio Campomar, a pocos kilómetros de Algarrobo, la tierra es pobre; corresponde a una degradación granítica de las rocas de la Cordillera de la Costa.

Sin embargo ha hecho una recuperación de los espacios costeros con tierra orgánica que creó ella misma a través de composteras. Esto le ha permitido plantar grupos de coníferas y suculentas.

Creó un vivero que le proporciona especies para ir mejorando cada día su jardín e incluso abastecer a los vecinos; propaga herbáceas nativas como la armeria maritima, suspiro del mar, y enredaderas como Passiflora pinnatistipula y copihues. También tiene soldadillos, alstroemerias, Rodophiala y puyas. Una buena manera de ganarle terreno a las condiciones adversas.
EL COMENTARISTA OPINA
¿Cómo puedo ser parte del Comentarista Opina?